La imagen de arriba fue tomada en el Real Jardín Botánico de Sydney, Australia, y lo que la gente mira es un Aro gigante a punto de florecer. Nos ahorraremos, por pudor, el poco inspirado nombre científico de esta arácea extraordinaria, cuya flor es monumental (llega a los 3 metros de altura) y, al mismo tiempo, muy infrecuente. Por eso, produce un fuerte olor a carne podrida y de este modo atrae a sus polinizadores. Endémica en Sumatra, se encuentra sin embargo en peligro de extinción. Ocurre lo mismo con la Rafflesia, también del sudeste asiático, cuya flor es la más grande del mundo, con un récord de 111 cm de diámetro y un aspecto de lo más alienígena. Quizá, si persistimos en la arrogancia que hemos practicado hasta hoy, la imagen de arriba no sea sino un retrato del futuro, cuando solo podamos ver a los seres vivos más extraordinarios de este planeta en un frágil cautiverio. Si acaso.