Las lluvias están aumentando. No es una sensación, son datos: en los últimos 60 años, en Argentina aumentaron los promedios anuales en el centro, este y noreste del país (incluyendo a grandes ciudades como Buenos Aires y Rosario), y crecieron los eventos extremos: tormentas de uno a tres días en las que cae la misma o superior cantidad de milímetros que en un lapso de uno o más meses.
Los espacios que habitamos tienen que adaptarse a esta nueva normalidad, y, para lograrlo, arquitectos y paisajistas están cambiando la forma de planificar para la lluvia.
Del paradigma de encauzar y canalizar se está pasando al de crear espacios ‘esponja’, que absorben, retienen y descargan agua lentamente, mitigando inundaciones y sequías y aportando otros beneficios ambientales. De acuerdo a la iniciativa Sponge Scapes, esto se logra con tres principios: interceptar a la lluvia donde cae y estimular la infiltración; ralentizar la velocidad con que la lluvia se acumula; y almacenar temporalmente el exceso de agua en suelos, en cuencas o en cuerpos de agua superficiales.
En un nivel básico, en las ciudades esto se traduce en privilegiar jardines permeables sobre cementados, e implementar techos verdes o ‘jardines de lluvia’. Pero se puede ir mucho más allá.
Un parque que abraza la lluvia para transformarseCon el fin de revivir un parque delimitado por los típicos edificios de viviendas sociales de mediados del siglo XX de Copenhague, el estudio SLA propuso un rediseño en el que la forma sigue a la naturaleza.
El espacio de 20.000 m2 de Grønningen-Bispeparken en Nordvest, fue pensado para resguardar a la zona de inundaciones: cuando las áreas cercanas reciben lluvia fuerte, el agua se dirige al parque por medio de pendientes y canales, y 18 zanjas (bioswales) colectan y contienen el agua, permitiéndole una lenta infiltración al suelo.
Cuando está seco, el paisaje es una sucesión de lomas y depresiones con instalaciones de madera que permiten un cambio de perspectiva constante. Cuando está ‘lleno’, se convierte en un humedal que puede contener hasta 3.000 m3 de agua.
El parque presenta cinco tipologías naturales principales, diseñadas según funciones climáticas y sociales. Un sendero serpenteante conecta las distintas áreas y tipologías, para las que se incorporaron 149 árboles de 23 especies y más de 4 millones de semillas especialmente seleccionadas (todas las especies vegetales son nativas).
El plan de mantenimiento será dinámico para encontrar un equilibrio entre lo “salvaje” y lo “ordenado”, y generar condiciones de vida óptimas tanto para las personas como para la flora y fauna.
“El parque se inauguró el 31 de agosto de 2024. Apenas cinco días después, una tormenta severa inundó buena parte de la ciudad, pero Grønningen-Bispeparken no solo permaneció seco: la lluvia lo volvió más exuberante y vibrante. En este parque, el agua no se percibe como amenaza, sino como un recurso natural digno de ser celebrado”, dicen desde el estudio.
Una escuela donde la lluvia enseñaEl estudio nórdico Link Arkitektur diseñó una escuela en Torslanda, Suecia, en donde la lluvia que cae por más de un tercio del año es vista como una oportunidad de aprendizaje.
“El agua fluye como un hilo azul a lo largo del terreno. El patio de la escuela gira en torno a un elemento central: un ‘río’ que serpentea en miniatura, guiando el agua superficial por el patio hasta desembocar en un área natural similar a un delta, con ‘icebergs’, humedales, vegetación abundante y un terreno lleno de sorpresas”, describen.
A nivel local: Un parque esponja en ClaypoleEl cambio de mirada también está llegando al ámbito local. En la localidad de Claypole, Almirante Brown, Provincia de Buenos Aires, vecinos bajo la organización Habitat Claypole reclaman hace varios años un parque y la valorización y saneamiento del último meandro del Arroyo San Francisco.
En colaboración con el estudio Bulla, presentaron un proyecto al Laboratorio de práctica Rearc Institute, que trabaja en la intersección de arquitectura y acción climática para apoyar soluciones impulsadas por la acción comunitaria.
El Parque Esponja fue pensado como un espacio público que mitiga inundaciones mientras reintroduce capacidades ecosistémicas y biodiversidad ribereña.
“Este proyecto nos invita a pensar al paisaje como una herramienta que diseña respuestas integrando infraestructuras, ecologías y la comunidad. A pensar el agua como una potencia y no como una adversidad”, dicen los Bulla.
Principios del diseño para la lluviaLa ciudad de Vancouver, en Columbia Británica, Canadá, lanzó en 2019 el concurso “Life Between Umbrellas” (La vida entre paraguas), para estimular la innovación en espacios públicos amigos de la lluvia. La ciudad recibe el equivalente a cinco meses lluviosos por año.
Para él, generaron un decálogo del diseño para la lluvia, útil a la hora de diseñar para esta nueva normalidad.
Los espacios amigables con la lluvia:Permiten protegerse de los elementos.Resguardan frente a riesgos específicos relacionados con la seguridad y la accesibilidad en condiciones climáticas adversas.Promueven la salud y el bienestar cuando salir al exterior se vuelve más difícil.Fomentan la inclusión social, la conexión entre personas y la construcción de comunidad.Ofrecen una respuesta multisensorial a los días grises, nublados y húmedos.Apoyan una variedad de actividades y programaciones adaptadas al clima.Catalizan la cultura y la creatividad.Fortalecen la economía local.Inspiran aprendizaje, innovación y adaptación.Son sostenibles, resilientes y regenerativos.