Hasta hace pocos años era una actriz de televisión, una heroína de telenovelas. Interpretaba a mujeres bonitas, buenas y sensibles, pero en el 2021 algo cambió. “Me tiré a la pileta”, sintetiza Silvia Kutika en diálogo honesto con LA NACION. Se animó con todo al teatro –un medio que había frecuentado, sí, pero en pocas ocasiones y siempre inmersa en elencos televisivos- y a un género distinto: el de terror. Su trabajo en el circuito independiente, con El cuarto de Verónica, encarnando a una desquiciada que producía miedo, generó sorpresa, excelentes críticas y una respuesta del público que aún no cesa (motivo por el cual el espectáculo continúa de gira por todo el país). A este clásico de Ira Levin (el mismo autor de El bebé de Rosemary), le siguió otra obra del estilo: Te espero en la oscuridad, de Frederick Knott, donde daba vida a otro personaje difícil: una ciega.
Desde hoy, la actriz redoblará la apuesta, poniéndose en la piel de Clara, una escultora que, tras un accidente automovilístico, queda cuadripléjica y clama por poner punto final a su existencia. Será la protagonista de Al fin y al cabo es mi vida (Whose Life is it Anyway?), la pieza dramática de Brian Clark que en 1980 conoció una puesta local con un elenco encabezado por Duilio Marzio. La versión que protagonizará Kutika es “la versión femenina”, la que en 2005 estrenó en el West End de Londres Kim Cattrall (la Samantha Jones de Sex and the City) y fue la sensación de la temporada. Más allá del cambio de género del personaje principal (y de otros secundarios), y de algunos recortes, el update de la obra respeta el texto original y los argumentos médicos, éticos y morales que rodean al recurso de la eutanasia, tema central de la obra.
La actriz estará acompañada por Fabio Aste, Mirta Wons, Fernando Cuellar, Luis Porzio, Tania Marioni, Jorge Almada y Morena Prereyra; un ecléctico grupo de intérpretes comandado por Mariano Dossena, director del espectáculo.
-¿Cómo nació el proyecto?
-La obra me llegó por el grupo de laburo que armamos para hacer El cuarto de Verónica y Te espero en la oscuridad. A esta altura ya somos un grupo de trabajo estable y una familia. Hay un encargado, Adrián Lázare, que además de actor hace las veces de productor y no para de leer obras de teatro y proponer nuevos textos. A él se le ocurrió, en principio, hacer la versión original de la obra, la masculina, en la que el protagonista es un hombre. Y se la ofreció a Pipo . A mí me hubiera encantado que él la hiciera y yo acompañarlo en algún otro papel, pero no pudo ser.
-¿Por qué?
-Bueno... él tuvo un tema de salud. Nadie se enteró, pero hace dos años sufrió un paro cardíaco y casi se muere. Estuvo internado tres meses y hoy ya está mejor. Pero no como para volver al teatro, sobre todo porque a él le gusta dar en escena el 110 %. Ahora está yendo a un deportólogo porque perdió mucha masa muscular y debe ganar fuerza. Digamos que está en rehabilitación. De todos modos, ya puede aceptar ciertos trabajos. Por ejemplo, viajamos a Misiones y participamos de una película juntos. Trabajamos en El último gigante, el nuevo film de Marcos Carnevale, junto a Oscar Martínez, Inés Estévez y Matías Meyer. Ese fue su primer trabajo después de aquel susto y todo estuvo perfecto. Volviendo a Al fin y al cabo es mi vida... después de que Pipo dijo que no, el proyecto quedó un poco al costado. Hasta que Adrián me llamó y me dijo: “hagamos la nueva versión, la femenina, ¿te animás?” Y a mí me encantó la idea.
-O sea que te quedaste con el personaje gracias a la imposibilidad de Luis.
-Sí, pero quedó en la familia. Es como que dijimos: “si no es tuyo, es mío, pero aquí se queda ”. El Gordo estuvo de acuerdo desde el vamos. Es más, me dijo: “Tenés que hacerla sí o sí, es un desafío que no podés rechazar”. Y eso me dejó muy tranquila. Hoy él está muy feliz por mí decisión y me contiene en todo momento.
-¿Qué es lo que más te interesó de la obra? ¿El texto, el personaje?
-En principio, el personaje. Yo venía de una loca de atar y de una ciega. Y un compañero me había dicho: “Ya no te queda nada por hacer”. Y de golpe aparece esta mujer cuadripléjica. El desafío fue más que tentador. Para mí, a esta altura del partido, lo más importante es no quedarme en la comodidad, es no hacer solo lo que sé hacer. Ojo, afrontar semejante desafío a veces me da pánico y me pregunto: ¿podré?, ¿me saldrá bien? Pero no dejo que el miedo me paralice. También me interesó la obra en sí misma. A diferencia de las otras dos que protagonicé con el mismo grupo de trabajo, que eran puro entretenimiento, esta es otra cosa. Al fin y al cabo es mi vida es de las piezas que dejan una marca y estoy segura que generará un debate.
-¿Cuándo y por qué empezaste a salir de tu zona de confort?
-Hace unos años empecé a aburrirme. Me sentía encasillada. Siempre era la buena, la heroína. Sentí que ya era hora de cambiar, de crecer. Sentí que si no cambiaba, envejecía. Y lo que yo quería, más allá de sumar años, era crecer. Entonces me propuse probar, aprender y aceptar papeles más comprometidos. Eso me lo dio el teatro. Hoy siento que estoy más viva y pese a que me carcome la ansiedad por el estreno y todo el tiempo me pregunto ‘¿qué van a decir, cómo lo van a tomar?´, sé que hay algo más importante que el resultado: que estoy aprendiendo y haciendo mi propio camino. Seguramente después de Al fin y al cabo es mi vida seré una mejor actriz y persona. Bah, no sé si una mejor actriz, pero seguro que saldré muy enriquecida por la experiencia. Hoy me siento muy orgullosa por no haberme estancado, por no haberme quedado en el mismo lugar. Y siento que el universo me está escuchando porque me llegan papeles cada vez más difíciles e interesantes. Hoy me toca una mujer postrada, que no puede mover ninguna extremidad de su cuerpo. No sé qué me deparará más adelante el destino: ¿acaso una mujer que solo puede comunicarse con el lenguaje de señas? Te juro que aceptaría el reto.
-¿Habías visto la versión local de la obra con Duilio Marzio? ¿Y el film con Richard Dreyfuss?
-La obra no llegué a verla, pero la película sí y me impactó muchísimo. Recuerdo que Richard Dreyfuss encaró el personaje como un ser muy desagradable, al punto que en algún momento pensé: “bueno, se merece todo lo que le pasa, que se muera y punto, total es un desastre”. En esta versión femenina el personaje es más tierno, y por eso creo que va a haber mucho más empatía por parte del público. Además, aunque cueste creerlo, de a ratos la gente se va a reír porque esta versión tiene mucho humor... Del negro.
-¿Cómo es Clara, tu Clara?
-Es una mujer enojada y desafiante, que vive provocando a todo el mundo, pero no al punto del desagrado. De hecho hay momentos en que se quiebra absolutamente y es ahí cuando el público sabrá entenderla. Es que no se trata solo de una mujer postrada sino de una escultora que no puede seguir desarrollando lo que más le interesa en la vida, que es esculpir. No nace con una discapacidad, es una mujer que hasta el accidente enseña en una escuela de arte, es escultora, y todo lo que hace es muy corporal, muy físico. De repente un accidente la deja postrada y sabe que no va a mejorar. Es entonces cuando ella empieza a luchar por su dignidad. En el hospital se siente cosificada. Hay una escena, por ejemplo, en la que están dos médicos hablando de cómo están sus glóbulos rojos y otras cuestiones, como si ella no estuviera presente. Por eso ella se enfrenta tanto a los médicos, en fin, a todo el sistema de salud.
-La obra habla de la deshumanización de la medicina.
-Y de cómo funciona el sistema. Hay un médico que está muy emparejado con el sistema y quiere mantenerla viva a toda costa. Y hay otro que la escucha y empatiza con ella. Es el que acepta lo que ella propone: que la desenchufen de todos los aparatos, y la dejen salir del hospital para tener una muerte digna. Eso colabora para que ella contrate una abogada, inicie un juicio y reciba la visita de un juez que debe decidir si su voluntad se debe a una fuerte depresión; en fin, si está en su sano juicio. A lo cual ella responde: `claro que estoy deprimida, cómo no habría de estarlo, pero sé perfectamente lo que quiero y eso es no seguir viviendo así”.
-Vos sos una mujer muy activa, ¿te cuesta estar toda la obra postrada en una cama?
-La verdad es que hacer toda la obra en una camilla me produce mucho relax. Al menos esto es lo que me vino sucediendo hasta hoy, en los ensayos. No sé si el día del estreno lograré lo mismo. Acostada todo el tiempo me pasa algo muy loco. Es como que me paso toda la obra mirando desde afuera la situación que se va desarrollando. Es como que salgo de mi cuerpo y observo todo desde otra dimensión. Sé que es una locura, ¿no?, pero es lo que me pasa. Y por cierto no me molesta, es una experiencia distinta que nunca había vivido anteriormente.
Tomar una difícil decisión-¿La obra mantuvo o modificó tu posición frente a la eutanasia? ¿Qué opinás hoy al respecto?
-Yo no hablaría de eutanasia, hablaría de no extender una vida cuando no existen más posibilidades. Ella no pide suicidarse sino salir del lugar de asistencia donde la están manteniendo viva a toda costa.
-Que es prácticamente lo mismo porque así ella terminará con su vida.
-Ok. Es un tema en el que pensé mucho cuando enfermó mi padre. ¿Qué hacer en un caso irreversible? ¿Lo mantenés enchufado hasta que no de más o firmás que lo desenchufen? Mi madre la hizo corta, nos juntó a mi hermano y a mí y nos dijo que ella no quería prolongar esa situación y nosotros la acompañamos en su decisión. Entonces lo desenchufamos y mi viejito se fue tranquilo, obviamente con todos los cuidados paliativos del caso. Para mí, que soy católica, quisiera lo mismo, que me dejen ir tranquila, que no extiendan de más mi vida. Si en vez de un ser humano te convertís en una carcasa, y ya no hay más nada qué hacer, ¿para qué prolongar todo? Llegado el caso, no quisiera que me tengan conectada, que la gente que me quiere me siga viendo conectada como un objeto, una cosa, un vegetal. No y no. Pipo opina lo mismo, ya lo hemos hablado.
Son amores-A propósito de Luque, ¿cómo es la convivencia diaria con otro actor? ¿Comparten los vaivenes propios de la profesión? ¿Entienden y aceptan más los nervios del otro frente a un estreno?
-Es bárbara. Él me carga y me dice: “vení, vení a llorar a mi hombro”. Porque sabe que a veces llego de los ensayos llorando y diciendo: “hoy todo fue un desastre, no voy a poder, no voy a poder”. Y él me dice: “ya sé, vení conmigo”. Entonces me pega un abrazo y agrega, como se hace con los chicos: “sana, sana, ya pasará, los actores locos lo sabemos, sana, sana”. Y cuando a él le pasa algo similar con un personaje estoy siempre yo diciéndole: “¿y si probás por este otro lado?“. Lo hermoso de nuestra relación es que tenemos muchas cosas en común más allá de la profesión. Aunque somos los dos medio obsesivos con el laburo, nos divertimos mucho con tonterías, con tratar de quebrar la rutina y amamos a nuestras mascotas. Ahora tenemos una perra loca, una border collie que se llama Fainá, de 3 años, que es un petardo. La disfrutamos a lo loco, junto a todos nuestros gatos. Y también nos ocupamos del jardincito. Pipo, por su lado, le da con todo a la música, una actividad que comparte mucho con nuestro nieto.
-A propósito, ¿qué tal te sienta el rol de abuela? ¿Sos una abuela presente?
-Soy abuela de Faustino, que tiene 2 años. Y muy pronto, para noviembre, seré abuela otra vez. Vendrá Oliverio. Me encantaría ser una abuela más presente, pero ahora estoy en medio de un vendaval de ensayos, de estreno y de giras. Soy una abuela muy permisiva, o sea un desastre. A todo digo que sí, y si Faustino se manda una macana no me importa. Me divierto con esa macana. Pipo, en cambio, es un poco más estricto, un poco más serio, pero a él, Faustino también se lo pasa por encima y hace lo que se le canta. Es que Faustino es leonino, es mandón, tipo director de orquesta, porque además le gusta mucho la música. Te ordena siempre lo que tenés que hacer y yo no me puedo resistir a sus órdenes.
Teatro y televisión-Después de tantos años de televisión, ¿hoy el teatro es tu segunda casa?
-Lo es un poco por elección y otro tanto porque no existen otras posibilidades laborales concretas. Hoy se hace poco cine y no hay tele. Entonces nos vamos refugiando en el teatro. Hace cinco años, cuando estrenamos El cuarto de Verónica, no había muchos actores importantes de la televisión haciendo teatro. Ahora estamos todos.
-Vos fuiste la precursora.
-Ay, Dios mío. No sé si es bienvenido lo que pasa... porque marca la falta de tele, la falta de cine. De todos modos, yo soy optimista. Pienso que hay que esperar. Creo que este es un momento bisagra, un momento de crisis y que todo se va a recomponer. A lo mejor se volverá a producir televisión, pero de otra manera. Yo confío en que la ficción va a volver. Despacito, pero va a volver.
-¿Extrañás la televisión?
-Sí, extraño. Justo ayer fuimos con Fabio Aste a hacer una nota a un estudio de televisión y nos dio como un... Extraño la camaradería, porque hacer un trabajo para una plataforma significa solo dos o tres meses y entonces no se crea esa cosa familiera que era hacer una tira, en la que compartías la mayor parte del día con tus compañeros, durante todo un año. Extraño las charlas con los compañeros entre escena y escena, los almuerzos, los cafecitos, los mates. En fin, extraño la segunda familia que me esperaba en un canal. Ahora nuestros puntos de encuentro con actores son los estrenos. Por eso vamos todos y se convierten en fiestas. Vamos a festejar que arranca una obra nueva y que eso significa trabajo para un montón de gente. Eso hoy, para los actores, es la felicidad.
Agradecimiento: Novotel Buenos Aires
Para agendarAl fin y al cabo es mi vida se puede ver todos los miércoles, a las 19:45, sobre el escenario del Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343).