Luisa Zuberbuhler, fundadora de revista Lugares: “hace 35 años, ni los argentinos conocían la Argentina”

Llego a su casa para entrevistarla con motivo de este 35 aniversario. Es extraño. Ella creó la revista, pero al final -por esas vueltas de la vida- yo trabajo en ella desde hace mucho más tiempo que el que ella la dirigió.

Tengo como una inquietud, cierta ansiedad. Hace mucho que no nos vemos. Coincidimos en LUGARES cuatro años.

Cuando yo me sumé a la redacción de la calle Maipú 863, la revista ya tenía más de siete años. La habían creado ella, Luisa Zuberbuhler, junto con su socia y amiga, la fotógrafa Julie Bergadá, allá por 1990. Con Rossana Acquasanta, que ingresó junto conmigo y fue directora entre 2004 y 2022, la hicimos crecer durante 20 años. “El mejor trabajo del mundo”, han dicho muchos colaboradores. Algo debe haber, porque si no LUGARES no habría atravesado tan holgadamente nuestra vida laboral hasta convertirse en parte de nuestras vidas.

Luisa y Julie dejaron sus cargos de directora editorial y directora de fotografía en 2001 –su última edición fue la 73–, y para cuando Julie falleció, en 2014, no llegamos a vernos en el cementerio, porque Luisa se fue enseguida. “Estaba hecha bola”, me diría más tarde por teléfono.

Sé que sigue viajando porque la veo en su Instagram, a donde publica fotos con Camilo Aldao, su marido, con quien se casó en 1999. Lo llama “mi modelo favorito” y se los ve felices en distintas partes del mundo, en la finca Los Álamos de San Rafael (de los Aldao), en su casa del country El Potrerillo de Larreta, en Alta Gracia (de la familia de ella), y en El Casuchín, el puesto que su madre remodeló en Acelain, la famosa estancia de Tandil de su bisabuelo, Enrique Larreta. Me alegra saberlo. Después de que dejó LUGARES, Luisa publicó notas en D&D –su fundadora, Fini Travers, hermana de su primer marido, Carlos, fue una figura muy importante en esta historia– y ahora está contenta de simplemente viajar, sin el compromiso de escribir una nota como corolario de la experiencia. Si algo admiro de Luisa es que sabe pasarla bien. El hedonismo propio de los viajes le sienta de maravillas.

En los tiempos que compartimos redacción con ella y Rossana Acquasanta –entre 1998, cuando la revista fue adquirida por La Nación, y 2001–, nos habíamos acostumbrado a sus expresiones favoritas: “manjaresco”, “alucinante”, “adoré”, “salté de la cama”, “me fascina”. Puro entusiasmo y franqueza. No le importaba tanto si las palabras se repetían en un texto, sino que al leerlos quedara claro qué era recomendable y qué no. “El Palmar es un lugar que me desilusionó; fui tres veces, insistimos con un guía, con otro, porque es tan famoso, pero siempre me pareció que no tenía ninguna gracia”, confiesa sin tapujos. Sus consejos y acotaciones eran de los más auténticos y personales. Ya en el número uno criticaba que las excursiones arrancaran tan temprano, calificando el paseo que salía a las 6.30 de “realmente sádico”. El cuidado del medioambiente no había ganado el protagonismo que tiene hoy y, en la primera edición sobre el glaciar Perito Moreno, cabían comentarios como “es cierto que los helicópteros espantaron a los cóndores, pero a menos que sea un ecologista a ultranza, si tiene los 40 dólares que cobran, vale la pena dar la vuelta de escasos e inolvidables 10 minutos”.

La idea era que las notas tuvieran un tono ameno e íntimo, como quien le cuenta a un conocido al regresar de un viaje. “Las Galápagos son feas, feas sin vueltas”, decía Paola Rizzi en LUGARES 13. “Ni siquiera el agua es cálida: la famosa corriente de Humboldt se encarga de mantenerla gélida”, profundizaba. Claro que había una vuelta de rosca y un encanto posterior, pero había que llegar a él a través de su honestidad brutal.

En los epígrafes no era raro que Luisa se refiriera a ella como “yo”. O “No se deje engañar por la bucólica mansedumbre de este grupo de guanacos. En realidad, son tremendos: para esquilarlos, hay que anestesiarlos” (LUGARES 10). Siempre fue franca y espontánea, y parecía que hablaba para sus amigos. Probablemente lo fueran, pero tenían el respaldo como para atraer anunciantes de peso: automotrices, líneas aéreas, hoteles, bancos y restaurantes. En un principio, la comercialización estuvo a cargo de Carlos Travers. Por entonces, la revista salía cuando se reunían los fondos para pagar la imprenta, a razón de tres o cuatro números por año. En 1996, el área de publicidad quedó a cargo de Carlos Aime de Prime Ediciones. Él las puso “en vereda”. “Nosotras, hasta entonces, salíamos cuando podíamos. Y, a partir de ese momento, tuvimos que sacar seis ediciones al año y con fecha fija”, recuerda. Fue todo un desafío, pero cumplieron y siguieron creciendo. Eran los años 90, pleno menemismo del dólar 1 a 1. Mientras los argentinos aprovechaban para viajar al exterior, el mérito de LUGARES fue mostrar los destinos de cabotaje que no conocían, con un tono fresco y de primera mano.

El resto de la historia la conozco, porque fue cuando ingresamos al staff con Rossana, pero ahora tengo la oportunidad de preguntar por esos ocho primeros años. Cuando la revista tenía otro formato, era diseñada a mano por Juan Bautista “Cacho” Pérez, se armaba en casa de Luisa y casi no había presupuesto para pagar las notas. “Teníamos unas firmas increíbles, muchas con seudónimo porque otros medios pedían exclusividad, pero todos viajaban porque les divertía el viaje y no les importaba tanto la plata. Destaco especialmente a Aldo Sessa, Urko Suaya y Alejandro Sáez Germain. Nosotras a gatas llegábamos a pagar la imprenta, que me acuerdo de que eran 60.000 dólares por edición, era una barbaridad”.

–¿Y cómo fue que se te ocurrió hacer una revista de viajes?

No, no se me ocurrió para nada. American Express me encargó una revista de viajes. Entonces, partimos con Julie –a quien yo conocía porque era muy amiga de mi hermana menor– a hacer las notas. Fue increíble, porque nos trataron bárbaro y nos invitaban a todo, para una revista que todavía no existía, sobre todo en El Calafate. De ahí fuimos a Ushuaia, e hicimos otras notas. Y cuando la teníamos lista, resulta que al ejecutivo que nos la había encargado lo trasladan a México. Y al que lo reemplazó no le interesaba la revista. Yo le pedí que me diera el material –que ya estaba listo, con cromalines hechos– a cambio de ponerle una publicidad. Me dijeron que sí, y gracias a la imprenta (que era la misma de D&D), que confió en nosotras y nos animó a hacerla, pudimos sacarla. “Mirá que, si no se vende, nos contratás de cocineras a las dos, porque plata no tenemos”, le dijimos, y por suerte fue un éxito.

–¿Qué experiencia editorial tenías?

Yo había trabajado muchos años en Para Ti. Y gracias a Aníbal Vigil, que fue muy generoso, en mi última etapa en Atlántida, yo me había interesado mucho en el tema de imprentas y distribución. Porque otra parte importante del éxito fue haberles caído bien a los distribuidores, que eran Vaccaro Sánchez & Cía. Una vez por año, nosotros los invitábamos a comer al Plaza Hotel, y ellos nos invitaban a la playa de distribución. Y se encargaban de que la revista tuviese un lugar de privilegio en los kioscos.

–¿Y cómo hicieron para difundir el lanzamiento?

No teníamos presupuesto. Nos ayudaron mucho Mirtha Legrand y Susana Giménez. La Nación nos hacía una página de publicidad en canje, y también salíamos en Página/12, de cuando Lanata estaba casado con Silvina Chediek.

–Julie siempre contaba que bajó como cinco kilos durante el primer cierre.

Claro, porque ella no había estado nunca en un cierre. Había que esperar las páginas de publicidad, y no llegábamos… Eran horas y horas. Y ella dijo: “Yo renuncio” (risas).

–Y cuando salió la revista, ¿hicieron una fiesta?

¡Sí! Una gran fiesta en el Alvear, no podíamos creer haber juntado la publicidad. Aunque, claro, al estar asociados a D&D, ayudó mucho.

–¿Vos habías viajado ya por la Argentina?

Muy poco: Bariloche, Mar del Plata, poco más. Pero me gustaba mucho. En Para Ti y en Paula (N de la R: edición local de la revista chilena que Luisa editó junto con Julie Bergadá durante unos años al mismo tiempo que hacían LUGARES), me inventé varias notas como excusa para viajar.

–¿Por qué LUGARES tuvo traducción al inglés desde la primera edición?

Porque siempre lo pensé así. Desde que fui a El Calafate en 1990, noté que la mayoría de los turistas eran extranjeros. Los argentinos no viajaban.

–¿Cómo lo conociste a Camilo, tu marido?

Yo era muy amiga de Camilo Aldao, hijo, porque él estaba en Gente en la época en que yo estaba en Para Ti, y colaboró luego con LUGARES. Por otro lado, Nacho Aldao tenía Feeling, la agencia con la que hacían las cabalgatas en Los Andes. Y la habíamos publicado algunas veces, pero yo no la había hecho. Y en 1998 decidimos hacerla y pasar el Año Nuevo arriba. Así que me hospedé en Los Álamos, lo conocí a Camilo, hice la nota de la finca, y nos casamos a finales de 1999.

–¿Te arrepentís de haber vendido LUGARES?

No, para nada, porque la vendí bien, y además yo sabía que no iba a poder seguir sin una estructura más grande mucho más tiempo. Había algunos proyectos, como programas de TV y otros, que no se concretaron, y me da un poco de pena, eso sí.

–¿Qué cambió?

Todo: la contabilidad, la imprenta, la distribución. Los primeros años nos quedamos en la oficina de la calle Maipú, pero después La Nación quiso reunir sus revistas en un mismo lugar. Por primera vez pudimos tener suscriptores, que era algo que no habíamos logrado armar. Y le dimos forma a una redacción más sólida, con Rossana como jefa de Redacción y vos y Julia Caprara como periodistas, además de Carlos Tello en el departamento de Arte.

–¿Qué lugares de Argentina te quedaron pendientes?

Talampaya: nunca coincidí para ir yo, aunque hicimos muchas notas.

* * *

Podría decirle cuáles son las más recientes de las que publicamos en los últimos años, pero ya no nos necesita. Me voy contenta a desgrabar esta entrevista. Ella el lunes se va a España con Camilo.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/luisa-zuberbuhler-fundadora-de-revista-lugares-hace-35-anos-ni-los-argentinos-conocian-la-argentina-nid20062025/

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