Fue un inmigrante proveniente del entonces Reino de Cerdeña y Piamonte (Italia a partir de 1861) el artífice del nacimiento de uno de los 48 barrios porteños y hasta llegó a ser conde italiano. La novela comenzó en el puertito pesquero de Lavagna, extendido entre el Mediterráneo y colinas, cerca de Génova, donde el 12 de marzo de 1833 Giuseppe Devoto y Rosa Vacarezza festejaron el nacimiento de Antonio.
En 1850, con sólo 17 años, se embarcó con su hermano Bartolomeo, dos años menor que él, en un buque que soltó amarras rumbo a la Argentina. Seguramente, por la cubierta principal pasearon elegantes viajeros; pero en las clases inferiores, los camarotes fueron compartidos por emigrantes que venían a radicarse y trabajar.
Aquí, los esperó el hermano mayor, Gaetano, mientras que en la península quedaban sus padres cuidando del resto de la prole: dos varones y cinco mujeres más. Con el tiempo, Antonio cumplió con creces su sueño de ultramar. Cualquier biografía lo resalta como empresario, banquero, emprendedor, filántropo y político... Entre tanta tarea y prosperidad, como presidente del Banco Inmobiliario, adquirió en 1889 las tierras que habían sido propiedad de la familia Altube a fin de emplazar una nueva villa bonaerense.
Otro italiano, piamontés, el arquitecto e ingeniero Giovanni Antonio Buschiazzo (autor de parte del encanto arquitectónico porteño), fue quien trazó el plano modelo parisino (en damero, con diagonales y bulevares) del flamante pueblo en el límite oeste de la actual ciudad de Buenos Aires. El proyecto fue aprobado por el intendente el 13 de abril de ese año. Por tal motivo, este es el día del aniversario del amable y atractivo barrio Villa Devoto, ya con 136 años de historia. El topónimo se definió en 1896 para homenajear el papel impulsor de Antonio.
En general, de modo infalible, se lo rotula como “jardín de la ciudad”. Inobjetable. Proliferan plazas, plazoletas, paseos y parquecitos que flanquean las estaciones de los ferrocarriles San Martín y Urquiza. Suman una veintena de canteros en avenidas, canchas deportivas y el vergel de una escuela de floricultura y jardinería. En fin, una agraciada geografía que le provee ese verdor que, dicen, es el más relajante de la paleta de colores.
A este apacible panorama contribuyen anchas veredas, calles arboladas y algunas empedradas que contienen una mayoría de construcciones residenciales de una o dos plantas entre acicalados caserones, reliquias arquitectónicas de alguna quinta boscosa o con matices de palacete y hasta con lujo… aunque poco a poco brotan inmuebles elevados.
La serenidad es notoria en la vía pública: los autos no corren y hay menos tránsito, se respetan los derechos de los caminantes, no suenan bocinas, hay mucha familia en sus actividades y siempre la peatonal es un remanso para inventarse una pausa con un buen café. La barriada contiene un centenar de arterias y, aunque los foráneos argumentan que queda lejos del microcentro o cuesta llegar, los vecinos eligen sin dudar el sosiego “devotense” (como refiere el gentilicio).
“Hace 15 años vine a vivir a Devoto y me quedé por la tranquilidad, es como si no formara parte de la Capital. Es verdad que para venir desde otros barrios es un poco a trasmano, pero jamás lo cambiaría, defiende enfático Alejandro Cravero mientras pedalea en bici junto a su hija Elena por el Paseo del Encuentro.
Cuando abundan las pasiones y las selfiesAl recorrer las cuadras en un fin de semana se ven escenas de visitantes que piensan en Instagram o Facebook. Por ejemplo, en la Plaza República Árabe Siria, frente a la estación del ferrocarril San Martín, hay un estupendo mural del glorioso arquero Amadeo Carrizo realizado por el prolífico muralista Martín Ron para enaltecer que el jugador vivió en el barrio (porque nació en Rufino). La imagen está formada por una portada de la revista El Gráfico y dos manos hechas con minifotos aportadas por los vecinos. No hay hincha de River que se resista a posar y siempre habrá algún voluntario para hacer la toma.
Sin embargo, en términos deportivos, lo más convocante es la esquina donde vivió Diego Maradona en los años 90 con su familia. “Yo vivo en Segurola y Habana 4310, séptimo piso. No tengo ningún problema en que me vengas a buscar. Te espero en Segurola y Habana”, le chantó el crack a un rival y pasó al anecdotario popular.
Habitualmente, fanáticos del Diego posan con aires de victoria delante de la señalética de la ochava opuesta, donde los carteles del poste ostentan su nombre y apellido entre stickers que pegan los futboleros, en tanto que el edificio tiene una placa que lo homenajea.
Otro de los domicilios con cierta devoción fotográfica es Benito Juárez 3227, la segunda casa de Miriam Alejandra Bianchi, es decir, Gilda, la reconocida cantante y compositora de la cumbia tropical, quien, en el auge de su carrera, con apenas 34 años, murió en un accidente vial ocurrido en Villa Paranacito, Entre Ríos, el 7 de septiembre de 1996.
Y si alguien quiere retratarse como si estuviera en la londinense Abbey Road, donde en 1969 caminaron los Beatles a pocos metros del estudio de grabación para la portada del álbum de ese título, puede darse el gusto aquí. Sólo hay que pararse delante del hermoso mural con John, Ringo, Paul y George que también realizó Martín Ron, adicionando un fondo de un disco anterior, Yellow Submarine. Está en la pared de una casona en avenida Lincoln 4299 que fue de Federico Devoto (un sobrino del conde) y donde ahora funciona la Academia Cultural Inglesa.
El corazón y la periferia de un estilo de vidaLa principal demarcación de este distrito de 6,4 km2 perteneciente a la Comuna 11 es la avenida General Paz, la frontera esencial entre Provincia y Capital. En tanto que las calles divisorias (de norte a sur) son Campana hasta continuar por la sesgada avenida San Martín unas cinco cuadras y tomar Francisco Beiró (hacia el suroeste). Formando un ángulo de 90° continúa por Joaquín V. González para seguir su curso por Baigorria y luego por Lope de Vega hasta la General Paz.
En la Plaza Arenales –a la que casi todos le dicen “Plaza Devoto” y que primero se llamó Santa Rosa– y su periferia es donde transcurre la más activa vida educativa, social, sanitaria, religiosa, comercial y gastronómica.
En el centro de sus cuatro manzanas, donde alguna vez hubo una fuente que estuvo hasta que se ahogó un niño, se encuentra el Monumento a la Bandera, de 1958, con un pilar de cuatro lados donde hay placas de bronce con obras del escultor Luis Perlotti, quien talló en una de las piezas los rostros de los próceres San Martín, Belgrano y Juan Antonio Álvarez de Arenales.
A pocos metros está la estatua de Antonio Devoto (aunque no haya fundado el barrio), del reconocido escultor florentino Arnaldo Zocchi. Es una obra de 1928 que en un principio presidió el acceso al Asilo Humberto Primo, que se incendió en 1958. Luego de varias vicisitudes con la pieza artística, desde 1980 ocupa su actual emplazamiento.
Flores, arbustos, césped y añosos árboles son el entorno de gente que hace gimnasia o caminatas, utiliza las barras de calistenia, toma mate, pasea sus perros, concreta encuentros, juega con los chicos o da vueltas a la calesita.
Enfrente de estos democráticos 30.000 m2, sobre la calle Mercedes, los días hábiles del ciclo lectivo, la comunidad educativa de la Escuela de Educación Media N° 3 Antonio Devoto le imprime al área su dinámica específica desde su inauguración en 1921. Este palacete de 1890 –construido por Buschiazzo– fue originalmente la casa de Antonio con su primera esposa, Rosa Viale, y la plaza eran los jardines, aunque más que nada fue una quinta de fin de semana poco ocupada y enfocada en las reuniones sociales. (Aquí fue anfitrión del príncipe Luis de Saboya y de personalidades como el presidente Julio A. Roca).
También le perteneció el lote del imponente edificio de aspecto italiano donde funciona la Biblioteca Devoto (porque era su voluntad que se estableciera) y que está del otro lado de la plaza. “Después de muchas idas y vueltas –casi dos décadas– se abrió al público en 1938. Tiene una sala de lectura, un sector infantil y cerca de 30.000 volúmenes como para satisfacer una amplia demanda y con ejemplares que son históricos. Se asegura que fue la primera biblioteca porteña en permitir que los vecinos se llevaran libros a sus casas en calidad de préstamo. Y se sigue haciendo”, expresó Mariano Moral, bibliotecario especializado en la formación de usuarios en la búsqueda y utilización de la información, incluyendo recursos digitales.
En diagonal se impone el Hospital General de Agudos Dr. Abel Zubizarreta (Nueva York 3952), que es el pilar de la salud vecinal. Nació como estación sanitaria, luego fue casa de socorros hasta que, en 1912, se convirtió en el actual nosocomio.
Testimonios del pasadoEn una de las diagonales que se junta con el vértice de la plaza, a unos 100 metros, está el Palacio Ceci, catalogado como bien de interés arquitectónico por el Gobierno de la Ciudad. Lo hizo edificar en 1913 Alfredo Ceci, uno de los integrantes de una familia italiana inmigrante, asociada a la industria de la construcción, que se afincó en estas manzanas. Ejemplo de eclecticismo, se identifica un estilo italianizante acompañado de ornamentación ostentosa por tener pisos, aberturas y boiserie de roble europeo, mármoles de Carrara, mayólicas inglesas y obras de arte en sus techos.
Ronda la leyenda de que en la mansión suele verse el espíritu de una empleada de la aristocrática casa Ceci que habría sido pasajera del Titanic cuando se hundió. El portón está cerrado y un cartel dice que se encuentra en restauración... En su entrada por la calle José Cubas funciona la Escuela de Educación Especial Ayrolo, dedicada a personas con hipoacusia y trastornos del lenguaje.
A una cuadra, en tanto, se destaca, refinada y cuidadísima, la Casa de la Villa (Gualeguaychú 4104), con perfil del academicismo italiano, que diseñó el arquitecto Bruno Avenatti y que en el pasado habitaron directores del Ferrocarril al Pacífico y la familia del inglés W. C. Huxtable, excontador de la compañía. Con un precioso jardín en la entrada, cálidamente iluminada y modernizada con muy buen gusto en su interior, respetando su valor patrimonial, dispone de un restaurante y cafetería y se organizan eventos.
Otro emblema simpático y cercano es El Castillito medieval en una minimanzana triangular (Habana, Joaquín V. González y Fernández de Enciso), calificado como patrimonio histórico de la ciudad. No se sabe quién lo diseñó, pero sí que lo levantó la firma Besana Hermanos (la que hizo el Congreso de la Nación) con los aportes de los vecinos. Terminado en 1900, fue (y aún es) sede de la Asociación de Fomento barrial –la primera del país–, luego registro civil y, desde 1937, es la Biblioteca Roque Sáenz Peña.
También resulta encantadora la Escuela de Floricultura y Jardinería dependiente de la Facultad de Agronomía de la UBA, con unos 12.000 m2, entre José Cubas y Fernández de Enciso, con la calle Habana en el medio. Poblado de estudiantes y donde hay cursos abiertos al público, es otro de los frondosos recintos verdes. “El establecimiento homenajea al británico John Oswald Hall, que fue importador, comerciante de té, coleccionista de orquídeas y amante de la naturaleza. Compró en 1892 estas dos manzanas, donde construyó su casa e invernadero”, explica el director ejecutivo Ernesto Giardina, agrónomo.
Relata que “Hall recibía a personalidades como los presidentes José Figueroa Alcorta, Manuel Quintana, Marcelo T. de Alvear y hasta al príncipe de Gales y al exótico Maharajá de Kapurthala (quien tuvo un palacio imitando a Versalles). Se conserva la denominada ‘calle de las Palmeras’ que llega hasta el antiguo portal, por donde ingresaban los visitantes distinguidos en esta, su casa de fin de semana. John murió en 1936 y dejó el predio como legado a la Universidad de Buenos Aires para formar una escuela de jardineros”.
Por otro lado, lo que atrae por sus enormes dimensiones es el Depósito de Gravitación de Villa Devoto (similar al de Caballito), a unos 500 metros de la plaza. De estilo neorrenacentista francés con aspecto de palacio, fue construido entre 1915 y 1917 en el punto considerado como el más alto de la ciudad, a 38,19 metros sobre el nivel del mar. En su interior se distribuyen 12 tanques de acero de abastecimiento de agua potable. Admirables son las cinco cúpulas, una en cada esquina y una mayor en la fachada de Beiró 4150. Está rodeada por una mansarda y su puerta principal es de importantes proporciones.
Contrariamente, da pena la Casona de Francisco Beiró por el grado de abandono y destrozo. Está a la vista de todos en Cantilo y Marcos Paz. A principios de año hubo un abrazo en defensa de este patrimonio que ya tiene “protección estructural”, empero sigue deteriorándose. El proyecto –se dice– es restaurarla y darle un fin cultural a la vivienda del dirigente radical que fue elegido vicepresidente de la fórmula con Hipólito Yrigoyen en 1928, pero murió poco antes de asumir. Mudo testimonio, se conservan en el portón de hierro las iniciales FB.
En cuestiones de fe, el templo católico principal es la espectacular Basílica San Antonio de Padua, erigida sobre tierras que Devoto habría comprado en 1889. En 1913 comenzó la construcción y concluyó en 1928, de acuerdo con los planos del austro-húngaro Josip Marković, quien tomó como modelo la Basílica Superga de Turín. De estilo neoclásico romano, la nave principal tiene cuatro brazos como una cruz griega, con una gran cúpula y dos campanarios laterales, mientras que en su fachada se imponen cuatro columnas toscanas y un frontis triangular. A los costados de la puerta, resaltan los relieves de Antonio y su segunda esposa, Elina Pombo.
En el interior lucen excelentes frescos de los artistas italianos Dante Ortolani (que era arquitecto y escenógrafo del Teatro Colón) y Luis Boni (titular de la cátedra de Arte en la Academia Nacional de Bellas Artes). La cripta –donde descansan los restos del benefactor y sus esposas– se abre el 13 de junio, el Día de San Antonio, cuando se pide novia o novio. Está a sólo tres cuadras de la plaza.
Asimismo, hay otras instituciones del distrito con un bagaje reconocido como Villa Devoto School, de origen británico, que se fundó en 1908. Desde 1944 ocupa parte de lo que fue la “Quinta Sati” del constructor inglés Ben Williams Gardom, muy vinculado con obras ferroviarias del país y uno de los dueños de la empresa Hopkins y Gardom que edificó en Retiro la torre que Inglaterra le obsequió a la Argentina en el Centenario (hoy Torre Monumental), cuya piedra fundamental se conserva precisamente en el patio de este colegio, en Pedro Morán 4441.
También con un siglo de vida, es muy valorado el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, situado en Asunción 3780. En su origen, en 1911, fue un internado de niñas. Del mismo modo que es importante el Colegio Fasta San Vicente de Paúl, en Gabriela Mistral 3757, donde antes cumplió un papel trascendental el Asilo San Vicente de Paúl para cobijar a niñas carentes que fueron cuidadas, educadas y formadas para tener un trabajo en el futuro.
Claro, tanto mencionar maravillas o ex, resulta insoslayable el predio de seis manzanas donde se encuentra el llamado Complejo Penitenciario Federal, entre Bermúdez, Nogoyá, Desaguadero y Pedro Lozano, desde 1927, en terrenos donados por la familia Visillac. El Gobierno de la Ciudad anunció recientemente la reanudación de obras de una nueva unidad en la localidad de Marcos Paz que permitiría trasladar esta cárcel ubicada en medio de una zona residencial de casas bajas. ¿Qué se hará en ese predio? Tampoco se sabe aún.
Los ámbitos deportivos de siempreEn 1895, un sitio emblemático fue la Sociedad Italiana de Tiro al Segno, creada por inmigrantes apasionados del tiro al blanco, que estuvo activa en el barrio hasta 1926. Pero en el pasado más cercano, y hasta hoy, hay opciones para poner el cuerpo en movimiento. Por ejemplo, con una capacidad de 3.500 personas, el Estadio Enrique Sexto, en Desaguadero 3180, honra a quien fue chofer, DT y presidente del Club Atlético General Lamadrid, el cual compite en la Primera C de los clubes afiliados a la AFA.
Surgido en 1950, tiene un polideportivo techado donde el griterío de las tribunas de familiares y amigos alienta a los jugadores de varias disciplinas y edades. El apodo es “carcelero”, por estar al lado de la penitenciaría, o “Lama”, por Lamadrid. Al respecto, aseguran que así se llama por un vecino madrileño que era almacenero; aunque, a la hora de la constitución jurídica del club, se aludió al general homónimo que luchó por la Independencia. Es un centro deportivo con una trayectoria de más de 70 años.
Su habitual competidor es el Kimberley Athletic Club (Joaquín V. González 3238), nacido en 1906. El “Kimber” se carga de bullicio cada vez que se disputa un partido de futsal, competencia en la que brilla, si bien hay muchos socios que entrenan en atletismo, patín, básquet y fútbol. Otro de los clásicos clubes de barrio es el Pedro Lozano, que paralelamente es biblioteca y fue fundado en 1939. En sus salones, hay clases de artes marciales, ritmos y fútbol infantil y superior.
Y si la aptitud o pasión es con red al medio o nadando, el Ateneo Félix Marino (del Círculo Católico de Obreros) dispone de tres canchas de tenis, un amplio gimnasio y natatorios. En ese solar funcionó hasta 1936 el Villa Devoto Lawn Tennis Club, creado por un grupo de jóvenes británicos en 1896. En el Polideportivo Onega del Gobierno de la Ciudad, en Gabriela Mistral 3819, las familias practican tenis, vóley, básquet y fútbol.
Para pasarla bien y tentar a los foodiesUno de los tan apreciados polos gourmet ciudadanos se ha desplegado en este distrito con propuestas muy placenteras y uno de los focos primordiales es la diagonal Fernández de Enciso, sólo peatonal. Son 100 metros en cuyas veredas hay mesas donde saborear todo tipo de exquisiteces para compartir una comida o tomar un café o un trago en un espacio relajado.
Mientras que, a dos cuadras, haciendo esquina con la plaza, resulta muy amigable el local de Rapanui, en una hermosa casona estilo marplatense donde sacarse las ganas de algo dulce, con sus trufas, bombones, cremas heladas y otras delicias de chocolate.
En esa línea sabrosa, también es cita casi obligada Betular Pâtisserie, dirigida por el destacado chef y pastelero Damián Betular, a quien hemos visto como jurado en los programas MasterChef y Bake Off. Se afirma que es el “rey del macaron”, el clásico alfajorcito francés. Hay que tener paciencia; suelen formarse largas filas para llegar al extenso mostrador.
En tanto que, si uno busca lo tradicional, es ineludible y placentero ocupar una mesa (adentro o en la vereda) del Café de García, fundado en 1927 por el asturiano Metodio García y su esposa Carolina, y que reabrió en 2024 luego de estar cerrado dos años. Con un característico piso damero, la ornamentación de este “bar notable” de Buenos Aires está cargada de símbolos deportivos. Entre sus habitués estuvieron Graciela Borges, Alejandro Dolina, Enzo Francescoli, Víctor Hugo Morales y lo visitó Francis Ford Coppola. Los que saben aseguran que las picadas son imperdibles, a la par de que los precios no asustan. También tiene servicio de delivery para paladear su variada carta en almuerzos o cenas.
Otra posibilidad es Casa Lucca, que se autodefine como “cocina de inmigrantes” y sirve platos españoles e italianos (como una suculenta lasaña con diversidad de salsas), aunque es factible devorar una parrillada o zapallitos rellenos. Asimismo, casi al lado de la Biblioteca Devoto, atiende uno de los locales de Cucina Paradiso, del chef Donato de Santis, con sus menús italianos típicos y toques contemporáneos.
Y antes o después de estos deleites, un lugar clave de entretenimiento y cultura es el modernísimo Teatro Devoto, donde antes estaba el salón de actos de un colegio. Sorprende su amplia y calificada programación de alto nivel en música o teatro con artistas de renombre. Si el plan es ver un buen espectáculo, no hace falta ir a la calle Corrientes, Devoto también lo tiene.