Tini de Bucourt. Tras afrontar dos tratamientos de quimioterapia: “El cáncer es una enorme oportunidad de ser uno mismo”

Es una mujer luminosa: Tini de Bucourt (74) irradia una luz especial, que trasciende su metro setenta y siete centímetros de altura y que, aún en los peores momentos de su enfermedad –acaba de atravesar dos cánceres, “la noche oscura del alma”, como la define ella–, siguió iluminando todo a su alrededor. Sabia, reflexiva, optimista por naturaleza y pendiente de sus deseos, confiesa que este difícil proceso que le tocó vivir fue una chance para transformarse, parir una nueva Tini y dejarse llevar por un camino de sanación repleto de oportunidades. “No tengo necesidad de algo material”, dirá durante la entrevista. Una metamorfosis que comenzó mucho antes, durante los siete años que vivió en India, y que se completó en este tiempo arduo, un tiempo que Tini –ex modelo, coach de mujeres, consteladora familiar– aprovechó para empezar de nuevo y en el que su pasión por la pintura, por la escritura y el apoyo incondicional de sus afectos (sus hijos Juan y Cecilia, sus nietos Chiara, Christian, Sofía y Noah) resultaron clave para lograr su objetivo. De todo eso y más habló con ¡HOLA! Argentina en una entrevista sin condiciones, en la que se mostró tal como es: una mujer sin artificios.

–¿Te da pudor o miedo mostrar tu obra?

–Mucho miedo. Y lo tengo todavía. Pero me decidí a mostrar mis pinturas porque siento que llegó el momento, un momento que tiene que ver con soltar definitivamente el tener que gustarles a los demás, el necesitar la aprobación de los otros. Pero a medida que voy trabajando y armando, el miedo se me está yendo. Además, tengo fecha de inauguración de la muestra, y eso implica otro compromiso: ya no hay vuelta atrás.

–¿Cuándo se inaugura la muestra?

–El 17 de octubre, que es viernes, inauguramos en Espacio Hussek en Martínez. Y el mismo día presento mi cuarto libro, … En silencio. ¿Quién me explica a mí lo inexplicable?, editado por Editorial Planeta. Además, voy a hacer una performance que es sorpresa.

–¿Desde cuándo pintas?

–Desde hace años. Tomé clases muy sueltas, porque durante mi carrera de modelo era muy difícil tomar clases de manera continuada. Estudié pintura con Carlos Gorriarena y Ana Eckel, tomé clases de escultura con Carmen Dardalla y en India estudié con Rameshwar Broota.

–Atravesaste un tiempo difícil, marcado por dos diagnósticos de cáncer y sus respectivos tratamientos. ¿La que emergió de todo eso es una nueva Tini?

–Sí, siento que soy más yo, más auténtica. Mi sueño más grande era llegar a un punto de mi vida en el que realmente pudiera ser yo, vivir simple, simple, simple, con lo estrictamente necesario y en el espacio justo. Y creo que lo estoy logrando. ¡Porque mi vida fue tan ostentosa en algunos momentos! Mi guardarropa, por ejemplo, era obsceno. Pero tuvo que pasar el tiempo y tuve que vivir muchas cosas para darme cuenta de lo que me importa de verdad. Estos golpes fuertes, como el que acabo de pasar, funcionan como despertadores.

–¿Qué otras diferencias hay entre esta Tini y la anterior?

–Esta nueva Tini es más simple. Y dice “no” sin ningún problema. Seleccionó mucho, limpió, como si fuese un colador. Y cuando hablo de limpiar hablo tanto de actividades como de gente. Ahora me escucho más y me hago caso. Yo antes no me escuchaba. Y la verdad es que me siento una mujer nueva. Me encanta mi edad, mis manos, mis canas…, estoy feliz con mi nueva vida.

–¿Qué fue más difícil, el proceso o el post?

–El post, definitivamente. Porque en el proceso algo se fue, algo se murió. Y si bien hay muchas etapas en la vida de uno en las que algunas cosas se mueren, estas son particularmente grosas.

–Durante el tiempo que duró el tratamiento, ¿en algún momento sentiste la tentación de bajar los brazos?

–No, nunca. Y nunca tuve miedo tampoco. Me preguntaban si creía y que iba a vivir o a morir, y yo contestaba: “No sé, para mí va a dar igual ir para allá o para allá”. Yo le agradezco a la enfermedad, porque vi en ella una oportunidad y la aproveché.

–¿En qué sentido?

–Aprendí a ser más coherente conmigo. A soltar cosas difíciles de verdad y a aceptar otras más difíciles todavía.

–¿Quiénes te contuvieron en los días más difíciles?

–Mi hija Cecilia, en el primer cáncer, fue impresionante. Venía de Nueva York a cada rato, iba y venía, iba y venía. Mi hijo Juan también, aunque a él le costó un poco más, como a los varones en general, que siempre les cuestan más estas cosas. Y mi enorme y sólido grupo de amigos: tuve y tengo una red de contención maravillosa.

–¿Y cuáles fueron tus propias herramientas para hacer frente a ese proceso?

–Tengo una fortaleza impresionante, que es algo que me marcó toda la vida. Y también siempre tuve una capacidad de resiliencia enorme: me reinvento fácil, no tengo ningún problema. Lo que sí hice, que fue de gran ayuda, fue pintar y pintar. Empecé a trabajar con las tintas y, gracias a mi profesora, Sandra Ciccioli, aprendí a ser más paciente. Ella me decía: “Aprendé a esperar”. Porque yo era muy ansiosa y quería ver los resultados ya, ya, ya… La tinta me enseñó a esperar días enteros hasta que eso que había plasmado en una hoja de papel, se secaba y tomaba la forma que yo quería. También desarrollé una importante capacidad de contemplación. Me quedaba horas y horas mirando el cielo desde la cama, porque no podía moverme, estaba con una bota en la pierna, porque además me rompí el talón de Aquiles, y no podía hablar, leer o mirar una película, porque al principio estaba desencajada. Y ahí me vino la pregunta fundamental sobre la enfermedad: “¿Para qué?”.

–¿Se te cruzaron las preguntas: “¿Por qué a mí?” o “¿qué habré hecho mal?”

–No, jamás. Este es mi mayor mensaje para quien pasa por lo mismo. Me di cuenta y tengo mis explicaciones de para qué: para aprender a ser yo misma. Quiero ser yo, quiero partir siendo yo, me importa tres pepinos gustarles a los demás. Hice tanto en mi vida, pero tanto tanto que, la verdad, si tuviera que partir, está todo bien.

–¿Cambiaron tus miedos?

–Sí, claro. Cuando tuve el diagnóstico, mi gran miedo era volver a lo anterior, atravesar semejante proceso y no aprender nada de nada. Porque apareció una Tinita nueva, en pañales, que salió al mundo, y yo pensé: “¿Ahora qué hago?”, “¿voy a volver al ritmo de antes, a la velocidad, a ir y venir?”, “¿qué es lo que quiero yo?”.

–Casi no usás la palabra “cáncer”, ¿por qué?

–Digo poco la palabra “cáncer” porque, para mí, no es una sentencia de muerte, sino una enorme oportunidad de ser vos mismo, aunque tuvieras que partir. La enfermedad te da la chance de prepararte para partir, de ser vos de una vez por todas.

–¿Te interesan otras cosas?

–Sí, eso también cambió. Me interesan las charlas profundas, aprender todo lo que pueda sobre arte, leer, leer y leer, y se despertó mi amor por la caligrafía que, aunque lo siento desde siempre, estaba como dormido. También me interesan las manos, mis manos. Me harté de la cabeza, ahora me enfoco en las manos.

–¿Qué te da felicidad?

–El silencio, mis amigos, el vínculo que tengo con las personas. Pavadas como ir a caminar por la orilla del río, estar acá con vos teniendo esta charla. Haber podido aprender que las respuestas importantes están dentro de mí. Tener proyectos y concretarlos, que no se queden en la cabeza, sino que se hagan realidad: en arte, en textos, en otras cosas que seguramente aparecerán. No tengo ninguna necesidad de algo material.

–¿Estás libre de cáncer?

–Nunca en tu vida vas a estar libre de cáncer. Es una enfermedad crónica –no la mía, la de todos los que pasamos por esto–, que con el tratamiento la dormís, pero ahí está. Sí en este momento estoy sin tratamiento, hago mis controles, y por ahora estoy bien. De todos modos, si volviera a tener cáncer, no vuelvo a hacer quimioterapia ni loca. Esto es una decisión muy personal, que de ningún modo pretende influir en nadie que esté pasando por lo mismo.

–¿Aunque ese tratamiento pudiera salvarte la vida?

–No sé si te salva la vida. Realmente no lo sé. A mí, en el primer cáncer, la quimioterapia me salvó. Fue una situación muy difícil y no había otra opción que no fuera con quimio. Pero en el segundo, que me agarró seis meses después, la última sesión no la hice. Estaba harta.

–¿Qué pensaste cuando te dijeron que otra vez tenías cáncer?

–Eso fue muy duro, porque dije: “¡La pucha!, acabo de salir de esto y a los seis meses de nuevo”. Y automáticamente pensé: “¿Por qué?”, “¿qué está faltando?”. Y dije: “Ah, ok, ya sé qué falta”. Me fui a India igual, me llevé a mi grupito de mujeres, y fue la primera vez que dejé de ser la líder, ¡y eso es muy importante! El grupo enteró lideró. Y todas me acompañaron con mucho amor. Esto fue un gran aprendizaje, permitirme ser una más del grupo y no la líder. En mi vida, siempre me ayudó mucho trabajar con mujeres.

–¿Qué aprendiste de las mujeres?

–Que me buscaba a través de ellas. Porque uno se dedica a lo que necesita encontrar en sí mismo. Cuando las miraba pensaba: “Guauu… ¿qué le pasará?”. Fue maravilloso trabajar con mujeres, me encantó.

–¿Cómo te imaginás en el futuro?

–Como una anciana muy arrugada, pero con unos ojos que brillen siempre.

Maquillaje: Mariana Fernández Bonazola.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-hola/tini-de-bucourt-tras-afrontar-dos-tratamientos-de-quimioterapia-el-cancer-es-una-enorme-oportunidad-nid13082025/

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