En un escenario global marcado por nuevas exigencias de los consumidores, cambios demográficos y disputas por los recursos naturales, la carne sigue ganando terreno en la alimentación humana. Así lo destacó el consultor brasileño Osler Desouzart durante su exposición “Los desafíos de la demanda global de carnes” en la 137a. Exposición Rural de Palermo, donde analizó el comportamiento del consumo mundial, las tendencias emergentes y el lugar que puede ocupar la Argentina como proveedor confiable de proteínas animales de calidad.
“Ustedes están viviendo una Argentina que despertó y volverá a ser grande. Ustedes están viviendo un momento en que Argentina tiene un dirigente que no tiene política de gobierno, tiene política de Estado. No está preocupado con sus elecciones, está preocupado con el futuro de la Argentina. Este futuro les pertenece y deben estar preparados para ello y tienen la obligación de hacerlo. Pero tienen que tener en cuenta que no hay potencia productora y exportadora si no tiene un gran consumo interno”, remarcó.
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El experto recordó la gloria que tuvo la carne argentina hasta la década de 1980. “Era el ejemplo de la carne diferenciada y, en la actualidad, si el consumidor considera la carne argentina como diferenciada, paga más”.
“Los hechos y datos demuestran que la nutrición humana se dirige hacia un mayor consumo de productos de origen animal, principalmente carnes”, afirmó Desouzart ante un auditorio colmado. Y las cifras lo respaldan: entre 1965 y 2022, el consumo calórico total por persona creció un 28,9%, pero el aumento en productos animales fue aún más marcado: +45,4%, frente a un 26% en alimentos de origen vegetal.
En este contexto, el mundo ya no discute si se consume carne, sino cuál se consume, en qué formato y cómo llega al plato. La carne de pollo, por ejemplo, se consolida como la más producida y difundida globalmente, con 126,5 millones de toneladas en 2023 y presencia en 194 países. “Las carnes de pollo, cerdo y vacuno representan el 86,6% del total de la producción mundial de todas las carnes”, subrayó el especialista.
Sin embargo, detrás de las estadísticas hay una transformación más profunda: los consumidores ya no compran kilos de carne, sino experiencias adaptadas a sus estilos de vida. Las nuevas generaciones, particularmente las Z y Alpha, priorizan la practicidad: “Comer fuera, próximo al trabajo, take out o delivery, y productos a prueba de idiotas para la casa, donde reina el air fryer”, enumeró Desouzart, con ironía y precisión.
Según el consultor, en las grandes ciudades, hasta el 50% de la demanda de carnes se concentra en el foodservice, y por eso los formatos más valorados son las porciones individuales, listas para hornear o freír, en envases funcionales y con indicaciones claras de uso. El concepto del kilo quedó atrás: hoy se impone la clasificación por porciones y tipos de corte.
En paralelo, el consumo global seguirá creciendo, impulsado por el aumento demográfico en África y Asia. Entre 2020 y 2050, estas dos regiones concentrarán el 93,8% del crecimiento poblacional mundial. Pero hay una contradicción estructural: “Estas regiones no cuentan con agua suficiente para el cambio en curso de la dieta de sus poblaciones hacia una mayor ingesta de productos animales. Esta alimentación a base de proteínas animales reduce el número de jugadores capaces de generar excedentes. Porque no hay nada más mal distribuido en el mundo que el agua”, advirtió Desouzart.
Esa brecha entre demanda y capacidad de producción local es una oportunidad concreta para países como la Argentina, que dispone de agua, tierra cultivable y know-how ganadero. Según Desouzart, “la alimentación humana migra de los productos vegetales a los de origen animal y estos requieren cuatro veces más recursos naturales, principalmente agua”.
En su presentación lo sintetizó así: “Este es un factor relevante para determinar quién producirá, importará y exportará”. En otras palabras, los recursos naturales son y serán la ventaja comparativa decisiva.
La carne vacuna, si bien pierde participación relativa en el volumen total global frente a las aves, tiene una posibilidad de reposicionamiento como producto premium, de calidad diferenciada, trazable y sustentable. La clave está en dejar de competir por precio y apostar a nichos de mayor valor agregado, donde la historia detrás del producto –origen, bienestar animal, eficiencia hídrica, raza, marmoleo– cobra importancia.
En el mundo, la carne bovina es la que más agua requiere para producirse: 15.415 litros por kilo, muy por encima del pollo (4325 l/kg) o el cerdo (5988 l/kg). Este dato, que podría interpretarse como desventaja, puede transformarse en un atributo diferencial si el país logra demostrar eficiencia en el uso del agua y prácticas sostenibles.
“En China van a seguir comiendo, pero no tienen el agua para producir ¿Ustedes creen que venden al exterior carne vacuna? Ustedes venden agua virtual, tierra virtual, lo que ellos no tienen. Tenemos que ser conscientes que hay 234 naciones que comen carne y menos de 10 son capaces de generar los excedentes exportables y la Argentina está en la sexta posición. Estuvo en el puesto tres y hoy está para renacer. El futuro está en la fotosíntesis virtual, en la tierra cultivable virtual y en el agua virtual”, anticipó Desouzart, en referencia al rol estratégico de los países que disponen de estos recursos. Y remató: “Ese futuro ya es el presente”.
El desafío para la Argentina es doble: por un lado, adaptarse a las nuevas demandas globales, con cortes porcionados, listos para cocinar, con packaging funcional y certificaciones diferenciadas. Por otro, consolidarse como proveedor confiable para Asia y África, donde el crecimiento del consumo será inevitable pero sin recursos propios para sostenerlo.
En ese sentido, entre 2022 y 2033 el consumo mundial de las cuatro principales carnes aumentará en 41,9 millones de toneladas, y el 75% de ese crecimiento estará concentrado en Asia y África, según las proyecciones compartidas por Desouzart.
Por lo tanto, la oportunidad está servida: si la Argentina logra modernizar su oferta, diferenciar su carne bovina por calidad y sostenibilidad, y establecer vínculos comerciales sólidos con estos mercados, puede reposicionarse como potencia exportadora de proteína animal de alto valor en la nueva geografía del consumo global.