Daniel Innerarity: “Hay en el ambiente una idea tentadora de gobiernos fuertes pero no hay soluciones no democráticas a los problemas generados por la democracia”

“Hay gente que nos está ofreciendo una fórmula que consiste en calificar a la democracia de régimen lento, en hacer equivalente Estado a burocracia y a procedimientos tediosos y costosos”, alerta. “No tendría ningún sentido querer salvar a la democracia por procedimientos no democráticos. Sería una contradicción”, aclara. “Los humanos tomamos mejores decisiones en un sistema democrático que autocrático”, explica. “Hay mucha gente vendiendo la ilusión de que la culpa de que los problemas no se resuelvan se debe a los procedimientos democráticos”, alerta. “No está predeterminado que no haya otra alternativa que seguir a pies juntillas lo que los señores tecno feudales están diciendo”, cuestiona. “Hay una gran concentración de poder en esos países donde se justifica como una gran desregulación”, dice. “La democracia es un sistema tan abierto que pueden llegar al poder aquellos que la quieren subvertir”, advierte. “Deberíamos diseñar el sistema para que el paso de los malos gobernantes no haga demasiado daño”, señala. “La democracia aparece en estos momentos y en parte con razón, como un sistema de gobierno poco eficaz que no termina de resolver los problemas de desigualdad, el cambio climático, la seguridad, muy especialmente en América Latina”, reconoce pero clarifica: “La democracia minimiza el daño de los malos gobernantes”. “Ahora hay un fenómeno general: estamos asistiendo a una especie de test de estrés de las democracias”, describe. “Los liderazgos como el de Milei rompen el marco de discusión que ha sido habitual entre izquierda y derecha”, afirma. “A Milei no le veo ninguna viabilidad, salvo el momento de ruptura, de insatisfacción, de ira, de decepción profunda con lo existente. No creo que sea una solución duradera”, plantea. “Tengo una mirada optimista sobre la IA. Creo que los pesimismos están absolutamente faltos de realismo”, sostiene. “EEUU ha dejado de ser un socio fiable para las democracias europeas”, señala. “Las democracias están desafiadas no solamente por los malos sino también por los males: por líderes autocráticos que se hacen con el poder y tratan de rebasar los límites constitucionales, que es un problema pero es relativamente fácil de identificar”, precisa. “El problema es que hacen más daño cuando la arquitectura institucional es débil”, concluye.

El reconocido filósofo y ensayista español Daniel Innerarity estuvo en La Repregunta. Innerarity es doctor en Filosofía. El foco de su trabajo es la filosofía política. Es profesor en la Universidad del País Vasco, en el Instituto Universitario Europeo en Florencia. Es autor, entre otros muchos títulos, de Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI y de Una teoría crítica de la inteligencia artificial, recientemente publicado.

Democracia compleja, ¿evoluciona o decae? ¿Hay algo por fuera de la democracia que represente mejor a las sociedades actuales? De Trump a los tecno millonarios, ¿más o menos democracia? América Latina, democracia formal versus democracia real: ¿cómo superar esa paradoja? Democracia, ¿demasiado lenta y burocrática? El rol y el peso del Estado, ¿un problema de la capacidad de adaptación de la democracia? Izquierda vs derecha, ¿el problema del poder y del saber? Milei y la experiencia libertaria, ¿qué dice de la sociedad argentina? Inteligencia Artificial, ¿es posible el optimismo? Innerarity hizo su análisis.

Aquí, la entrevista completa.

Democracia. ¿Evolución o caída? De las nuevas derechas al jaque a la globalización

-En su libro Una teoría de la democracia, compleja publicado antes de la irrupción de la pandemia, definía a la democracia actual como una “democracia compleja”. Después pasó la invasión Rusia a Ucrania y el impacto que tiene en la percepción del riesgo en Europa y el cambio geopolítico global. También, la invasión de Hamas a Israel y el cimbronazo geopolítico de la guerra en Gaza. Después, volvió Trump, que hoy está desarmando los consensos históricos de la globalización. Y además, la Inteligencia Artificial (IA), que es una realidad presente, pero también augura un futuro de incertidumbre. ¿Su teoría de la democracia compleja de hace algo más de cinco años alcanza para explicar esta democracia compleja?

-Es un libro teórico que trata de ofrecer un marco de interpretación de cuál podría ser el papel, la función, la transformación que la democracia necesita para hacer frente a los desafíos del mundo actual. Mi tesis es que la mayor parte de los conceptos políticos que usamos, como soberanía, izquierda y derecha, responsabilidad, representación, Estado, fueron elaborados más o menos hace doscientos o trescientos años y no han sufrido la correspondiente transformación. Es un intento de ponerlos al día para un mundo para el que la democracia no estaba pensada: estaba pensada para la pequeña ciudad de Ginebra de Rousseau o para sociedades que salían del Viejo Régimen, pero no para la sociedad de la IA, de la hiperconectividad, de las interdependencias, del cambio climático.

-La democracia en América Latina ha tenido formas muy diferentes a esa democracia liberal republicana que caracteriza a muchos países en Europa. Ha virado hacia populismos de izquierda, y también de derecha. La corrección a la democracia que implica el populismo, con la pérdida de mediaciones entre el pueblo y el líder, ¿es un cambio que responde más a la realidad de la sociedad actual y es más efectivo para el gobierno de esta complejidad o esa “solución” es más bien un problema?

-En la historia de la democracia, por lo menos reciente o contemporánea, hay una constante: una especie de oscilación entre momentos más populistas y momentos más de delegación o de tecnocracia. En los últimos veinte años, Italia es el país que lo ejemplifica mejor. Pero en todos los países ha habido una cierta corrección populista de la tecnocracia a la que suele seguir una corrección tecnocrática de los excesos del populismo. No es un asunto completamente resuelto. No hay una fórmula que nos diga con precisión matemática hasta qué punto debe llegar el elemento popular, su protagonismo en la configuración de la democracia. Y cuál es el nivel aceptable de delegación en los técnicos y en los expertos. No terminaremos nunca de resolver este problema porque es la vitalidad de la democracia y por tanto, habrá siempre una oscilación entre ambos momentos.

Democracia. ¿Hay una forma superadora para el presente?

-Es decir que al interior del concepto de democracia, sin salirse de él, hay una tensión entre lo populista y lo tecnocrático, lo tecnocrático definido como el poder de los expertos para influir en las decisiones: eso es dentro de la democracia. ¿Qué queda por fuera de la democracia? En este progreso que usted plantea para las instituciones que han fundado la democracia, como la noción de ciudadanía o de soberanía o de participación popular que tienen una historia de 300 años y es necesario de alguna manera atarlas a la nueva realidad tan compleja, ¿qué variantes hay en ese zoológico posible que no sean autocracias y dictaduras?

-Dentro de la democracia representativa o llamada “liberal”, un término discutido, hay variantes muy legítimas. Hay gobiernos y sistemas políticos más republicanos, hay sistemas políticos más liberales, hay modelos de cultura política diferentes según los países. Todo eso es perfectamente válido y es pensable que no demos la misma respuesta y que no tengamos la misma forma constitucional para países, culturas, momentos o asuntos concretos que van cambiando con el paso del tiempo.

-Ahora, en su tesis planteaba que hay una pérdida de efectividad de esas instituciones históricas. ¿Eso no se da de manera general en las democracias con sus distintos especímenes sino en cierto tipo de democracias?

-Ahora hay un fenómeno general: estamos asistiendo a una especie de test de estrés de las democracias. Las democracias están desafiadas no solamente por los malos sino también por los males: no solamente por líderes autocráticos que se hacen con el poder y tratan de rebasar los límites constitucionales, que es un problema…

-Sí, es un problema conocido.

-Y es un tema relativamente fácil de identificar: Gana las elecciones alguien que quiere subvertir el orden constitucional. Es posible que Trump en Estados Unidos esté ya planteando problemas de desafío constitucional: se quiere presentar una tercera vez, quiere desequilibrar el sistema de check and balance. Eso es visible e identificable y se resuelve de diversas maneras. El problema es que esas personas hacen más daño cuando la arquitectura institucional es débil. Una de las tesis de democracia compleja es que tenemos que diseñar la arquitectura institucional pensando en que en un sistema democrático, que es un sistema abierto, puede acceder al poder una persona indeseable, con las peores intenciones. Por lo tanto, deberíamos diseñar el sistema de manera que el paso de los malos gobernantes por el Gobierno no haga demasiado daño. Es una concepción no muy maximalista de la democracia, pero hay que atender a la idea de que la democracia minimiza el daño de los malos gobernantes. En paralelo, no debemos esperar grandes líderes, líderes providenciales, personas especialmente inteligentes. Más bien, la democracia debe reposar sobre el gobierno de la gente mediana, incluido también líderes que no tienen por qué ser extraordinarios. Algo pasa en una sociedad cuando estamos esperando la solución de que llegue un liderazgo extraordinario, fuera de lo común. Si llega, fantástico. Pero la democracia tiene que estar pensada para que funcionen los sistemas de pesos y contrapesos, no para que haya gente fuera de lo corriente.

Insatisfacción democrática y Latam, ¿democracia formal vs real? El caso de El Salvador

-En los últimos cuarenta años, América Latina atravesó un proceso de democratización pero con poca eficiencia para la solución de problemas muy vitales de la gente. Desde los altos niveles de pobreza en muchos países, la desigualdad, problemas educativos, problemas de seguridad. Se plantea esta oposición entre democracia electoral formal y democracia real. La conclusión es que la democracia real no funciona, aunque hay elecciones y competitividad electoral, relativa en algunos países. Aún los sistemas democráticos que respetan la alternancia política, no logran dar resultados y soluciones concretas. ¿Eso tiene que ver con un problema del Estado y el saber en democracia? Es decir, ¿cuánto de la burocracia estatal que tiene que llevar adelante las soluciones está fundada en una posesión de un saber sólido que tenga conexión con la realidad y que permita transformarla?

-Es uno de los grandes desafíos. La democracia aparece en estos momentos y en parte con razón, es una objeción que le podemos hacer, como un sistema de gobierno poco eficaz que no termina de resolver los problemas de desigualdad, el cambio climático, la seguridad, muy especialmente en América Latina. No tengo la fórmula óptima para resolver esos asuntos, pero sí me gustaría lanzar una advertencia: si es difícil resolver esos problemas en el interior de la democracia y respetando los valores democráticos, es completamente inverosímil que lo podamos resolver fuera de ella de una manera humana y justa. Hay quien ha propuesto, por ejemplo, resolver el cambio climático con una eco dictadura.

-¿Quiénes lo proponen?

-Hay libros e intelectuales que han propuesto que no se puede asegurar el orden público o por ejemplo, la lucha contra el cambio climático si no se toman medidas muy drásticas. Hay en el ambiente una idea tentadora de gobiernos fuertes. La palabra fuerte puede incluir incluso la deriva autoritaria para resolver problemas. No creo que otros sistemas políticos estén mejor dotados que la democracia, que no está todo lo bien dotada que debería para resolver esos problemas. Además del problema no resuelto, tendríamos un problema de tipo democrático.

Hay mucha gente vendiendo la ilusión de que la culpa de que los problemas no se resuelvan se debe a los procedimientos democráticos

-Está el caso del Salvador, por ejemplo, que en América Latina se toma como ejemplo: un país con una tasa de homicidio muy dramática. Llega Bukele con una mano férrea, muy cuestionable en términos de institucionalidad, de división de poderes, de respeto por los derechos individuales y el debido proceso, y logra bajar esa tasa de inseguridad.

Es el país más seguro de América Latina en términos de cantidad de homicidios por cada 100 mil habitantes, según las cifras que aporta el Gobierno. Y la ciudadanía lo vota a niveles casi que implican el desmantelamiento de la competencia: tiene un apoyo popular de entre el 80 o 90 por ciento. En términos reales, esa democracia resulta súper efectiva. Los salvadoreños están muy conformes con eso, pero al mismo tiempo han puesto en cuestión la forma de la democracia. ¿Cómo se resuelve esa paradoja?

-Tu decías: es un país muy seguro… Pero es seguro salvo que te metan en la cárcel sin un proceso debido.

-En la ecuación de las mayorías, se siente preservada. En ese razonamiento, irán a la cárcel los delincuentes y algunos “errores” del sistema.

-Todos los sistemas judiciales cometen cierto número de errores, pero si los errores son como en El Salvador, alcanzan unos porcentajes excesivos: la duración de los procesos judiciales o las garantías de la gente que está siendo trasladada desde Estados Unidos a las cárceles. No compro la idea de que El Salvador sea un país seguro. Es un país seguro para una mayoría de la población, pero hay gente en las cárceles que no debería estar ahí, eso lo sabemos. Estamos en un momento político inquietante en el mundo: hay mucha gente vendiendo la ilusión de que la culpa de que los problemas no se resuelvan se debe a los procedimientos democráticos. Una cosa es decir tenemos democracias que no resuelven bien los problemas. Y otra cosa es decir: no lo resuelven bien porque son democráticas y por tanto, la única manera de resolver esos problemas sería eliminar las garantías constitucionales o ciertos derechos de las personas, por ejemplo, a no ser detenidas en un proceso debido. O lo que está ocurriendo ahora mismo en Estados Unidos con los tecno solucionistas que quieren que no haya regulación. Como consecuencia de que no haya regulación, probablemente el gobierno de Estados Unidos sea el más fuerte y más poderoso a lo largo de la historia. Un Gobierno que está concentrando poder. Utilizando la excusa de la desregulación, la innovación y el desarrollo tecnológico, está concentrando un poder enorme en el Poder Ejecutivo. Es bueno que sepamos esto: que hay gente que nos está ofreciendo una fórmula que consiste en tachar a la democracia de régimen lento, hacer equivalente Estado a burocracia y a procedimientos tediosos, costosos que no van a ninguna parte. Esas tomas de decisiones están ahorrando tiempo porque no están considerando que las decisiones tienen que ser inclusivas. Se ahorra el tiempo de deliberación, de consulta, de tomar en cuenta los intereses de las personas, preguntar, pedir opinión, discutir en el Parlamento, pero a dónde llego.

¿Democracia en jaque? Tecno millonarios vs. democracia deliberativa

-Entre estos tecnócratas o tecno millonarios o billonarios o tecno multimillonarios de Estados Unidos, está Curtis Yarvin, que sostiene que la democracia está acabada, que debería irse hacia una monarquía con una especie de CEO resolutivo tomando las decisiones. Este es un extremo del pensamiento que atrae a estos grandes hombres de negocios, desde Elon Musk a Peter Thiel o Mark Andreessen. Usted plantea de un lado esa cooptación del sistema por un poder cada vez más arbitrario que intenta, en teoría, reparar la burocracia democrática y la demora y la complejidad de los procedimientos democráticos. Del otro lado, una democracia que funciona, que resuelve problemas aunque es deliberativa y lleva más tiempo. Ahora, esa democracia también ha mostrado puntos débiles y a veces parece una impostura para sostener el mismo tipo de oscuridad o de arbitrariedad que esta nueva democracia que se está dando hoy, por ejemplo, en Estados Unidos.

-Fijémonos qué significa una democracia deliberativa o una democracia en general: para la toma de cualquier decisión, hay que pasar por el proceso de tomar en consideración los intereses de todas las personas afectadas por esa decisión. Democracia es un sistema político que supone que todos aquellos afectados por una decisión tienen que tener algo que decir. Es un principio básico y fundamental. Eso es muy lento, requiere tiempo, nos obliga a consultas, a tomas de opinión. Pero generalmente tomamos mejores decisiones cuando escuchamos a las personas afectadas que cuando lo hicimos de manera unilateral. No me parece una idea muy seductora la de ganar tiempo a costa de dejar de tomar en consideración los intereses de las personas afectadas por las decisiones.

-Los libertarios plantean que en realidad es una ficción que la democracia represente uno a uno los intereses, que en realidad los intereses de los ciudadanos individuales en su absoluta totalidad nunca están representados en la democracia a través de los sistemas democráticos. ¿Qué piensa de eso?

-La representación no significa que todos estemos ahí. Significa representación. Es decir, hay un momento de delegación en la democracia en el que yo no estoy presente. Yo no estoy en el Parlamento, pero tengo que saber que se ha decidido en el Parlamento, puedo intervenir en los medios de comunicación, en las redes sociales, diciendo mi opinión sobre ello. Puedo revocar un mandato y por tanto, poner a la oposición en el gobierno. En una democracia representativa, hay muchos mecanismos que permiten hacer presente la voluntad popular en la toma de las decisiones. La cuestión es si lo consideramos un inconveniente que deberíamos minimizar todo lo posible para no dejar a los autócratas a la libre decisión o si lo consideramos un procedimiento gracias al cual tomamos mejores decisiones. Yo pienso lo segundo.

Democracia y mayorías. ¿La ficción de la representación? ¿O el mejor de los sistemas posibles?

-¿No hay una contradicción? Pienso en las elecciones que ganó Trump: ganó el voto popular, las dos cámaras y el colegio electoral: una representación absoluta. Se quedó con todo y sin embargo, la propuesta de gobierno que lleva adelante es cuestionado por todos. ¿Puede suceder que esa representación democrática que usted rescata como muy válida termine jugando de una manera paradójica: no garantiza necesariamente la voluntad popular, o efectivamente lo que el pueblo de Estados Unidos estaba buscando era una disrupción de esta escala?

-La democracia es un sistema abierto, tan abierto que pueden llegar al poder aquellos que la quieren subvertir. La cuestión es: ¿preferimos correr ese riesgo o establecer previamente quiénes tienen derecho a presentarse a las elecciones y quiénes no? ¿Quiénes pueden estar en el gobierno y quiénes no? Yo prefiero correr ese riesgo. Sobre todo si tenemos malos gobernantes, la única respuesta efectiva, duradera, sólida, es ganar la voluntad popular. No hay soluciones no democráticas a los problemas generados por la democracia. Lo que hay que hacer es conseguir que la gente en una acción política sofisticada, no de simplismo antifascista,

no vote esas opciones. Pero para eso hacen falta alternativas, diseños políticos, opinión pública, movilización ciudadana. No tendría ningún sentido querer salvar a la democracia por procedimientos no democráticos. Sería una contradicción.

-En su tesis sobre el agotamiento de ciertas instituciones de la democracia que dejaron de ser efectivas en este mundo tan complejo, percibí que buscaba una transformación de esas instituciones. Pero en sus respuestas hay una defensa de la democracia tal como la conocemos. ¿Cómo se entiende esto?

-Yo hablo de transformación de la democracia: hay que hacer muchos cambios institucionales en la democracia para que esto funcione bien. Pero no estoy pensando en una solución fuera de la democracia. Eso es un tremendo error. Y además, pensemos que la democracia es un sistema político que responde a una serie de valores, pero que también tiene una razón epistémicas. Los humanos tomamos mejores decisiones cuando dialogamos, cuando tenemos espacios abiertos de confrontación, cuando alguien que ha ganado incluso por mayoría absoluta, inmediatamente le da un puesto a la oposición, cuando se permite la libertad de crítica, la libre circulación de opiniones. En ese contexto, los humanos tomamos mejores decisiones que cuando hay un sistema autocrático que prohíbe la oposición, que veta, que excluye, que recorta libertades. Ahí seguro que nos equivocamos.

A Milei no le veo ninguna viabilidad, salvo el momento de ruptura, de insatisfacción, de ira, de decepción profunda con lo existente. No creo que sea una solución duradera

Estado grande o chico. ¿Qué le conviene a la democracia? El caso Huerta de Soto

-Uno de los grandes temas en América Latina, y en la Argentina puntualmente, es el rol y el tamaño del Estado. ¿Un Estado grande que interviene o un Estado que achica su alcance y regula estratégicamente algunos sectores? Estuvo en Buenos Aires Jesús Huerta de Soto, el economista español muy identificado con la Escuela Austríaca y admirado por el presidente Javier Milei. Huerta de Soto planteó una noción que viene sosteniendo ya hace unos años y con la que volvió a insistir en la Argentina: el Estado es la representación del Maligno en la Tierra. ¿La crítica al Estado como parte de este problema que tiene la democracia en su capacidad de adaptación es un cuestionamiento válido?

-Llevamos años, muchos años, con una discusión interminable, y que seguramente seguirá, acerca del papel del Estado. ¿Cómo pensar la relación entre Estado y sociedad o entre Estado y mercado? Siempre ha habido y seguirá habiendo opciones más socialistas que pondrán más peso en el Estado y opciones más liberales que creerán que el Estado tiene que reducirse y regular menos. Me parece una discusión legítima: ninguna de las dos opciones dice que lo otro es el demonio. Ni los socialistas dicen que el mercado es el demonio, ni los liberales dicen que el Estado es el demonio. Ninguno considera a uno de los términos como diabólico en sí. Ese tipo de afirmaciones, completamente fuera de lugar, y ese tipo de liderazgos como el de Milei rompen lo que ha sido el marco de discusión habitual entre izquierda y derecha. Además, hay varias razones que me llevan a desconfiar profundamente de estos planteamientos. Casi siempre que alguien apela a la reducción del Estado con la motosierra o con la racionalización de la administración suele introducir un mecanismo en virtud del cual el Ejecutivo adquiere mucho más poder. Lo estamos viendo en Estados Unidos con la administración de Trump. Realmente quieren una minimización de los instrumentos de balances que son fundamentales para la democracia. Yo no estoy pensando en un Estado especialmente poderoso y centralizado, pero me parece que hay una trampa ideológica en la idea de borrar todas las instituciones de mediación y que haya una especie de gran desintermediación en virtud de la cual los individuos, sin ninguna mediación institucional, tengamos capacidad de configurar la opinión, la opinión pública y la voluntad popular. Es una trampa ideológica absoluta.

-En lugar de más libertades, es menos libertad.

-Y hay más concentración de poder. Detrás de todos estos discursos, hay formas de gobierno tremendamente autoritarias en su narrativa y en su realidad institucional. ¿Cuántas órdenes ejecutivas ha firmado Trump en los cien días iniciales de su mandato? Muchísimas. Es decir, hay una gran concentración de poder. Al mismo tiempo, esa concentración se justifica con una profunda desregulación.

El progresismo y la izquierda y su crisis. ¿Hiper ideologización y poco saber?

-Durante muchas décadas en el mundo, las ideas progresistas de izquierda y de centro izquierda tuvieron una mayor legitimidad que las ideas de la derecha y las ideas conservadoras. Hoy hay una disputa mucho más de igual a igual: las ideas de la derecha, de la derecha más extrema, de la centroderecha más dura están teniendo una especie de momento estelar. ¿Se relaciona con este tema: cuando la democracia le da más lugar a la ideología que al saber? ¿El problema es que el progresismo dejó de ver el mundo con las lentes del conocimiento y el saber y lo opacó con una visión demasiado sesgada e ideológica? Y lo que hace la nueva derecha es desafiar ese sesgo planteando otros componentes en la disputa por el saber.

-Hay muchos factores que explican este cambio. Hoy cuando la misma idea de progreso está cuestionada, no se sabe muy bien qué significa ser progresista. O quizá hay un elemento por parte de las izquierdas, con una cierta superioridad moral que han ejercido, que explica que estén pasando estas cosas. Como filósofo que se dedica a pensar la política, siempre he tenido, no siéndolo, un gran respeto por los pensadores conservadores. Me he nutrido de Burke, de Stuart Mill. He leído al mismo Hayek: durante el servicio militar hubo un libro que me ayudó a soportar aquel momento, Camino de servidumbre. No me convence su marco mental pero respeto mucho esas ideas aunque están muy distantes de mi posición.

-Pero no valora tanto los experimentos políticos como en el caso de Milei, por ejemplo, que buscan aplicar ese marco a una realidad concreta.

-Es que en el caso de Milei, le veo muy poca coherencia. Pensar que un experimento no tanto liberal como libertario puede tener éxito en una sociedad como la sociedad argentina… solamente puede tener una cierta credibilidad cuando la sociedad está en un contexto de profunda desesperación respecto de otras fórmulas agotadas. Pero no le veo ninguna viabilidad, salvo el momento de ruptura, de insatisfacción, de ira, de decepción profunda con lo existente. No creo que sea una solución duradera.

Milei, el Presidente outsider. ¿Por qué se volvió un fenómeno global?

-¿Cómo analiza usted, como filósofo, este fenómeno de un Milei, un Presidente completamente outsider en un país periférico como la Argentina, alejado de los centros de discusión globales, que se convierte en una figura de tanta proyección internacional?

-Hay una narrativa que puede resultar seductora, que está también en otros países: la idea de presentarse como algo completamente nuevo. Conozco más ese fenómeno en Europa, en Italia o en España o en Portugal, con esos nuevos partidos de extrema derecha que se presentan como lo completamente nuevo y realmente no lo son, porque en esos tres países hemos tenido experiencias autoritarias muy duraderas y muy dolorosas.

-Pero ninguno alcanzó la proyección global que tiene Milei. ¿O esa proyección global no es tal?

-No sabría cómo medir esa proyección. Efectivamente en el mundo hay una hiper representación de partidos de extrema derecha o autoritarios, o con un aire de familia que oculta sus diferencias. Si uno mira la toma de posesión de Trump y qué tipo de actores estaban ahí representados, y luego examina las políticas concretas que esos actores van a realizar, enseguida se da cuenta de que hay muchísimas contradicciones. ¿Quién nos iba a decir que el partido de extrema derecha en España iba a ser pro ruso? Estamos asistiendo a alianzas insólitas.

-¿A qué partido se refiere?

-Me refiero al partido de VOX en España, que es pro ruso o a parte de la extrema derecha en Italia, que también es pro rusa. No la derecha de Meloni, pero sí la de Salvini. Hay una recomposición del tablero, una transformación del capitalismo, de las reglas del juego que nos están produciendo un gran desconcierto. Está haciendo que viejas alianzas se desmoronen y aparezcan nuevas e insólitas. Estados Unidos ha sido la salvadora de la democracia, literalmente, en el año 1945 en Europa y durante mucho tiempo, en su confrontación con los países del bloque comunista. En estos momentos, ha dejado de ser un socio fiable para las democracias europeas. Europa se tiene que espabilar y generar su propio sistema de defensa. Todo esto nos está obligando a tomar decisiones difíciles e incómodas para las cuales no tenemos un repertorio: el repertorio clásico no nos sirve. Pero bueno, es el mundo que tenemos. Es el mundo en el que en el que tenemos que decidir

IA y la democracia compleja. ¿Todavía más compleja?

-Por si faltara algo, está toda la incertidumbre que acarrea la IA. Usted tiene una mirada más optimista de cómo la IA se puede incorporar a la vida democrática.

-Tengo una mirada más bien optimista porque creo que los pesimismos están absolutamente faltos de realismo. Es decir, la idea de una IA que vaya a superarnos o a suplantarnos es una idea completamente descabellada que no resiste el examen crítico. En mi último libro, he tratado de señalar cuáles son los límites reales de la IA.

-¿Y cuáles son?

-Fundamentalmente, la IA no tiene sentido común, no tiene empatía, no tiene las habilidades que tenemos los humanos a la hora de resolver determinados problemas o determinados tipos de problemas. La IA es buenísima para problemas bien estructurados, para los cuales hay muchos datos con soluciones binarias. En cuanto lo sacamos de ese mundo y la ponemos a reemplazarnos o a sustituirnos, eso no puede más que salir mal. Ahí aparecen todos los defectos y todas las limitaciones de la IA.

-En medio de tanta incertidumbre, una luz de esperanza: la recuperación de la humanidad como algo realmente valioso.

-La esperanza es una virtud o una disposición de ánimo que solamente puede florecer donde las cosas no están completamente predeterminadas. Estamos precisamente en ese momento histórico en el cual, en lugar del incrementalismo clásico de crecer un poco, seguir haciendo lo mismo pero un poco mejor, lo que tenemos es una enorme incertidumbre. Los humanos tenemos que tomar buenas decisiones, los argentinos, los europeos, los americanos, los estadounidenses. Tenemos que tomar buenas decisiones en un momento difícil, pero que no está predeterminado. Frente a lo que piensan estos señores tecno feudales, no está predeterminado que no haya otra alternativa que seguir a pies juntillas lo que ellos están diciendo.

Ahora hay un fenómeno general: estamos asistiendo a una especie de test de estrés de las democracias



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/daniel-innerarity-hay-en-el-ambiente-una-idea-tentadora-de-gobiernos-fuertes-pero-no-hay-soluciones-nid04052025/

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