Una muestra de pocas obras elegidas cuidadosamente dentro de la amplia trayectoria de un artista de renombre, junto a una exposición explosiva hecha a pedido en unos pocos meses por una artista emergente. Dos maneras de llegar a exponer en el Museo Moderno, como podrá verse hoy, a las 17, cuando inauguren La cuarta pared, de Jorge Miño, y Un día en la vida, de Valentina Quintero. Las dos, curadas por Raúl Flores.
Tienen en común un no sé qué escenográfico. La obra de Miño son espacios interiores vacíos, donde la arquitectura llega casi a la abstracción en blanco, negro y todos los tonos intermedios posibles. El propio espacio que ocupa su obra, el pasillo de ingreso a la colección permanente, le da al conjunto un aspecto de escenario. A unos metros, Quintero entra en escena con la gran presencia teatral que es toda ella: bailarina, cantante, actriz, con un recorrido importante como performer, despampanante con sus casi dos metros cuando se sube a sus tacos altísimos. Sus cuadros son un grito triunfal de color y movimiento. Una voz potente.
Miño tiene una larga trayectoria y muchos años adentro del museo, documentando sus actividades. Actualmente, expone otra serie de trabajos en la Fotogalería del Teatro San Martín. A Flores le llevó muchísimas visitas seleccionar el puñado de piezas que hacen a esta muestra de cámara. “Todos podemos hacer exposiciones pequeñas, de pocas obras que tengan grandes significados”, señaló la directora del museo, Victoria Noorthoorn. La obra se abre al diálogo con el capítulo de abstracción geométrica de la muestra permanente. Salta más allá de la fotografía, y construye una imagen lenticular compuesta por seis tomas. En otros casos, explota el grano para parecer grafito o lava la imagen para llevarla a la acuarela.
También es libre respecto de la arquitectura, y su obra se abre también a que el espectador imagine que puede ingresar en ese espacio real o imaginario, que a veces puede resultar familiar. Invita a sentirse del lado de adentro de cada cuadro, aunque a veces parezca imposible, por ángulos improbables, volúmenes que desafían la perspectiva y geometrías dinámicas que sumergen en el movimiento. “La Cuarta Pared es el lugar del espectador de esta muestra, porque cada obra necesita un ángulo y un recorrido particular”, invita Flores. “Es una invitación a que el espectador sea parte de mi obra; la obra mira al espectador. Es estática, pero con tensión: algo siempre está por suceder. La espacialidad, la volumetría, las geometrías son construcciones y deconstrucciones que tiene mi fotografía”, dice el artista.
En los espacios interiores de Miño no hay figura humana. Podrían funcionar como tablas para las teatrales escenas que construye Valentine, como le dicen a la artista mendocina trans de 27 años (su obra “histórica” es del año pasado). Excepto por tres cuadros, toda la muestra fue producida febrilmente desde que le llegó la invitación a exponer en enero pasado, cuando otra exposición programada se canceló y quedaba esta fecha vacante. Nació entonces esta serie de dibujos de gran escala realizados sobre papel negro, donde los cuerpos y las emociones se traducen en pasteles. Algo así como la revelación de una artista plástica de paleta potente, muy reconocida por sus performances de canto y actuación, pero no tanto por obra en dos dimensiones. “Son imágenes que yo tengo recolectadas en mi cabeza acerca de las relaciones humanas que me rodean, las grupalidades que armo, la vida queer, la vida de la noche, a la vida también del día en relación con esos amores y las amistades, y todas esas formas que tenemos de ser en colectividad", dice Quinteros.
“Es un trabajo muy sincero, de altísima calidad artística, de muchísimo trabajo sobre la disciplina de la pintura”, señala Noorthoorn. “Me sorprendió muchísimo que alguien de su edad visite la historia del arte como lo hace, y eso me produce una gran extrañeza –agrega Flores–. Creo que toda su experiencia escénica y el trabajo corporal que hace el escenario se traduce en sus dibujos en esas anatomías tan particulares”. Quinteros coincide: “Las obras tienen mucha relación con la forma en la que se improvisa la danza teniendo el cuerpo presente. Hay un traslado de la performance a estos pliegos de papel. Una maestra mía de teatro de Mendoza me dijo que hay una línea de mi danza que se repite en estos dibujos”.
Para agendarValentina Quintero. Un día en la vida y Jorge Miño, La cuarta pared, inauguran hoy, a las 17, en el Moderno, Av. San Juan 350, con entrada libre. Hasta el 30 de junio, desde las 11. Entrada general: $2500 para residentes en Argentina; miércoles, entrada sin sin cargo; jubilados, menores de 12 años, personas con discapacidad y acompañante, grupos de estudiantes de escuelas públicas entran gratis.
Entrevista pública a Jorge Miño por Fernando García, el 24 de mayo, a las 17, con entrada libre.