Robert Francis Prevost, el Papa del “nuevo mundo” para un mundo nuevo

WASHINGTON.- La Iglesia Católica y la Santa Sede desde el Estado del Vaticano han tenido siempre, de distinta manera e intensidad, efectos considerables en las relaciones internacionales. Winston Churchill relata en 1948, en uno de los libros que le valieron el Premio Nobel de Literatura de 1953, la afirmación de Stalin, que solo creía en el poder de los ejércitos: “¡El papa! ¿Y cuántas divisiones tiene?”. Churchill pensó: podría haberle mencionado numerosas legiones no siempre visibles en los desfiles.

Esta Iglesia en el mundo abre un extraordinario capítulo nuevo. El papa Francisco ya descansa eternamente en la magnífica basílica papal de Santa María la Mayor, la primera iglesia dedicada a la Virgen María, iglesia cuyos techos donaron los reyes de España, según la tradición con el primer oro que llego de América.

Si San Martín quiso que su corazón descansara en Buenos Aires, la tumba de Jorge Bergoglio está lo más cerca posible de suelo argentino en Roma: la embajada argentina en la colina fundacional del Esquilino. La discusión seguirá, y politizada en la Argentina, si Bergoglio será santo o si irá al infierno, pero lo cierto es que los argentinos ahora son los nuevos polacos de América.

Una transición en el liderazgo impecable, bajo las cámaras y miradas escrutadoras de 7000 periodistas de todo el mundo, ha culminado con la elección de un nuevo pastor pastorum (PP, pastor de pastores). Los cardenales creados en un 80% por Francisco (108 electores sobre 163 en total de su creación), con foco en las “periferias geográficas y humanas”, dominaron el cónclave donde hacían falta dos tercios de los 133 presentes para ser elegido papa. Los cardenales creados por Francisco son todos sus herederos pero diferentes entre sí. Hijo dilecto de Francisco, sin embargo, Prevost no es Bergoglio, ni León XIV será Francisco. León será León. La meteórica trayectoria reciente de Prevost se confirma en este dato sorprendente: recién fue creado cardenal por Francisco en el consistorio del 30 de septiembre de 2023, hace poco más de un año y medio. Hoy es el Papa.

Lo cardenales electores han roto, en decisión colectiva impredecible, en un cónclave relámpago, un potente tabú: que nunca habría un papa estadounidense. Prevost es un papa ciento por ciento norteamericano, un papa estadounidense con pasaporte peruano, y no lo opuesto, un papa gringo, un papa yanqui, aunque se ha vivido como propio paradójicamente en la América Latina cada vez más evangélica y secular.

Sus acciones serán examinadas en todo el mundo, pero en particular en aquella urbi Chicago donde están sus raíces y esta Chiclayo, urbi periférica pero súbito símbolo del orbi. Es el cuarto papa no italiano desde 1978 (dos europeos, dos americanos). La historia dirá si se reafirma en el futuro una proyección de la máxima conducción católica fuera de Italia y Europa, que comenzó el 13 de marzo de 2013, cuando también podríamos decir a lo Hobsbawn que comienza el siglo XXI en la Iglesia.

Viene Prevost de la Iglesia Católica estadounidense, que ha tenido un rol a la defensiva en la historia nacional, dominada por los protestantes, donde la elección del hijo de Chicago como papa mueve capas tectónicas. Recién fue John Kennedy, en los sesenta, el primer presidente católico, y fue su religión un tema complicado en la campaña electoral. Joe Biden fue el segundo presidente católico y quien le otorgó en los días finales de su presidencia la Medalla de la Libertad al papa Francisco (al igual que a Messi), máxima distinción civil, para muchos aquí incluso tan importante como un Premio Nobel. Y en el actual gobierno de Donald Trump, su vicepresidente, J. D. Vance, y su secretario de Estado, Marco Rubio, se declaran católicos.

Un caso excepcional

Los católicos constituyen alrededor del 25% de la población estadounidense, un tercio de ellos de origen hispano, la cuarta iglesia más grande del mundo después de Brasil, México y Filipinas. Y es Estados Unidos un caso excepcional entre las naciones desarrolladas, un país donde a pesar del secularismo imperante en el siglo XXI, ser un churchgoer (alguien que va regularmente a la iglesia, la que sea) o no, es una categoría social todavía relevante. Y, se sabe, es también la iglesia estadounidense una de las principales contribuyentes a las alicaídas arcas vaticanas.

Una iglesia en el cambiante mundo real es una ecclesia semper reformanda. Así como el papa Francisco hizo una reflexión profunda y un mensaje de preocupación sobre el medio ambiente y cuidado de la “casa común” en su encíclica Laudato si’, de hace una década, que apeló a la sociedad mucho más allá del catolicismo, Robert Francis Prevost, al elegir su nuevo nombre como papa León XIV, hace referencia ineludible a León XIII y su encíclica Rerum novarum, “Sobre el capital y el trabajo”, de 1891. En ella abordaba el mundo social creado por la revolución industrial y el progreso material en la segunda mitad del siglo XIX. Ahora el nuevo papa, cuya marca agustina lleva como un mandato central la compatibilidad entre ciencia y fe, hace una apelación que, como Laudato si’, va mucho más allá del mundo católico: la percepción de la inteligencia artificial generativa como una amenaza de disrupción del mundo del trabajo que apela a todos y no deja a nadie indiferente. Es decir, no se trata de volver dogmáticamente a la Rerum novarum decimonónica, sino de responder en el siglo XXI creativa y humanamente al impacto disruptivo de una indetenible innovación tecnológica mayor.

Si la robotización tuvo un impacto enorme en los sistemas industriales en décadas recientes, la IAG potencialmente lo tiene aún más en la economía del conocimiento. Si antes la tecnología industrial multiplicaba la capacidad física humana, ahora se intenta lo mismo con la capacidad mental humana.

El nuevo papa, que, como todo papa, habla y tiene un compromiso ineludible con la paz, es hijo de un soldado “de la generación más grande” de la historia de Estados Unidos, que peleó en un barco de guerra en el desembarco de Normandía, el mítico Día D, 6 de junio de 1944. La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa el 8 de mayo de 1945, el mismo día en el que fue elegido papa, 80 años después. Comprendiendo su complejidad, no ha pedido solamente por la paz, cualquier paz, sino que también ha exigido que sea mucho más, una “paz auténtica, justa y duradera”.

Uno de los logros más valiosos del papado de Francisco ha sido sin dudas el desarrollo del diálogo interreligioso, surgido de la matriz única de la Argentina, donde la amistad es un valor social y cultural supremo. Los extraordinarios avances logrados en el diálogo con los judíos han sido amenazados por la tragedia de Gaza. Cómo proteger el tesoro de ese diálogo, en estas horas trágicas, es la difícil y delicada tarea que León XIV afrontará desde el minuto uno. Y la guerra entre Rusia y Ucrania también ha amenazado otro logro bergogliano: el inicio del diálogo en 2016 con el patriarca Kiril y la Iglesia Ortodoxa rusa, después de 1000 años de no reunirse.

Uno de los temas más delicados del papa estadounidense será la sensible relación con la iglesia china y con la República Popular China, en pleno desarrollo del conflicto geopolítico clave y más peligroso del siglo XXI, entre Estados Unidos y China. Francisco, primer papa no europeo en siglos, argentino y jesuita, papa del sur, era un interlocutor quizás irrepetible para China. Los jesuitas son valorados en China hasta hoy.

El pionero misionero jesuita Mateo Ricci fue apreciado por el emperador Wanli y el primer extranjero que fue autorizado a ser enterrado dentro de los límites de la muralla de la antigua Pekín. Hoy, su tumba preservada está en el jardín de la Escuela del Partido Comunista de Pekín.

Francisco, que no pudo visitar China, su otro sueño irrealizado, creó con Xi Jinping un puente imperfecto, provisorio, frágil y criticado, sobre todo sobre la elección de los obispos.

En buena parte, el destino de León XIV será el destino de todos, católicos y no católicos. Que su camino sea propicio.

El autor es PhD en Relaciones Internacionales y Ciencia Política, profesor en Georgetown University



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/leon-xiv-un-papa-del-nuevo-mundo-para-un-mundo-nuevo-nid18052025/

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