“Vengo de una familia que no tenía vínculo con la producción agropecuaria. Mi padre era propietario de una empresa de construcción y en 1989 decidió diversificar comprando 320 hectáreas en las islas de la segunda sección de San Fernando, con el propósito de desarrollar un planteo forestal”, cuenta José Luis Cosentino, actual responsable de la empresa.
“Tomó posesión del campo y trabajó varios años hasta que pensó en retirarse; entonces, en 1991 quedé a cargo del campo”, añade. “Comencé con la forestación y en 1995 empecé con la ganadería para eliminar el material combustible que crecía debajo de los árboles y así ahorrar horas hombre que se necesitaban para mantener a raya el pasto. De esa forma, pasé a desarrollar un planteo silvopastoril con hacienda debajo de los álamos”, agrega.
“Traje una jaula de vaquillonas Angus preñadas y compré algo más en la zona para dar los primeros pasos. Con el tiempo fui creciendo y hoy tengo 600 hectáreas y 520 vacas. Parte de la forestación inicial ya se cortó y quedan los tocones, que en dos o tres años se pudren y dejan de ser un problema”, aclara.
ProyectoLlegó un momento que la actividad forestal empezó a decaer en producción, sobre todo por una plaga que taladra los troncos de los árboles y los va secando. Es un insecto que cuesta eliminar con insecticidas porque habría que hacerlos llegar dentro del monte, a cada tronco, y no con una pulverización que pase por encima. Es un trabajo complejo y se debe hacer con equipos terrestres que apliquen la pulverización para atrás, no hacia abajo; es una labor engorrosa y muy costosa, y que exige elegir muy bien el momento de aplicación de acuerdo a las condiciones de temperatura para que los taladrillos estén accesibles al tratamiento. Además, en los últimos años la falta de agua secó muchos árboles porque la salinidad sube a la superficie del suelo. Por todas estas causas la ganadería comenzó a tomar un lugar importante en el planteo del empresario, potenciada por la gran producción de pasto que tienen las islas del Delta del Paraná.
“La recomendación de los expertos en forrajes es no remover el tapiz vegetal de las islas porque la producción natural alcanza y sobra para desarrollar buenos performances ganaderas. Por lo tanto, hace falta sembrar muy poco para tener buena alimentación todo el año”, destaca Cosentino.
“Así fue que inicialmente desarrollamos un planteo de engorde que nos permitió producir novillos para exportación de 550 kilos de promedio con 27 meses de vida a partir de la vegetación natural de la isla. En planteos de cría hemos destetado terneros de 210-220 kg a los 8 meses también con la ventaja de muy bajo costo de alimentación”, se entusiasma.
La isla tiene un terraplén perimetral, diques y caminos de evacuación que defienden los campos de las crecientes, que pueden provenir del Paraná desde el norte o por efecto de la sudestada. Para la explotación ganadera se requiere desarrollar un buen drenaje del agua en los campos. Con ese objetivo “en la costa del río hemos instalado bombas eléctricas que aspiran el agua que puede juntarse dentro del campo y la expulsan. Se han construido un canal principal y otros secundarios que forman un sistema de drenaje”, explica Cosentino. Las bombas se ponen en funcionamiento cuando hay lluvias de gran intensidad que generan un exceso de agua en superficie.
En la isla llueven 1100mm por año y hay mucho raigrás, tréboles, cebadilla y lotus, que son especies nativas en los pastizales naturales de la zona. El aprovechamiento del pasto tiene como ejes básicos el alambrado fijo y, sobre todo, el eléctrico, que permite dividir lotes grandes en pequeñas parcelas, que se aprovechan en dos o tres días, de acuerdo a la categoría que debe ingresar y al planteo productivo planificado.
“Actualmente en el campo predomina un planteo de cría de 500 vacas en 600 hectáreas en el cual desarrollamos inseminación artificial a tiempo fijo en vaquillonas de 15 meses desde hace ya tres años siguiendo las recomendaciones de Santiago Debernardi. La inseminación también se les da a las vacas “cabeza” de parición y los terneros de esta categoría se recrían hasta 300 kilos, tras lo cual son comprados por invernadores pastoriles o feedloteros. Las hembras tienen como destino la reposición aunque una parte también se comercializa”, detalla Cosentino.
“En el rodeo de vacas, la que no queda preñada se elimina. Luego de la inseminación, sin espera, se echan los toros aprovechando que las vacas están ciclando y pueden generar rápidamente preñeces adicionales”, añade.
La inseminación artificial genera un avance genético notable. “Los novillitos en recría, comparados con otros que fueron producto del servicio natural, muestran una ganancia diaria de peso sustancialmente mayor, a pesar de que comen lo mismo”, distingue el empresario.
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La raza utilizada es Angus negro de frame mediano, con vacas de 450 kilos. Con el manejo empleado en la isla, Cosentino alcanzó un porcentaje de preñez del 88% en vacas adultas y 91% en vaquillonas en 2024; en varios años llegó a 90-91% en el rodeo de vacas adultas, aunque con menor cantidad que las actuales. El destete de los terneros se realiza a fines de abril con 220 kilos y la “cabeza” se recría hasta 300 kilos; el resto se vende directamente a invernadores.
En síntesis: las tecnologías de ganadería intensiva están desembarcando en las islas del Delta del Paraná, donde se están obteniendo índices de producción semejantes a los de tierra firme, con la ventaja de no tener gastos de implantación de pasturas ni de instalaciones para el suministro de agua a la hacienda, y con un “techo” de producción potencial que aún se desconoce.