San Lorenzo y Rosario Central, un partidazo. Tercero contra líder del grupo, un menú de fútbol atractivo. Parece mentira (o no), pero al sol de la tarde del Nuevo Gasómetro el dato era una de las cosas más intrascendentes de los últimos años. La cámara oculta en la que se vio a Marcelo Moretti llevándose dólares a su saco inició una semana crítica, furibunda, que incluyó el pedido de licencia del presidente, una marcha de hinchas contra la dirigencia, dos allanamientos, una nueva inhibición por parte de FIFA… Suficientes elementos para que la gente fuera al Nuevo Gasómetro a hacer explotar su indignación, una manifestación en la que el aplaudido homenaje al papa Francisco quedó como una sentida pausa entre tanta bronca.
El “Ciclón” juega un “Bingo” a la inversa, cansador. Lejos del ritmo diario, cuesta seguir el hilo de cada nuevo número, que sale cuando menos se lo espera, en cualquier momento. Varios, en catarata. Como sucedió el viernes: una mañana marcada por la denuncia de Néstor Ortigoza, ex coordinador del fútbol, hacia Moretti y la presencia en el entrenamiento de Néstor Navarro, el vicepresidente, que vive en Uruguay, intentando crear una imagen de calma en medio de la tormenta. Pero aunque se vea el sol, la lluvia no para: según pudo saber LA NACION, Navarro tiene tomada la decisión de renunciar, algo que incluso podría cristalizarse este mismo lunes. ¿Y entonces? Si se concreta lo que las fuentes consultadas dan como un hecho, el abismo institucional estaría a un paso, y el club debería generar las condiciones para que haya elecciones en una fecha cercana, cuando el actual mandato ni siquiera cumplió un año y medio.
En los pasillos del Pedro Bidegain, en los asientos de las plateas o en la pasividad del estacionamiento, los gestos eran evidentes: hombros arriba y boca cerrada, con el arco hacia abajo. Nadie sabe pronosticar qué sigue.
Había un acuerdo tácito vinculado a lo futbolístico: cuando el silbato de Leandro Rey Hilfer sonara, todos se olvidarían de la semana que pasó, la que vendrá y las siguientes. Ahora bien, cuando se detuviera el juego, la memoria volvería a activarse. Porque la posibilidad de ganarles a los rosarinos y ser líderes junto a ellos de la Zona B del Torneo Apertura era motivo suficiente para ser más contemplativos: los jugadores no se merecen reproches. No fue necesario que el Nuevo Gasómetro se colmara como para apreciar los primeros cánticos, pero se hicieron más fuertes cuando los cuatro costados fueron dejando pocos huecos. La salida del equipo fue una mezcla de sensaciones, una verdadera ensalada. La ilusión, la emoción y la desesperación. “¡El campeonato de Boedo no se va!”, recibió la gente. En medio de banderas del Vaticano y tirantes amarillos y blancos, además de humo de la misma combinación de colores, en lugar de azulgranas. Había que homenajear a Francisco en el día de su viaje final. “El Papa es de Boedo”, cantó con orgullo la gente, que desplegó una gran bandera con las frases “Francisco eterno” y “Hagan lío y que gane San Lorenzo”, palabras que quedaron patentadas en su pontificado.
Además, hubo una estatua del Sumo Pontífice con una bufanda del club, un cuadro, el parche en el centro del pecho de la camiseta con su figura y el slogan “Papa Francisco, juntos por la eternidad”, más el detalle en el ómnibus que llevó al plantel: la foto de Bergoglio sobre el vidrio frontal superior, acompañado de “Siempre Cuervo”. Todo espacio que hubo entre la transmisión de optimismo hacia los jugadores y el respeto por Jorge Bergoglio antes de que comenzara el partido se llenó con mensajes unívocos. “¡Dirigentes, dirigentes, no se lo decimos más, si no llaman a elecciones, qué quilombo se va a armar!”, llegó acompañado siempre de la mira puesta en el actor principal: “¡Moretti, hijo de p... la p... que te parió!”. Enseguida, volvieron a lo general con un “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”, enlazado con “¡El club es de los socios!”.
Hasta el actor y director Viggo Mortensen, reconocido fanático, dedicó un espacio dentro de la editorial de su web personal llamada Perceval Press: “Moretti, andate, por favor, por el bien de San Lorenzo y su hinchada. Ya hiciste bastante daño desde que fuiste elegido para cuidar el club”.
Todo explotaría con el gol de Enzo Copetti en el descuento, paso previo a que se consumara la derrota por 1-0. Pero, sobre todo, con el lanzamiento de una bomba de estruendo desde la tribuna popular sobre Lautaro Giaccone y una segunda que explotó cerca del grupo visitante cuando celebraba el gol. La misma popular, donde se ubica la hinchada, se descontroló: hubo empujones, piñas y salida en masa antes del final.
Sobrevino el inmediato despliegue policial en la zona cercana a los ingresos a las oficinas del club para desviar a los hinchas hacia las puertas más lejanas. Se agrupó más gente y el repertorio se renovó. “¡Dirigentes, la c… de su madre, a ver si se dan cuenta, que no los quiere nadie!” y “¡San Lorenzo va a salir campeón el día que se vayan todos los hijos de p… de la comisión!” dieron pie a nuevos insultos contra Moretti.
El paso de los minutos calmó los ánimos, pero la gente se fue masticando la misma indignación con la que había llegado. Ya era de noche: la oscuridad hacía juego con la desolación. Y la tristeza de masticar una amarga certeza: nadie sabe cómo ni cuándo esta crisis imparable encontrará su piso.