La cuna del blues y bastión de la lucha racial se reinventa con aires modernos

Bien podría decirse que la magia de Memphis no está en sus calles, sino en sus bares. Memphis, ubicada a orillas del Mississippi, donde todavía los barcos de paleta suben y bajan el río llevando turistas, revela en los bares de Beale Street el semillero que fue la ciudad para músicos blancos y negros a partir de la década de 1950.

Beale es una calle baja, como detenida en el tiempo, que se enciende al caer el sol. Las guitarras de neón se recortan frente a los bares y la música que inunda las veredas está muy lejos de ser melancólica y lenta. B. B. King y Blues City Cafe convocan con sus carteles viejos y letras iluminadas; algunos ofrecen un continuo de música que arranca al mediodía. La música (y la cerveza) no tienen horario, y se necesitan varias jornadas para agotar las propuestas de las pocas cuadras de Beale Street. Aunque se la publicite como “el hogar del blues”, en Memphis, la movida abarca distintos ritmos. Bandas y solistas vuelcan pasión en los micrófonos, y la gente responde bailando y festejando.

En la calle, los cartelitos de “prohibidas las armas de fuego” quiebran un poco la ensoñación.

La mística que caracteriza a Memphis se origina en la bohemia de la década de 1920 y en la década de 1950, impulsada por las mentes abiertas que dirigían estudios de grabación como Sun y Stax Records Inc. Estos entusiastas, con equipos que hoy parecen rudimentarios, grabaron hits inolvidables y catapultaron a decenas de músicos y artistas a la escena nacional. Pero, fundamentalmente, se arriesgaron a experimentar. Abrieron las puertas al talento sin fijarse en el color de la piel, alentaron el surgimiento de nuevos ritmos y voces, y dieron cabida a las melodías que llegaban de los barrios negros o de los pueblos chicos.

Sun –todavía activo como estudio de grabación– recibe con una gran foto de Elvis tras la barra y las paredes tapizadas de retratos y vinilos. Nació como Memphis Recording Service y su lema era “Grabamos todo, en cualquier lugar y en cualquier momento”, porque no sólo tomaban registros musicales, sino también la voz de cualquier persona que quisiera mandar un saludo o grabar un mensaje.

Como en Stax, la lista de talentosos músicos y cantantes que pasaron por este estudio es enorme. Algunas historias son increíbles, como la de un jovencísimo Elvis Presley, quien, en el verano de 1953, recién salido del secundario, juntó trabajosamente cuatro dólares y se dirigió a Sun a grabar dos canciones. Lo recibió Marion Keisker, la mano derecha del dueño, quien le preguntó qué música tocaba y a qué artista se parecía. Desprevenido y honesto, Elvis le respondió que tocaba de todo y no se parecía a nadie. Tomó entonces su guitarra y comenzó a cantar. La voz dulce y clara de ese chico rubiecito y tímido inundó el estudio, y “My Happiness” fue el primer registro grabado del rey del rock and roll, una balada country muy alejada del Elvis eléctrico que se consagró años después. La grabación convirtió al estudio en “la cuna del rock and roll”.

Stax, por su parte, arrancó a principios de 1957 de la mano de Jim Stewart, un músico part-time que se ganaba la vida en un banco. A los tres años de lanzarse a la aventura tuvo que recurrir a su hermana en busca de financiamiento. Estelle hipotecó su casa para comprar una consola. De esta nueva sociedad nació Stax, hoy convertido en el Stax Museum of American Soul Music. En sus salas, hay una impresionante galería de tapas de vinilos, guitarras, equipos, fotos, videos y hasta el Cadillac de una de sus estrellas.

“El estudio era un oasis, a pesar de la segregación fuera de sus muros”, resume Al Bell, quien fue productor y ejecutivo de Stax.

En efecto, en Tennessee, las tensiones raciales no llegaban a los extremos de violencia de Alabama, Mississippi o Georgia. Pero ese ambiente único de convivencia interracial sólo se daba en la música, y Memphis tampoco logró quedarse al margen del conflicto entre blancos y negros que era moneda corriente en el sur de Estados Unidos.

En 1968, muy cerca de los estudios, en el motel Lorraine, se produjo el asesinato de Martin Luther King, el líder de los derechos civiles y ministro bautista que seguía las enseñanzas de Gandhi acerca de las protestas pacíficas. Hacía cuatro años que había recibido el Premio Nobel de la Paz y se había vuelto la voz contra la segregación racial, la falta de justicia y el derecho al voto de la comunidad negra. El magnicidio sacudió al país y generó disturbios, incendios y saqueos en más de un centenar de ciudades. A tal punto escaló la tensión que el alcalde de Memphis, Henry Loeb, recurrió a Stax para que sus músicos negros lo ayudaran a que no se descontrolara la situación.

La habitación 306

Luther King estaba de paso por Memphis y se alojaba en el Lorraine, un sitio que se había convertido en el segundo hogar de muchos de los músicos de Stax. A las 6 de la tarde del 4 de abril de 1968, salió al pequeño balcón de su cuarto y un francotirador supremacista terminó con su vida. Hoy, podría decirse que el Lorraine, más que un museo, es un destino de peregrinaje.

De la baranda del balcón del cuarto 306 cuelga una corona, y es llamativo el silencio que se genera frente a ese espacio. Es el homenaje que se brinda al hombre que, cinco años antes, había pronunciado uno de los discursos más emblemáticos de la lucha por los derechos civiles: “Tengo un sueño… que algún día la sociedad estadounidense reconocerá que los hombres han sido creados iguales”.

El edificio es hoy el Museo Nacional de los Derechos Civiles y mantiene intacta la habitación de King. Su recorrido puede llevar horas. En sus salas están plasmadas décadas de segregación y linchamientos que motivaron a la población negra a organizarse para que les reconocieran los derechos básicos. Hay conmovedores testimonios en audio y video, impactantes fotos del ensañamiento policial en distintas ciudades del sur, y una sala entera con discos de cantantes negros populares que marcaron rumbos en la música, una forma de mostrar que ellos también eran parte de la sociedad.

Graceland

Del Lorraine hacia el sur, en las afueras de Memphis, se encuentra la icónica Graceland, la casa de dos plantas que Elvis convirtió en su refugio en el mundo. Allí vivía con su familia, incluidos los padres, y contaba también con un estudio de grabación.

Graceland es visita obligada para quien recala en Memphis, aunque no sea fan de Elvis. El predio comprende un complejo que además alberga un hotel de 430 habitaciones.

Se recorren la residencia, sus jardines, dos aviones que le pertenecieron, su increíble colección de autos y motos, y un espacio enorme con el homenaje de decenas de cantantes contemporáneos y actuales que lo reconocen como su ídolo. La visita deja en evidencia que la fama no cambió la esencia de este muchacho del interior convertido en fenómeno internacional, y emociona acercarse a su tumba.

Impacta también la exposición de sus autos Rolls Royce, Cadillac y de otras marcas, acompañada de frases como: “La vida es muy corta para manejar autos aburridos”.

Más blues

De Memphis, con dirección al sur, se llega a Clarksdale, Mississippi, otro lugar icónico para los bluseros. En poco más de 100 kilómetros aparece el típico pueblo del lejano oeste de Estados Unidos, aunque no sea el oeste: sólo faltan los cardos secos rodando por sus calles.

A Clarksdale le sentó mal el paso del tiempo y tiene aspecto de pueblo fantasma. Los enormes y coloridos murales en las calles no disimulan la ausencia de gente; no se ven ni comercios de alimentos ni minimercados ni estaciones de servicio. Como tantos pueblos y ciudades del sur de Estados Unidos, lentamente ha ido perdiendo dinamismo, población y vida, en muchos casos como consecuencia de la emigración hacia el norte por las tensiones raciales de los años 60.

A Clarksdale se llega en busca de música. Y el pueblo no decepciona. El bar más concurrido es Ground Zero, principalmente por su socio ilustre: Morgan Freeman. Llegamos pasadas las 9, en medio de guitarras electrizantes que contrastan con la calma de los asistentes, la mayoría turistas. El galpón, con sus paredes escritas y la mampostería medio desarmada, ofrece una barra bien equipada y mesas con prolijos mantelitos de cuadrillé. Los músicos derrochan energía y vitalidad, y el público acompaña, pero esto es Estados Unidos y no se trasnocha ni siquiera en los bares. Sobre la medianoche, apenas unas pocas mesas les hacen el aguante a los músicos.

“Whites only”

Al día siguiente, tras recorrer el pueblo en busca del colorido de sus murales, llega la hora de retomar la ruta, esta vez hacia el sudeste, con Elvis como banda sonora del road trip.

Conforme uno se interna en el corazón de Mississippi y Alabama, la historia de la segregación racial y la lucha por la igualdad se vuelve más dramática e intensa.

Hasta la década de 1960, no sólo había escuelas diferentes para blancos y para negros –prohibidas por ley, pero amparadas por los estados–, sino que en tiendas y cafeterías colgaban cartelitos de “whites only” (“sólo blancos”). Los baños y hasta los bebederos de las plazas estaban separados. En los buses, los negros debían sentarse atrás y ceder su asiento si había blancos parados. Los restaurantes y hoteles para blancos estaban vedados para los negros. No se permitían los matrimonios interraciales y fue una lucha el ingreso de estudiantes negros en la Universidad.

Aunque hacía unos años que ya no se mataba ni colgaba a los negros de los árboles, la segregación racial, la parcialidad judicial y la gran dificultad para empadronarse eran moneda corriente. Cada estado fijaba sus reglas para habilitar el voto negro, normas amañadas que constituían un virtual veto a la participación de la población negra en la vida política. En Alabama, por ejemplo, las oficinas atendían sólo dos horas por semana, había que rendir un examen, pagar una multa por todos los años que no se había hecho el trámite y contar con el respaldo de alguien ya empadronado. Y ello tampoco garantizaba la habilitación.

Hay una escena vívida en la película Selma (cuyo productor es Brad Pitt), en la que el personaje de Oprah Winfrey se presenta por segunda vez a dar el examen y se muestra la humillación y amenaza velada que sufre, hasta que al final le niegan el empadronamiento.

Fue precisamente en la pequeña localidad de Selma, Alabama, donde se produjo uno de los hechos más dramáticos de la campaña de la comunidad negra para conseguir su derecho al voto.

Los líderes de los derechos civiles –en general, pastores de distintas iglesias– creían que la clave para mejorar las condiciones de vida degradantes y el acceso a la justicia estaba en la posibilidad o no de votar.

Así fue que, en marzo de 1965, a raíz de la muerte de un activista negro, se organizó una marcha a pie desde Selma hasta Montgomery, la capital del estado, para reclamar ese derecho. Debían cruzar un puente y caminar 87 kilómetros. Los pastores habían instruido a los manifestantes a no responder a las agresiones. No cortaron el puente, sino que avanzaron lenta y prolijamente de a dos por una vereda lateral. Al llegar al otro extremo, los esperaba la policía montada que, luego de un momento de tensión, arremetió a caballo y a latigazos contra la gente desarmada. Las fotos fueron portada de los diarios nacionales y conmocionaron por la brutalidad policial. Ese “domingo sangriento” puso el tema en la agenda política nacional y el presidente Lyndon B. Johnson no pudo ignorarlo más.

Dos días después se organizó una segunda marcha. Llegó gente de todo el país a apoyar la protesta y, por la noche, mataron a un pastor evangélico blanco. Fue recién en la tercera marcha, y gracias a la atención lograda a nivel nacional, que se pudo concretar el reclamo. Tras cinco días de caminata, miles de personas, blancas y negras, se reunieron a peticionar frente al capitolio de Montgomery.

Seis meses más tarde, en agosto de 1965, el Congreso de Estados Unidos aprobó la ley que garantizaba el derecho al voto de todos los ciudadanos.

En Selma, el puente sigue operativo, se puede cruzar a pie, y hay un museo modesto y una placita con placas y algunas esculturas que recuerdan el peso histórico que tuvo la caminata a Montgomery en la conquista del derecho al voto de la población negra.

Montgomery en el horizonte

La siguiente etapa del viaje es, justamente, Montgomery. La ciudad, con su capitolio blanco inmaculado, fue un centro importante en el comercio de esclavos, y hoy toda esa historia y su impacto están desarrollados en cuatro museos, el más importante de los cuales es el Legacy.

El concepto museístico de esta institución, creada por la ONG Equal Justice Initiative, interpela al visitante desde la primera sala. Sin golpes bajos –la historia es tan dramática que no los necesita–, comienza el recorrido con la llegada de los primeros africanos esclavizados, cuyo destino era trabajar en las plantaciones de algodón y tabaco, y se va adentrando lentamente en cuatro siglos de maltratos.

Un mapa audiovisual muestra el movimiento de los barcos negreros a través de los años, con un contador que se acelera a partir del 1700. Las embarcaciones zarpaban de África y llegaban a distintos puertos del continente americano y también a algunos de Europa. Diez millones de personas llegaron a las Américas: hombres, mujeres y niños de todas las etnias de la periferia africana y del interior del continente.

Una dramática instalación representa su desembarco, como una playa llena de cabezas y torsos semienterrados, con rostros inexpresivos, cadenas, grilletes y collares de castigo en el cuello.

En las paredes de las salas, de piso a techo, se reproducen avisos de las subastas –en los que se anunciaba la venta de seres humanos junto con vacas y fardos de algodón–, imágenes de linchamientos, y la multitud mirando a la cámara, o la caballería montando contra manifestantes inermes. También la bandera negra que se colgaba en algunos edificios con la frase: “Ayer se linchó a un hombre”.

El Legacy agrupa decenas de testimonios a lo largo de casi 400 años que muestran la brutalidad, el desamparo y la injusticia que padeció la comunidad negra en el sur de Estados Unidos.

Recién en la década de 1950, algunas acciones coordinadas comienzan a tener impacto, como el boicot de 13 meses al transporte público en Montgomery (ver en DU aparte). También, los viajes de larga distancia de los “freedom riders”, desafiando el statu quo de que blancos y negros no podían compartir asiento en los ómnibus, o las sentadas de negros en las cafeterías de blancos esperando que los atiendan.

Lentamente, y ante la dureza de la segregación, empiezan a organizarse, en gran parte con el liderazgo de los pastores evangélicos, conmovidos por la doctrina de la supremacía blanca y el relato impuesto de la inferioridad racial de los negros. Al mismo tiempo, los miembros de grupos como el Black Panther hicieron saber que una solución era imperiosa: ya no podían seguir ofreciendo la otra mejilla.

El Legacy fue construido en el terreno donde antes se levantaba un depósito de esclavos, en el centro de Montgomery. El complejo consta de tres predios: el museo; el memorial, ubicado a un par de kilómetros, una construcción sobria e imponente que recoge los nombres de más de 4.700 afroamericanos linchados entre 1882 y 1968, clasificados por condado y estado; y un parque de esculturas, al que se llega en bote en apenas 15 minutos. Este viaje busca representar el trayecto que realizaban las personas esclavizadas desde el lugar donde eran subastadas hasta la plantación de la que no volverían a salir hasta que sus dueños decidieran venderlas nuevamente.

Birmingham, escala final

En Birmingham se cierra este recorrido, donde también la supremacía blanca dejó su marca indeleble. Dos años antes de la marcha de Selma, una bomba explotó en una iglesia negra y mató a cuatro niñas pequeñas. En diagonal al templo, hoy una plaza las recuerda con un grupo escultórico. Otras esculturas recrean momentos violentos de la historia de la comunidad negra en la ciudad.

Frente a la plaza, el Instituto de Derechos Civiles recrea cómo se vivía en Birmingham desde comienzos del siglo pasado. El circuito es menos dramático que en el museo Legacy, pero también muestra la vida segregada y no pasa inadvertida la vitrina con el reconocido atuendo blanco y el gorro puntiagudo del Ku Klux Klan.

En la misma manzana se puede visitar el motel A. G. Gaston, que en la década de 1960 también fue centro de las reuniones políticas y por ello fue blanco de un atentado con bomba en 1963.

Al caminar por las calles de Birmingham se escucha un gospel muy suave. Parece una brisa que llega de las plantaciones. Letanías por el dolor del cuerpo y del alma, que buscaron refugio en las iglesias –también segregadas–. Siglos más tarde se convirtieron en canciones de protesta, en blues, que llevaron su esencia africana a todos los continentes.

Datos útiles

La forma más directa es llegar a Atlanta con Delta Airlines y de ahí conectar con vuelo a Memphis, regresando desde Birmingham.

La marcha de los patos

El centenario y elegante hotel Peabody de Memphis ya no es tan famoso por su trayectoria como por la marcha de los patos en su lobby. La historia se remonta a los años ´30 cuando un gerente del hotel y un amigo –pasados de copas ambos y de regreso de una excursión al campo– hicieron la broma de meter tres patos en la fuente de mármol del lobby. Luego, a alguien se le ocurrió hacerlos marchar diariamente hacia la fuente. Así comenzó una tradición que ya tiene 90 años.

Todos los días a las 11 de la mañana un maestro de ceremonias con chaqueta roja baja por el ascensor con los patos (que ahora son 5) y los hace caminar unos 10 metros por una alfombra roja hasta la fuente. A las 17 horas, desandan su camino y vuelven en ascensor a la terraza.

Hoy, no hay turista que pase por Memphis que no se haga unos minutos para ir al Peabody a sacar fotos de esa marcha. Y el hotel aprovechó el éxito y armó un paquete exclusivo para niños, con acceso privilegiado a los patos.

149 Union Ave, Memphis. T: +1 (901) 529-4000. www.peabodymemphis.com

De Joan Báez a Jairo

En la década del ´40, una canción de letra sencilla y melodía pegadiza se escuchó por primera vez en una huelga. Se llamaba “We shall overcome”, y en pocos años haría su camino hasta convertirse en un himno de la lucha de la comunidad negra estadounidense por los derechos civiles.

En su momento, Joan Báez fue una voz poderosa que la hizo llegar a todos los rincones del planeta. Aquí, María Elena Walsh la tradujo como “Venceremos”.

Con reminiscencias de gospel y spirituals, Martin Luther King la escuchó por primera vez en 1957, en una escuela de Tennessee y al rato se encontró tarareándola. Luego incorporó su letra a muchos discursos.

Jairo grabó su versión en español en 1994. Y el año pasado, en el 30° aniversario del atentado a la AMIA, la cantó junto a los familiares en un emotivo acto en el Palacio Sarmiento (ex CCK).

El bosque de Faulkner

En las colinas suaves del norte de Mississippi, en las afueras del pequeño y adorable pueblo de Oxford, se halla la casa de dos plantas de William Faulkner. Fue su hogar, refugio e inspiración durante 30 años. Aquí nacieron muchas de sus obras emblemáticas y aquí también se convirtió en Premio Nobel en 1949, y en ganador del Pulitzer en 1954.

Totalmente construida en madera, la casa data de 1844. Faulkner la compró en 1930 y la llamó “Rowan oak”, un nombre inventado que combina dos árboles (el serbal escocés, un árbol muy común en Europa y símbolo de la paz, y el roble perenne del continente americano, símbolo de la fuerza). El bosquecito de cedros en medio del cual se levanta la residencia perfuma el aire y lo refresca, aún durante los sofocantes veranos del sur.

La propiedad es amplia, luminosa, con paredes enteladas y pisos de madera que crujen al pisarlos. Mantiene muebles originales, libros, cuadros y hasta su vieja máquina de escribir. Hoy pertenece a la Universidad de Mississippi.

www.rowanoak.com

Rosa Parks

En la década del ‘50, la segregación en el sur era estricta y la ausencia de derechos de la población afroamericana, extrema. Escuelas, cafeterías, restaurantes, peluquerías, tiendas… cualquier actividad estaba separada por raza.

En los buses, de la mitad para el fondo viajaban los negros. Una tarde, en Montgomery, después del horario laboral, un bus se llenó y el chofer pidió a varios afroamericanos que dejaran su lugar a los pasajeros blancos.

Harta de la falta de derechos, una mujer se negó.

La llevaron presa. La comunidad, respaldada por las iglesias bautistas, reaccionó de inmediato. Se organizó un boicot al transporte que duró 13 meses.

El hecho terminó siendo un hito en la historia de la lucha por los derechos civiles de los negros y demostró el potencial de las campañas sin violencia.

La mujer se llamaba Rosa Parks y su historia está presente en todos los museos de derechos civiles de Estados Unidos. También tiene el suyo propio en Montgomery.

252 Montgomery Street. T: +01 (334) 241-8615. De lunes a sábado, de 9 a 17 hs. u$s 5,50.

MEMPHISDÓNDE DORMIRHilton Garden Inn Downtown Beale St. 201 Union Ave. T: +1 (901) 528-1540. Céntrico y a cuatro cuadras de la movida de Beale Street. Con piscina cubierta, fitness center, restó, estacionamiento. En el hall siempre hay café y cookies o agua fresca con frutas. Desde u$s 162 más impuestos la doble sin desayuno (u$s 13).DÓNDE COMERCatherine & Mary’s 272 S Main St Suite 105-a. T: +1 (901) 254-8600. @catherine_marys Cocina toscana y siciliana. Restó muy cool, con interior de ladrillos y cañerías a la vista. Muy buena coctelería, vinos italianos, servicio impecable. De 16 a 22. Desde u$s 60 por persona.PASEOS Y EXCURSIONESBb King’s Blues Club 145 Beale St. T: +1 (901) 524-5464.  @bbkingsmemphis Música y gastronomía sureña. Uno de los lugares emblemáticos de la movida musical local. Salón con doble nivel. Shows continuos de blues, soul o rock. Mesas pintadas, recuerdos de músicos en las paredes. Platos abundantes, excelentes precios. Derecho de espectáculo: u$s 10, sin límite de tiempo. Desde 10 AM hasta medianoche.Hotel Lorraine 450 Mulberry St. T: +1 (901) 521-9699. @ncrmuseum Todo el predio del hotel fue convertido en Museo de los Derechos Civiles (National Civil Rights) en 1991, varios años después del asesinato de Martin Luther King. Se conserva intacta su habitación, hoy con una de sus paredes vidriada. El museo es enorme y muy detallado. Recorre la historia de la segregación y los momentos trascendentes en la batalla de los afroamericanos por el derecho al voto. De miércoles a lunes de 9 a 18. u$s 18.Graceland Elvis Presley Blvd s/n. T: +1 (901) 332-3322. @visitgraceland Es la residencia más visitada de EE.UU después de la Casa Blanca. Sacar las entradas con antelación e ir con tiempo (hay mucho para ver, mucha gente y un mínimo de cuatro colas: ingreso, minibus a la casa, ingreso a la residencia, regreso en el minibus). Entrada básica con autoguía: u$s 84 (más u$s 10 de estacionamiento). Se visita la casa, la colección de autos y motos y un espacio enorme con el homenaje de cantantes (desde Springsteen, Hendrix, Kiss hasta Michael Bublé). Otras “experiencias” llegan hasta los u$s 250 por persona. También se puede pernoctar en The Guest House at Graceland, hotel frente al predio, ambientado al estilo Elvis. La doble desde u$s 216, sin desayuno. www.guesthousegraceland.comStax Museum Of American Soul Music 926 E. McLemore Ave. T: +1 (901) 261-6338. Hay instrumentos, consolas, un pasillo colmado de tapas de vinilos grabados aquí y hasta una iglesia de madera, desmontada y armada de nuevo. El recorrido virtual es excelente staxmuseum.org/museum/virtual-tour/ Martes a domingo, de 10 a 17, u$s 20.Sun Studio 706 Union Ave. T: +1 (901) 521-0664. La “cuna del rock&roll” sigue activa como estudio de grabación. Aquí grabó Elvis su primer single y pasaron leyendas del blues, gospel, country y rock. La visita guiada es imperdible. De 10 a 17:15. u$s 20.CLARKSDALEDÓNDE DORMIRHampton Inn By Hilton Clarksdale Ms 15000 New Africa Road. T: +1 (662) 621-1717. CKMNA_hampton@hilton.com En el ingreso al pueblo. Personal atento y buenas instalaciones. La doble con buen desayuno desde u$s 131 más impuestos. No hay Uber en Clarksdale. Pregunte el precio antes de tomar un taxi.PASEOS Y EXCURSIONESGround Zero Blues Club 0 Blues Alley. T: +1 (662) 621-9009. www.groundzerobluesclub.com  @gzbluesclub El bar más turístico de Clarksdale, abierto por Morgan Freeman en 2001 en un viejo galpón. Shows con bandas de Memphis. De miércoles a sábado, de 20 a medianoche. Derecho de espectáculo: u$s 10-15. Snacks desde u$s 8 y platos (abundantes) desde u$s 14.SELMADÓNDE DORMIRSt James Hotel Selma 1200 Water Avenue. T: +1 (334) 553-6700. Hotel sureño tradicional, con la calidez de otros tiempos. Hermoso patio interior de ladrillo con fuente. Recientemente renovado, a una cuadra del célebre puente Pettus. Cuartos con vista al río Alabama. Doble desde u$s 128, sin desayuno.Puente Edmund Pettus Aquí fue reprimida en 1965 una marcha hacia Montgomery para reclamar el derecho a voto. Recién la tercera vez se logró llegar. Del otro lado del puente hay una plazoleta con placas y recordatorios. También un museo (en remodelación).MONTGOMERYDÓNDE DORMIREmbassy Suites 300 Tallapoosa Street. T: +1 (334) 269-5055. MGMES_GM@hilton.com Ubicado cerca del río, recientemente renovado, con piscina cubierta y fitness center. La doble desde u$s 140 más impuestos, con desayuno.DÓNDE COMERSaza Serious Italian Food 130 Commerce St. T: +1 (334) 495-7292. Pastas, pan con ajo, pizzas, ensaladas. Carta amplia. Excelente servicio. Desde u$s 40 por comensal.PASEOS Y EXCURSIONESThe Legacy Sites 400 N. Court Street. T: +1 (334) 386-9100.  @legacysites La entrada incluye tres predios. El Museo, enorme (1.000 m2), conmueve. Muestra la llegada de esclavos al continente y presenta cuatro siglos de penurias (segregación, linchamientos, falta de derechos cívicos, abusos y condenas sin evidencias), en una exhibición interactiva, con videos, instalaciones, y mucha info. El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia (a 1 km, con minibus), un sobrio homenaje a los afroamericanos linchados (más de 4.000), con nombre y lugar del asesinato. El tercer predio es el Parque de las Esculturas. Se llega en catamarán (15 minutos por el río Alabama). Busca despertar conciencia sobre el viaje de los esclavos hasta las plantaciones. Esculturas de distintos artistas. De miércoles a domingo, de 9 a 18. Entrada única: u$s 5. El Monumento y el Parque se recorren en una hora cada uno. El museo puede llevar el día entero.Iglesia Bautista de la Avenida Dexter 454 Dexter Ave. T: +1 (334) 263-3970.  @dexterlovesdexterserves A dos cuadras del Capitolio. Aquí era pastor Martin Luther King (1954-1960). Tour con reserva los viernes y sábados.BIRMINGHAMDÓNDE DORMIRFairfield Inn & Suites 1918 1st Ave North. T: +1 (205) 263-9157.  @marriottbonvoy Moderno, cerca de los lugares históricos. Sin piscina, pero con un fitness center bien equipado. Personal atento e instalaciones óptimas. La doble desde u$s 174 más impuestos con desayuno continental.PASEOS Y EXCURSIONESInstituto De Los Derechos Civiles 520 Sixteenth Street North. T: +1 (205) 328-9696. @bhamcivilrights Es más abarcativo que su nombre. Muestra la evolución de la ciudad con la llegada de inmigrantes y distintos momentos de la épica por la integración de los negros y el derecho al voto (videos, fotos emblemáticas y un atuendo completo del Ku Klux Klan). Hay recreaciones de época (aulas segregadas, un aparato antiguo que reproduce grabaciones musicales de los años ‘50 y ‘60, una cafetería, la fachada de un teatro). De 10 a 15:30. u$s 15.Iglesia Bautista De La Calle 16 1530 6th Avenue North. T: +1 (205) 251-9402. @16thstreetbaptist Primera iglesia de Birmingham (1873) para afroamericanos. Desde 1880 está en este emplazamiento frente al Instituto de los Derechos Civiles. El domingo 15 de septiembre de 1963, el Ku Klux Klan detonó un explosivo que mató a cuatro adolescentes y provocó grandes destrozos. Una placa en la vereda recuerda a las víctimas.Parque Kelly Ingram Calles 16 y 17 entre las Avenidas 5ta y 6ta. N Frente a la iglesia y el Instituto, con grupos escultóricos que recuerdan la represión a los afroamericanos y a las adolescentes muertas en el atentado.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/el-destino-que-fue-cuna-del-blues-bastion-de-la-lucha-racial-y-se-reinventa-con-aires-modernos-nid06092025/

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