MONTREAL.– Cuando, días atrás, esta cronista llegó al hotel donde se celebraba el Blue Met —el festival literario más importante de Canadá—, encontró en su habitación una botella de maple syrup y caramelos del mismo gusto. También había tabletas masticables de dicho jarabe de arce que, aunque recordaban al dulce de leche en su textura, ofrecían matices salinos y terrosos que daban un sabor más adulto y sofisticado (Vauquita, si está desarrollando nuevos sabores, ojalá tome nota). Completaba la canasta de bienvenida una manteca de maple syrup.A simple vista, semejante despliegue calórico parecía pensado no tanto para tomar el ascensor y bajar al lobby donde transcurría el evento como para salir hacha en mano hacia los bosques del norte de Quebec. Pero era, evidentemente, una advertencia: iba a hacer falta energía. Para los paneles, las entrevistas, los intercambios de ideas incesantes. También era un recordatorio —silencioso y delicioso— de que esto es Canadá.
La centralidad emocional del maple syrup se refleja en la obra de sus grandes autores, pero también en sus grandes actos delictivos y sus conflictos comerciales. Margaret Atwood —quien recibió en 2007 el gran premio a la trayectoria del festival— señala en Cosas extrañas que el mundo percibe al país como una mezcla de inviernos infinitos, lobos, castores, cortesía extrema y, por supuesto, jarabe de arce. Pero esa dulzura, advierte, encubre lo bizarro, lo oscuro, lo reprimido. Como toda identidad: una mezcla de ternura y tensión.
En el llamado “robo más dulce de la historia”, desaparecieron 18 millones de dólares canadienses en maple syrup de la Reserva Estratégica de Jarabe de Arce de Quebec (una suerte de OPEP del azúcar líquida, pero con sombreros de leñador) en una operación tan absurda como audaz
Esta cronista tuvo el honor de moderar en esta edición una charla con Anne Michaels, otra de las grandes luminarias del país. Su última novela, El abrazo, fue finalista del Premio Booker 2024 y destacada por The New York Times Book Review como una de las mejores ficciones históricas. En una escena célebre, la protagonista regresa a casa tras una pérdida profunda y comparte con su padre la tradición de panqueques con maple syrup servido desde una de esas típicas botellitas de vidrio con asa diminuta, tan decorativa como inútil. Ese pequeño gesto funciona como símbolo del consuelo, y refleja cómo Michaels otorga a los objetos cotidianos una profunda carga emocional. Aunque —según aclaró ella misma, en la vida real le da al maple syrup un uso más pragmático: acostumbrada a escribir de madrugada para proteger a su familia de la oscuridad, literal y metafórica, en la que debe sumergirse para crear, el jarabe le da el empuje necesario.
Pero nada dejó más expuesta la importancia nacional del maple syrup que el famoso robo de 2012, del que surgieron infinidad de productos culturales. Libros, canciones, una investigación de Netflix que lo aborda con seriedad (Dirty Money) y una serie de Amazon que lo convierte en comedia negra: The Sticky, con Jamie Lee Curtis. En el llamado “robo más dulce de la historia”, desaparecieron 18 millones de dólares canadienses en maple syrup de la Reserva Estratégica de Jarabe de Arce de Quebec (una suerte de OPEP del azúcar líquida, pero con sombreros de leñador) en una operación tan absurda como audaz. Alguien logró extraer, transportar y revender toneladas de jarabe sin que nadie lo notara, en un acto que no fue considerado solo un delito económico, sino una auténtica profanación.
Hoy, el tema es también geopolítico. El maple syrup apareció en las listas de productos afectados por la guerra comercial entre los países del Norte. El jarabe, tan aparentemente inocente, se convirtió —más que el acero, el aluminio o los lavavajillas— en una declaración de soberanía: si tocan nuestro syrup, nos están tocando el alma.
Desde entonces, los precios subieron y en Nueva York, una botella como la de la novela de Michaels cuesta lo mismo que una copa de buen vino. En Montreal, cuando esta cronista comentó que volvía a casa, muchos le recomendaron que, además de libros de la feria que no se consiguen en otros lados, llevarse una buena dosis de maple syrup. Como si fuera oro líquido. Porque, en cierto modo, aquí lo es.