Tiene ELA: el conmovedor testimonio de un ingeniero agrónomo que, pese a la adversidad, busca que más jóvenes sigan esta profesión

A Antonio Barrio, ingeniero agrónomo, la vida lo enfrentó a un duro diagnóstico: esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que afecta las neuronas motoras y debilita progresivamente los músculos. Sin embargo, lejos de rendirse, encontró en su profesión una fuente de felicidad y en la docencia un propósito: inspirar a los jóvenes para que se acerquen a las ciencias agrarias y ambientales.

“Cuando quería estudiar Agronomía me parecía que era demasiado para mí. Entré a un profesorado de química, pero al año lo abandoné. No fue tan malo porque ahí conocí a mi esposa. Nos casamos, tuvimos dos hijos y valió la pena”, recordó el viernes pasado en las charlas Aaprender, durante el XXXIII Congreso de Aapresid.

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Con el paso del tiempo, la idea de convertirse en agrónomo seguía latente. “El árbol de Bariloche que había visto de pequeño sembró una semilla en mí y mi esposa le puso el agua para sacarla a luz”, contó. Finalmente, se animó a inscribirse en la facultad. “Siempre que entraba por la avenida de las Casuarinas decía: ‘¡Ay, qué alivio que estoy acá!’”.

Barrio cursaba sus materias de 18 a 21. “Venía de un trabajo que no me gustaba nada, pero cuando llegaba el momento de cursar me sentía muy bien, muy feliz”, confesó. Aunque reconoció que fue “medio vago para estudiar” y que no se consideraba un gran cerebro, la simpatía y las oportunidades lo acompañaron.

Antes de recibirse, la cátedra de Cultivos Industriales lo invitó a participar en las clases: “Fue tan grande para mí porque tuve como compañeros a profesores que me enseñaron muchísimo. Entendí que la agronomía no solo es producir: implica economía, sociología, curar y sanar nuestros ambientes, cuidarlos”.

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Comenzó trabajando ad honorem, pero eso no le quitaba motivación. “Era muy feliz”, dijo. Luego llegó el puesto full time y el sueldo: “Mi felicidad desde ese entonces es absoluta”.

Su vocación por difundir la carrera lo llevó a sumarse a un grupo que invitaba a escuelas a conocer qué hace un agrónomo. “Sobre todo para los chicos de la ciudad, que no saben lo que hacemos, qué es lo que uno aprende. Hacemos biotecnología, rotación de cultivos, cuidamos el ambiente. En el grupo de malezas con docentes enseñamos ecología de malezas para entender el ciclo y tener otras herramientas”, detalló.

Cuando mediaba su exposición, mostró una serie de fotografías de lo que realiza en la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba): “Hay chicos tocando el suelo, metiéndose en una calicata, mirando clonación en profundidad. Es muy importante. Cuando vienen las delegaciones, les pregunto: ‘¿Quién va a estudiar en esta facultad?’. Obviamente nadie, pero antes de irse me dicen que ahora lo piensan, y eso no está tan mal”.

Una anécdota lo marcó especialmente. “Una vez vino una chica a una charla y después me escribió que quería volver. Vino con su hermana, que estudiaba profesorado de biología. Un año después me las encuentro y las dos se habían anotado. Para mí, fue un momento de mucha felicidad”.

Barrio se declaró un agradecido: “Anduve por lugares que nunca pensé que estaría, recorrí muchos países, me dieron becas para estudiar. Realmente me siento muy agradecido de la universidad y esto les cuento a los chicos”.

Luego, citó al escritor español Víctor Küppers para explicar su filosofía: “Küppers habla del valor de las personas: C más H, todo multiplicado por A. C es el conocimiento que vamos adquiriendo, H son las habilidades que traemos o heredamos de la familia, y todo multiplicado por la Actitud. Les digo a los chicos que no tienen que ser superinteligentes ni estudiosos; una actitud positiva multiplica lo que hacen y les gusta que les diga esto”.

Pese a la ELA, su objetivo sigue claro: “Estoy en una etapa complicada de la vida, pero mi idea es seguir sembrando”. Por ese motivo, lanzó una invitación: “Quiero invitar a las empresas y a los agrónomos a abrir las puertas de sus establecimientos y fábricas, porque los chicos no saben lo que hacemos. Es tan bonita nuestra forma de vivir, y muchos piensan que si no tienen campo no tiene sentido estudiar Agronomía. Tenemos que cambiar ese modelo”.

Para Barrio, la tarea del sector es clave: “No somos malos, nos gusta producir más y mejor para un mundo que no deja de crecer en población, pero con una superficie escasa”.

Su mensaje a los jóvenes fue directo y esperanzador: “Son maravillosos, necesitan ser escuchados, tener donde reflejarse. El valor de una vida no es lo que producimos, sino lo que deja sembrado”.

Con cada charla, cada visita de estudiantes y cada anécdota compartida, Barrio reafirmó que, incluso frente a la adversidad, la pasión y la vocación pueden ser el motor para inspirar a otros que dejan huella en cualquier joven que inicia su camino universitario.

Dicen quienes lo conocen que, con cada grupo de chicos que llega, más que una bienvenida, sus charlas son una invitación a soñar y a comprometerse, con palabras cargadas de amor por la educación y un interés genuino por los estudiantes y futuros colegas.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/campo/tiene-ela-el-conmovedor-testimonio-de-un-ingeniero-agronomo-que-pese-a-la-adversidad-busca-que-mas-nid12082025/

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