ROMA.- Fue un Viernes Santo distinto, marcado a fuego por la ausencia del papa Francisco, de 88 años y aún en proceso de convalecencia después de una neumonía que lo puso al borde de la muerte. De todos modos, el Pontífice se hizo presente con las meditaciones, más que actuales y fuertes, que escribió para el tradicional Vía Crucis que tuvo lugar en el Coliseo.
En estas meditaciones, denunció un “mundo hecho trizas que necesita de lágrimas sinceras”, habló de una Iglesia “lacerada” y reiteró su mensaje de inclusión: “Dios salva a todos, todos, todos”. “Nos conoces uno a uno, para salvar a todos, todos, todos. Y si la Iglesia te parece hoy una vestidura lacerada, enséñanos a recoser nuestra fraternidad, fundada sobre tu entrega”, imploró.
Ante miles de fieles y turistas de todo el mundo con antorchas y concentrados en un clima de gran recogimiento, el Papa en los textos que acompañaron la celebración volvió, además, a decirle “basta” a una “economía deshumana”. “También la vía de la cruz ha sido trazada de manera profunda en la tierra; los grandes se apartan de ella, quisieran tocar el cielo. Pero el cielo está aquí, ha descendido, es posible encontrarlo aun cayendo, aun permaneciendo en el suelo. Los constructores de Babel nos dicen que no es posible equivocarse y que el que cae está perdido; es la obra del infierno”, aseguró.
Y siguió: “La economía de Dios no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra. Tu camino, Jesús, es el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara, protege”, recordó, en la tercera estación del calvario, cuando Jesús cae por primera vez. Entonces, la multitud rezó “por aquellos que se sienten fracasados”, “para desafiar una economía que mata”, “para devolver la fuerza al que ha caído” y “por los que están en las fronteras y sienten que su viaje ha terminado”.
“Deshumana es la economía en la que noventa y nueve valen más que uno. Sin embargo, hemos construido un mundo que funciona de ese modo: un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables”, lamentó. “La ley de tu casa, economía divina, es otra, Señor”, advirtió.
En breve empieza el tradicional Via Crucis en el Coliseo, sin @Pontifex_es (aun convaleciente) pero que de todos modos estará presente porque escribió las meditaciones que serán leídas durante el rito que recuerda el calvario de Jesús pic.twitter.com/GLscqpFk5x
— Elisabetta Piqué (@bettapique) April 18, 2025Presidió el rito que recuerda el calvario de Jesús, de lo más sugestivo, con bellísimos coros y que comenzó pasadas las nueve de la noche locales, el cardenal vicario de Roma, Baldo Reina, que cargó la cruz en la última estación. Fue la tercera ausencia del Papa, que ya había faltado a esta cita en el sobrecogedor anfiteatro Flavio el año pasado y el anterior, siempre debido a su fragilidad pulmonar y para evitar exponerse al frío húmedo de la noche romana.
La visita de VanceTal como se había adelantado, el Papa tampoco estuvo en la liturgia de la Pasión del Señor que se celebró antes, por la tarde, en la Basílica de San Pedro, en la que fue reemplazado, por su decisión, por el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales. Entonces, en una de las primeras filas estuvo el vicepresidente estadounidense, JD Vance, junto a su mujer y sus tres hijos.
Convertido al catolicismo en 2019 después de haber estado en Irak, Vance, al margen de haber tenido una reunión con la premier Giorgia Meloni -a quien ya había visto el jueves en la Casa Blanca-, viajó a Roma para pasar la Pascua en la capital que es también el centro del catolicismo. Este sábado será recibido en audiencia por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede y espera poder saludar, aunque sea brevemente, al papa Francisco. El domingo también estará en la misa de Pascuas en la Plaza de San Pedro.
I’m grateful every day for this job, but particularly today where my official duties have brought me to Rome on Good Friday. I had a great meeting with Prime Minister Meloni and her team, and will head to church soon with my family in this beautiful city.
I wish all Christians…
En una procesión en la que las meditaciones se alternaban al Padre Nuestro en latín y la cruz era llevada por diversas personas -operadores sanitarios, voluntarios, migrantes-, en la octava estación, que recuerda cuando Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén, el Papa nuevamente destacó su rol. “En las mujeres has reconocido desde siempre, Jesús, una particular correspondencia con el corazón de Dios. Por eso, en la gran multitud del pueblo que aquel día cambió dirección y te seguía, inmediatamente viste a las mujeres y, una vez más, estableciste con ellas una conexión especial”, subrayó.
En la decimocuarta estación, la última de la vía dolorosa, que recuerda cuando Jesús es colocado en el sepulcro, finalmente, el Papa hizo un fuerte llamado a la paz. “Jesús, que pareces dormir en un mundo tempestuoso, llévanos a todos a la paz del sábado. Entonces la creación entera nos parecerá muy buena y hermosa, destinada a la resurrección. Y habrá paz para tu pueblo y entre todas las naciones”, escribió.
Visita a la cárcelEn la víspera, pese a la convalecencia y a que su estado de salud, si bien con leves mejoras, sigue delicado, Francisco no quiso renunciar a su rol de pastor. Y, tal como se había filtrado, decidió salir de su casa de Santa Marta para escaparse a la cárcel romana de Regina Coeli, donde tuvo un encuentro privado de los más emotivo con unos 70 reclusos que lo vivaron y aclamaron por semejante gesto de cercanía.
Todos estaban emocionados por una visita querida a toda costa por el jefe máximo de la Iglesia católica, desde siempre atento a los últimos y descartados de la sociedad, más allá del esfuerzo que significó en su actual estado.
El papa Francisco explicó entonces por qué estaba ahí. “A mí me gusta hacer todos los años lo que hizo Jesús el jueves santo, el lavado de pies, en la cárcel”, dijo. “Este año no puedo hacerlo -reconoció-, pero puedo y quiero estar cerca de ustedes y rezo por ustedes y sus familias”.
La visita duró media hora. Al salir del instituto en su Fiat 500, el Papa se detuvo a hablar brevemente con periodistas. Entonces, mostró que su sentido del humor porteño, más allá de todo, sigue intacto: a la pregunta de “Santidad, ¿cómo está?”, en efecto, contestó: “sentado”. Luego, como hizo en otras oportunidades, reiteró que cada vez que entra a una cárcel siempre se pregunta lo mismo: “¿por qué ellos y no yo?”.
Finalmente, ante una consulta sobre cómo está viviendo esta Semana Santa distinta, complicada por su convalecencia después de su hospitalización, el Papa fue auténtico: “la vivo como puedo, vivo esta Pascua como puedo”.
Desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio siempre celebró el Jueves Santo -que evoca el lavado de pies que les hizo Jesús a los apóstoles-, yendo a una cárcel o a un hospital, es decir, en lugares de sufrimiento, cosa que luego siguió haciendo como Pontífice. Desde que comenzó a utilizar la silla de ruedas, para simplificar esta operación los detenidos o enfermos a quienes les lavaba los pies eran colocados sobre una tarima.
El Papa, que en casi todos sus viajes internacionales siempre quiso visitar cárceles y que al inaugurar el Jubileo 2025 de la Esperanza, el 26 de diciembre pasado, por primera vez abrió una puerta santa en una prisión (la de Rebibbia), ya había estado en la cárcel de Regina Coeli en 2018. Entonces estaba en buena forma y pudo lavarles los pies a doce presos, en señal de servicio. Esta vez no pudo, pero la visita fue aún más intensa e inolvidable.