Nació en Junín y se crio en Ramallo. A los 14 aprendió a tocar la guitarra y luego de participar en diferentes agrupaciones, en 1995 Guillermo Novellis se puso al frente de La Mosca Tsé Tsé, que el último 10 de marzo cumplió 30 años de trayectoria.
Para celebrarlo, en noviembre de 2024 lanzaron un álbum que recopila sus más grandes éxitos en compañía de invitados locales e internacionales. Temas como “Para no verte más”, “Todos tenemos un amor”, “Cha cha cha”, “Yo te quiero dar”, “Te quiero comer la boca”, “Baila para mí” y el último hitazo mundialista de “Muchachos”, con la colaboración de artistas como Gilberto Santa Rosa, Los Auténticos Decadentes, Los Palmeras, Los Enanitos Verdes, Agarrate Catalina, Kapanga y Panteón Rococó.
“Ahora nos vamos a tomar unas vacaciones y después vamos a tocar en el Café Berlín y saldremos de gira por Costa Rica, México y Colombia. Todavía seguimos disfrutando de todo lo que nos pasó con el mundial. Siempre fuimos una banda de hacer entre 60 y 70 shows en el año, y seguramente para 2026 haremos un nuevo disco.
–¿Qué significó para vos el éxito de “Muchachos”?
–Fue lo más importante que nos pasó a nivel canción futbolera. Vale aclarar que la letra no es nuestra, la puso Fernando Romero, un tipo al cual no conocíamos y que nunca escribió una canción en su vida, y que llegó a la popularidad gracias a la gente de TyC Sports, que fueron los que la viralizaron. Y después nosotros la grabamos, porque lo justo es justo y la verdad es la verdad, y se transformó en lo que todos nosotros sabemos; grabamos una hermosa versión.
–¿Tenés algún recuerdo especial de aquel momento? ¿Tuvieron algún contacto con la selección?
–Con la selección no hemos tenido contacto directo, lo que si tenemos son momentos imborrables, como cuando bajaron en Ezeiza por la escalinata, con la copa y nosotros estábamos ahí tocando a las tres de la mañana. No sé cuantas veces tocamos la canción. La General Paz estaba llena de gente, pudimos salir del aeropuerto recién al otro día, a las 10 de la mañana. Una locura fue. Hermoso. Y así todo el mes. El día con Holanda tocábamos en la plaza principal de Posadas (Misiones), en la plaza San Martín. Nosotros estábamos en el hotel, a media cuadra de la plaza, y estaban pasando el partido por pantalla gigante, justo ahí donde estaba el escenario. Estaba toda la gente ahí mirando el partido y nosotros decíamos: ‘Si perdemos, ¿qué hacemos? Nos vamos a casa’. Yo no voy a tener ganas de ir a cantar. Y así era cada partido. Tuve todo un mes de inestabilidad emocional con mi sistema digestivo totalmente alterado. Acordate que empezamos perdiendo, y viste como somos los argentinos: “Uh, este pelado es mufa”, empezaban a poner los haters, y yo me quería matar. “Para qué la grabamos”, pensaba, “si estábamos re bien, para qué la grabamos”. Y después vino toda la buena, no se perdió ningún partido más, salió campeón del mundo.
–Naciste en Junín y te mudaste a Ramallo cuando tenías 9 años. ¿Cómo recordás tu infancia?
–Soy de una familia de prácticamente todos ferroviarios, menos mi viejo que laburaba en seguros y mi mamá que siempre fue empleada de rentas de la provincia de Buenos Aires. Justamente nos mudamos a Ramallo por motivos de laburo, donde terminé la primaria, hice la secundaria y me formé en un colegio técnico. Ramallo era un pueblo de andar en patas, ir a pescar, bañarnos en el río y jugar mucho a la pelota. A la noche jugábamos a la escondida. Como no existían estos telefonitos , la vida estaba afuera de casa Fui un tipo de clase media baja, nunca faltó nada y fui a la escuela pública. Salí de la secundaria como técnico electromecánico y después hice un terciario de tres años más, donde me recibí de Técnico Superior en Higiene y Seguridad Industrial.
–¿Trabajaste como Técnico Superior en Higiene?
–Antes de transformarme en un músico profesional, de vivir de la música, me dediqué como 10 años a ese laburo, que principalmente es el de prevenir accidentes en el trabajo. La recuerdo como una etapa de mucho aprendizaje del mundo real, el mundo de los que se levantan a las cuatro de la mañana, que trabajan en turno. Yo trabajaba una semana de mañana, otra semana de tarde y otra de noche. Es un capital que yo tengo, el de haber vivido la vida normal del laburante que tiene 15 días de vacaciones por año, que labura de lunes a viernes o sábado. Ahora laburo los fines de semana y estoy mucho más relajado los días de semana, pero agradezco haber conocido aquella vida.
–¿Y cómo fue que te animaste dar el salto?
–En el 95 se formó la banda y en el 96, con mis 36 años, cuando ya habíamos firmado un contrato, renuncié a mi laburo. Fue una decisión bastante temeraria, porque yo ya tenía dos hijos, mi mujer, y tenía una vida de clase media: mi auto, mis vacaciones, mi casa; pero bueno, creo que las cosas hay que hacerlas en esta vida y no arrepentirte después de no haberlas intentado. El sueño era ese, y por suerte salió bien.
–¿Cómo nació esa vocación por la música y la composición?
–Qué se yo, siempre me gustó la música, me gustó bailar, y cuando aprendí los primeros acordes en la guitarra, no sé por qué, inmediatamente quise hacer mis propias canciones. Es un don que ahora me doy cuenta que tenía, que tengo. Esa vocación por la música, como hacedor de canciones, apareció a los 14 años.
–Este año se cumplen 30 de aquel debut con La Mosca. ¿Cómo recordás ese primer show?
–Empezamos allá por marzo del año 95, cuando todavía yo no había sido designado como cantante, y andábamos en busca de uno. Lo que pasa es que como no conseguimos, y yo hacía las canciones y me sabía la letra, íbamos ensayando como para adelantar hasta que apareciera nuestro Mesías. Y bueno, nuestro cantante nunca llegó y por decisión unánime me tocó hacerlo a mí, con una expresión muy simpática y concluyente de mis colegas: “Bueno dale, cantá vos y listo”.
–Te lo ganaste...
–Sí, sí, y después con el tiempo fui aprendiendo los gajes de comunicar, se ser el que comunica de la banda. El primer show que tuvimos ni siquiera nos llamábamos La Mosca. Fui como guitarrista invitado. Entonces en los ensayos empecé a mostrar a los muchachos que yo hacía canciones, ellos empezaron a confiar en mí –yo soy el mayor de todos, les llevo como 10 años- y arrancamos con un plan: hacer canciones, ensayarlas, grabarlas en Rosario y después llevarlas a Buenos Aires.
–¿Cómo es la dinámica de la banda para componer canciones?
–Primero las toco en la guitarra, esbozo la canción con la letra, estrofas y estribillo, las grabo y en la sala de ensayo se la muestro a los muchachos. Me dicen sí o no y las desarrollamos. Soy el principal compositor y tengo muchas canciones con el derecho de autor compartido, porque siempre hay alguno que me da una idea sobre la canción que es importante, entonces firmamos los dos. Tengo muy pocas canciones que he firmado yo solo. De las más famosas de La Mosca, ninguna firmé solo, aunque fui el gestor inicial. Y a partir de ahí entran en el laboratorio, que es la sala de ensayo, un lugar mágico, donde cada uno le pone su impronta como intérprete.
–¿Qué opinás de los decretos que publicó el gobierno vinculados al régimen de protección de los derechos intelectuales, donde se define que la gestión, el cobro y la administración de los derechos de autores, compositores e intérpretes ya no dependerán exclusivamente de los organismos que estaban facultados como Sadaic y Aadi-Capif?
–Evidentemente, no sé si por ignorancia o mala leche, los artistas vemos y detectamos que esto es un ataque, sobre todo a las asociaciones de gestión colectiva. Porque la ignorancia no es un pecado. Si un médico quiere hacer una casa, llama a un arquitecto, y si un arquitecto se siente mal, llama a un médico. Por eso yo le pido al gobierno que no tome este tipo de decisiones sin consultar, porque por ahí, por ignorancia, no sabe que se pueden cometer muchos daños colaterales. Le pido al gobierno que no deje de convocar a los que sabemos o los que padecemos cualquier cambio que se produzca. Debemos ser consultados y es saludable que podamos participar.
–¿Cuando mirás hacia atrás, ¿qué reflexión hacés sobre estos 30 años de carrera?
–Hay una frase que lo redondea todo: el mundo es de los que rompen las pelotas. Es decir, que nadie te va a venir a buscar a tu casa, que tenés que forjártelo vos, que no hay que echarle la culpa a la mala suerte, que nada tiene que impedirte intentar lo que sueñes y prepararte para eso. Creo en el talento, creo en el trabajo y creo en la suerte. Son esas tres cosas que llevan al éxito. Nosotros tuvimos talento, hicimos un muy buen trabajo y también nos acompañó la suerte.
–¿Y en lo personal?
–Me encuentro en esa minoría que le da lo mismo un lunes que un sábado. Cuando trabajaba, llegaba el domingo y decía: “¡Uh, mañana me tengo que levantar a las cuatro de la mañana!“, y me empezaba a amargar antes de almorzar, como le pasa a todos los laburantes. Ahora, el lunes es el día que llego de gira, que descanso, y a partir del martes empiezo a hacer trámites, me ocupo de mi casa, de mi familia. Y después de vuelta a los ensayos, otra vez de viaje, a veces por el fin de semana o a veces semanas que estamos afuera. Soy un hombre muy feliz, agradecido de la vida y de la gente, y de todos los que tuvieron que ver con su granito de arena con nuestra carrera.