La estancia de origen británico que permanece en la misma familia hace siete generaciones

Un gran retrato de Thomas Gibson, el escocés que sembró su linaje en estas pampas, cuelga de la pared justo al entrar. Luisa Mackern, dueña de casa, es la encargada de relatar sus andanzas. “El primer Gibson llegó a la Argentina en 1819 y se llamaba John Jr. Vino a comprar lana porque su padre tenía una empresa textil en Glasgow y, entre otras cosas, hacían kilts. Se estableció en Buenos Aires y adquirió los primeros campos de la familia para la cría de ovejas. Sin embargo, por los conflictos con Juan Manuel de Rosas, tuvieron que vender tierras y volver a Escocia”, comenta Luisa mientras sirve el té con tostadas y chopped eggs.

La charla se suscita cuando cae la tarde, frente a la chimenea prendida en el living de La Tomasa, en Cacharí, al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, a 50 minutos de Las Flores, y sobre la RN 3. Falta un rato para que Sofía Hume, la hija mayor de Luisa, anuncie que está lista la comida –casera y riquísima– y pasemos al comedor, donde la porcelana inglesa con sello, los cubiertos de plata y marfil, los arreglos florales con plantas nativas e incluso las rodajas de pepino en el agua hablarán de la impronta británica del lugar.

“Mi tatarabuelo, Thomas Gibson, estaba entre los hermanos menores de John Jr. y vino en una segunda etapa, en 1837, porque les había quedado sin vender la estancia Los Yngleses, en Mar Chiquita. Lo acompañó Herbert, uno de sus nueve hijos, que resultó un gran emprendedor. Para aumentar la majada familiar, en 1885 compraron La Tomasa, que tenía 6.000 hectáreas. Se las vendió un tal Babio, que puso como condición no cambiar el nombre del establecimiento para recordar a su hija fallecida. En 1893 construyeron la casa principal, con paredes de adobe”, rememora Luisa, mientras me asombro al notar la raíz común entre el inglés Thomas y la criolla Tomasa.

Tras la muerte de Thomas, en 1903, el campo se dividió. Una parte, con el casco de La Tomasa, quedó en manos de su hija May, bisabuela de Luisa, y la otra, llamada Miramonte, quedó para otro de los hermanos. Viuda de George Mackern y madre de tres hijos, May tenía 67 años cuando dejó Inglaterra y se vino en barco para hacerse cargo de la estancia en 1925. El padre de Luisa, Peter Gibson Mackern –“le pusieron Gibson de nombre”–, tenía siete años cuando murió su padre, Theodore, y quedó al cuidado de su abuela. “Se crio en Londres, pero durante la Segunda Guerra Mundial vino a la Argentina y fue pupilo en el Saint George’s College de Quilmes. A los 21 años, cuando la lana ya no era un gran negocio, se puso a trabajar los campos de la familia. Y, como todo inglés, nunca se las dio de patrón, sino que aprendió de abajo; tampoco vivió en Buenos Aires, sino que se instaló aquí para manejarlos”, apunta Luisa, hija de la angloargentina Maureen Bradbury. Creció en estos campos junto a sus tres hermanos –Roberto, Sandra y Christine– y se formó pupila en el mismo colegio que su padre, en el Reydon de Córdoba.

Pasión que se comparte

Ya casada con el veterinario Roberto Hume, Luisa vivió unos años entre La Tomasa y Azul, que está a 60 kilómetros. Eligió la ciudad para escolarizar a sus hijas: Sofía, Agustina, Clara, Teresa e Isabel. Se involucró de lleno en el campo en 2011, seis meses antes de la muerte de su padre, que tenía 84 años. “De repente me encontré al frente de una empresa familiar y había que reordenarla. Me hice miembro de CREA –que es un consorcio de empresarios agropecuarios– y aprendí un montón. En 12 años contribuí a reorganizar la empresa para que fuese productiva. Recién entonces, tras acordar con mi hermana Christine, se la entregamos a un administrador”, relata Luisa. Mientras hacemos los cuatro kilómetros que nos separan de Miramonte por un lindísimo sendero de eucaliptos y robles, detalla cómo se volcó a la hospitalidad.

Separada del padre de sus hijas desde 2014, hace unos años se preguntó qué hacer con el casco de La Tomasa, que resultaba difícil de mantener. “Se me ocurrió recibir huéspedes porque siempre fue un campo muy abierto, pero antes remodelamos la casa para garantizar comodidad”, cuenta sobre la obra en techos y baños, puestos a nuevo antes de abrir formalmente en 2023.

En relación con el equipo que la acompaña, sus hijas son protagonistas. Sofía cocina para los huéspedes; Agustina está en administración agraria y turística; Teresa es veterinaria; Isabel se dedica las redes sociales. Facundo Barni, marido de Agustina y exjugador de rugby que integró Los Pumas, es el encargado del campo. Además, Raquel Segovia cuida la casa y Jorge Vázquez guía las cabalgatas.

La casa principal resulta acogedora, aun con detalles clásicos y señoriales propios de una estancia de fines del siglo XIX. El jardín invita al descanso, con sillones y hamacas entre árboles centenarios, un sector dedicado a las lavandas y canteros con junquillos muy bien cuidados. Abuela de cinco nietos que corren libres por la estancia, Luisa es sociable, muy amiga de sus amigos y se muestra plena como mandamás en el campo. Existe una película independiente que retrata su tesón y entrega como líder de esta familia de mujeres. Se llama Tomasa y fue dirigida por Juana Hodari, sobrina lejana de Luisa.

Mientras vemos el trabajo en la manga, donde vacunan a las vaquillonas de segundo servicio contra la diarrea blanca, la dueña de casa concluye: “Me encanta recibir. Nada está on display porque están ustedes. Todo es auténtico. Anoche comimos con mis cubiertos de plata que heredé de mi bisabuela May… Amo este lugar y me gusta compartirlo. Aquí vivieron y murieron mis padres. Quiero lo mismo para mí”.

Datos útiles

La Tomasa. Reciben en cinco habitaciones dobles muy bonitas y bien calefaccionadas, algunas con baño para compartir. Se puede reservar con o sin comidas y las salidas a caballo. Desde u$s 170 con pensión completa por día, por persona, en base doble. Descuento del 40% para niños. RN 3 Km 232, Cacharí.T: (2281) 40-2438. IG: @estancialatomasa



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/la-estancia-de-origen-britanico-que-permanece-en-la-misma-familia-hace-siete-generaciones-nid26082025/

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