A 80 años de la muerte de Hitler: sus últimos días, el destino de su cuerpo y el origen del mito que asegura que vivió en Argentina

El lunes 30 de abril de 1945, hace exactamente 80 años, Adolf Hitler se quitó la vida. Fue la única salida que encontró para no caer en manos del enemigo. Las tropas del Ejército Rojo habían penetrado en Berlín y estaban a punto de llegar hasta el búnker donde se encontraba el líder nazi. Con su muerte, la Segunda Guerra Mundial en territorio europeo entraría en sus últimos días y el mundo se libraría de uno de los más crueles dictadores de todos los tiempos.

Hitler se mató en una habitación personal de su refugio poco antes de las 15.30 de ese día. Por pedido suyo, su cuerpo fue luego incinerado. Sin embargo, en los siguientes años, este hecho fue puesto en duda y creció con fuerza el mito urbano de que el genocida alemán había escapado de Berlín y había vivido muchos años más a salvo en algún país del mundo, probablemente en la Argentina.

Julio B. Mutti es un escritor e investigador argentino especializado en el nazismo, tema sobre el cual ha publicado siete libros. En el último de ellos, La última guarida de Hitler, recientemente publicado, narra con precisión cómo fueron los últimos días del dictador en su refugio y se encarga de derribar, con bibliografía y pruebas documentadas, las leyendas que aseguran que sobrevivió la guerra. “Es imposible que alguien que estudie seriamente la forma de pensar y proceder de Hitler crea que se puede haber jubilado como un viejito en la Patagonia”, asevera el escritor en diálogo con LA NACION.

“Un mito muy arraigado”

–Julio, ¿qué lo llevó a escribir este libro que habla, como lo dice el subtítulo, del “mito y realidad sobre la muerte del Führer”?

–Fue la inquietud de ver que había muchos trabajos que postulaban la no muerte de Hitler el 30 de abril de 1945. Y por otra parte, saber que ninguno de los historiadores académicos abordó el tema de esos mitos, como el por qué se iniciaron o cuáles son las pistas falsas que siguen para postularlos. Entonces decidí tomar esas teorías como si fueran serias, abordando una por una para desmantelarlas.

–Cuando decidió escribir el libro, ¿influyó el hecho de que uno de los mitos más repetidos asegura que, tras huir de Alemania, Hitler eligió vivir en la Argentina?

–Nunca me lo puse a pensar, pero probablemente hubiera hecho igual el libro, porque esto es un mito occidental más que de la Argentina. Trasciende las fronteras y está muy arraigado en países como el nuestro y los Estados Unidos, no tanto en los países europeos. Pero hay que decir que el gran iniciador de este mito fue (Josef) Stalin, quien estaba al frente entonces de la Unión Soviética.

“Sé que la guerra está perdida”

A mediados de enero de 1945, Hitler abandonó su cuartel de Adlerhorst, desde donde siguió las alternativas de la Segunda Guerra, para recorrer en tren los 500 kilómetros que lo separaban de Berlín. En la capital alemana se instaló en el llamado Führerbunker, un sólido refugio subterráneo de dos pisos construido bajo los jardines de la Cancillería del Reich.

Atrás habían quedado los primeros años de la conflagración mundial en los que los nazis se expandieron por buen parte del territorio europeo. El enemigo -aliados y rusos- avanzaba ahora hacia las fronteras germanas por oriente y occidente y el dictador sabía que la derrota se avecinaba. Así, decidió afincarse, junto a un séquito de funcionarios y colaboradores en el búnker berlinés que sería su último refugio.

“Sé que la guerra está perdida (...) la superioridad del enemigo es demasiado grande (...) Jamás nos rendiremos, podemos caer, pero con nosotros caerá todo un mundo”, le dijo el déspota nazi a uno de sus edecanes antes de partir hacia Berlín, según cuenta Mutti en su libro.

A mediados de abril de 1945, el ejército Ruso acomete su ofensiva sobre Berlín y pocos días después se apodera de la ciudad. Pero no encontrarán a Hitler con vida. Por su parte, el dictador nazi no llegaría a ver la bandera soviética flameando sobre el parlamento de su país, ni tampoco sería testigo de la doble capitulación alemana, el 7 de mayo ante los aliados y el 9 frente a los rusos.

Cianuro y pólvora

–Julio, ¿cómo murió Hitler?

–Es bastante simple. Hitler esperó hasta último momento, retrasó lo más que pudo el final, pero siempre con el cuidado de no esperar demasiado. Su peor pesadilla era caer vivo en manos del enemigo, ser exhibido como trofeo o ser juzgado en Nüremberg como lo fueron después muchos de sus lugartenientes. Entonces, cuando él calcula que faltan 24 horas para el arribo de los rusos, cuando están cerca del centro de Berlín, lo que hace es morder una cápsula de cianuro y al mismo tiempo se dispara en la cabeza con su pistola Walther PPK 7.65.

–¿Se disparó con el arma en la boca?

–Yo digo que es lo más probable, de acuerdo a las declaraciones de los testigos y del estado en que quedó su cabeza.

–¿Estaba solo en ese momento?

-No, estaba en una de las habitaciones privadas del Führebunker con Eva Braun, su esposa. Ella muerde una cápsula de cianuro porque no quería dispararse. No quería ser un cadáver desfigurado.

Incinerado en un cráter

–¿Qué pasó luego con los cuerpos?

–Antes de morir, Hitler le encarga a tres o cuatro personas la incineración de su cadáver y el de Eva Braun. ¿Por qué hace eso? por que era una situación tan inestable la que había en el búnker que tenía miedo que si se lo encargaba a una sola persona quizás no lo podía llevar a cabo. Él estaba obsesionado con no caer en las manos de nadie. Ni vivo, ni muerto, ya que tampoco quería que exhibieran su cadáver como el de (Benito) Mussolini.

–¿Y lo incineran, entonces?

–Sí, los testigos coinciden en eso. Lo envuelven en una alfombra primero, lo ponen en un cráter provocado por un bombardeo ruso a la salida del búnker, en los jardines de la cancillería, y lo rocían con alrededor de 180 a 200 litros de bencina. Tienen la precaución de no echarla toda junta, sino que ir manteniendo el fuego durante bastante tiempo para que los restos se puedan casi cremar.

–Los que hablan de esa posible supervivencia de Hitler aseguran que lo envolvieron en una alfombra porque así lo podían sacar vivo del búnker, ¿qué dice usted ante eso?

–No tiene ningún sentido. Para sacarlo vivo, vos lo único que tenías que hacer era despejar el búnker y que saliera de ahí caminando, ¿para qué lo voy a envolver en una alfombra? La realidad es que se hizo eso porque Hitler tenía la cabeza destrozada y obviamente nadie lo quería cargar lanzando sangre y masa encefálica para todos lados. Fijate que a Eva Braun, que la queman junto a él, la suben por las escaleras del búnker sin envolverla ni nada.

La importancia del Smersh

–Mencionó a Stalin, el dictador al frente de la Unión Soviética, como el impulsor del mito de que Hitler sobrevivió a la guerra. ¿Cómo y por qué se dio esa situación?

–Fue él quien inició ese mito. Cuando los rusos toman Berlín, Stalin envía junto con las avanzadillas del Ejército Rojo a un grupo que se llama Smersh, que es el servicio del contraespionaje ruso. Cuando llegan a la cancillería, el 2 de mayo, este grupo es el primero en ingresar al búnker y de inmediato sella el área, no deja acceder a nadie más. Para que te des una idea, ni al mismo mariscal (Gueorgui) Zhukov, máximo referente militar de la URSS, le dan permiso para bajar al búnker. Le decían que era peligroso porque había explosivos, pero era mentira.

–¿La misión del Smersh era encontrar el cuerpo de Hitler?

–Sí, el Smersh lo que montó fue una operación de contraespionaje para recuperar los cadáveres (también los de la familia Goebbels y de algunos militares), sacarlos del búnker y poder lanzar el mito, la operación de falsa bandera, de que no habían recuperado nada y que Hitler estaba siendo ocultado por los occidentales.

–Pero Hitler estaba muerto.

–Sí. El Smersh encuentra sus restos. Como está carbonizado y en esa época no había pruebas de ADN, era muy común identificar los cadáveres por la dentadura. Hitler tenía una dentadura muy particular, con puentes de oro y con determinados arreglos. Lo que hacen los rusos es buscar a su dentista y encuentran una asistente de él, Kathe Heusermann, todavía refugiada en Berlín. Ella aporta pruebas documentales -radiografías y demás- de que esa era la dentadura de Hitler. Ahí los rusos confirman 100 por ciento que estaban ante su cadáver.

–También hay gente que asegura que no hay ninguna prueba del hallazgo del cadáver de Hitler.

–Es absolutamente falso. Siempre existieron restos de Hitler. Hay fotografías de su cadáver y hay fotos de su mandíbula que aún hoy conservan los rusos y que es la pieza clave de sus restos.

El por qué del mito

–¿Por qué Stalin echó a andar le mito de que Hitler no había muerto?

–Elena Rzhevskaya, la intérprete rusa del Smersh, que fue la que llevó la dentadura de Hitler a Moscú como prueba para Stalin, lo explica muy bien en sus memorias, que se publicaron en los 80. Y después también lo dice Anthony Beevor, un historiador inglés muy importante: Stalin hizo eso para mantener a su pueblo en estado de guerra y de alerta, para conservar su régimen fuerte cuando termina la Segunda Guerra Mundial y empieza la Guerra Fría.

–De acuerdo con lo que dice usted en el libro, el líder soviético difundía personalmente el rumor de la fuga de Hitler y que lo escondían los países de occidente, ¿es así?

–Sí, en una reunión importante de posguerra, Stalin le dice a (Harry) Truman, presidente de Estados Unidos, que él no creía que Hitler estuviera muerto y que podría ocultarse en España o en la Argentina. Y en ese momento él tenía los restos de Hitler en su poder.

–Se sabe que la asistente del dentista de Hitler, que aseveró que la dentadura era del dictador, fue llevada a Rusia donde estuvo retenida varios años para que no contara la verdad. ¿Pasó lo mismo con los alemanes que estuvieron en el búnker con Hitler?

–Exacto. En el libro hago una división entre los testigos de los últimos momentos de Hitler. Están los que lograron escapar de los rusos y cayeron en manos occidentales, que pudieron dar una primera versión coherente de los hechos. Y después están los que fueron llevados a Rusia, que no pudieron hablar hasta la muerte de Stalin, pero lo primero que hicieron al volver a Alemania fue confirmar exactamente la misma versión que habían dado los primeros testigos.

“Hitler está vivo”

–Lo de Stalin como generador del mito está claro. Sin embargo, la leyenda de que Hitler no murió siguió creciendo a lo largo del tiempo...

–En esto hubo un pionero que es un periodista húngaro argentino que trabajaba en el diario Crítica, Ladislao Szabo. En junio de 1945 él fue a cubrir la llegada de uno de los submarinos alemanes que se rindieron en Mar del Plata. Este periodista no hablaba alemán, pero cuenta en su primer libro, que se llama Hitler está vivo, que escuchó que alguno de aquellos tripulantes hablaba de la Antártida... entonces hizo toda una teoría de que Hitler venía en un convoy de submarinos y fue llevado a la Antártida, que estaba viviendo en una base alemana.

–¿Pero Szabo malinterpretó al alemán o inventó directamente la historia?

–No te lo puedo decir, pero sé que escribió el libro y fue el primero de una saga que es interminable, que va pasando diferentes épocas y diferentes países. Y bueno, cada vez salen más libros, e incluso el mito llegó a la televisión, con documentales que son como un reality show, porque de rigor histórico no tienen nada.

–En consonancia con esto, además, de vez en cuando aparece alguna persona que asegura que lo vio a Hitler en algún lugar, ¿eso contribuye a alimentar el mito?

–Sí. Vas a encontrar gente diciendo que lo vio tomar un café en Mar del Plata, por ejemplo y lo dicen seriamente. Digo siempre que Hitler es la persona que murió en más países en la historia del mundo. En Colombia, en Paraguay, en Chile, en una estancia de Bariloche, en el Hotel Edén de Córdoba... y puedo seguir. El tipo hizo un tour por Sudamérica y está enterrado en varios lugares. Es impresionante.

“Poner en valor la historia real”

–Hablando de este tipo de leyendas, ¿cómo es la que incluye a un tripulante del acorazado Graf Spee?

–Hay un mito instalado que dice que un exmarinero del Graf Spee, el barco alemán que se hundió en el río de la Plata en diciembre de 1939, cuidó a Hitler en la patagonia argentina. Eso fue repetido una y otra vez en todos lados pero nadie se tomó el trabajo de investigar, porque si lo hacés vas a saber que este tipo figura entre las bajas del acorazado Bismark. Bethe se fugó de la Argentina y muere en 1941 cuando hunden ese barco. Y está el documento que prueba eso.

–Cuando aparecen las pruebas se acaban los mitos...

–Sí. En el libro hay mucha información sobre la fase final de la guerra, es muy completo tanto en sentido militar como histórico y político, pero también se buscó analizar estos mitos con fuentes serias, para poner en valor la historia oficial y real, tan cascoteada y perseguida últimamente. También para explicar por qué no tienen sentido muchos de los mitos que se presentan como verdades, pero que nunca se basan en ninguna prueba concreta e irrefutable.

El ocaso de los dioses

–¿Qué piensa que hubiera hecho Stalin si lo encontraba vivo a Hitler?

–¡Qué pregunta! Creo que Stalin, en su fuero íntimo, conocía muy bien la forma de pensar de Hitler -él mismo era un dictador y en muchos aspectos eran bastante parecidos- y no tenía ninguna duda de que no lo iba a capturar con vida. Tal vez tenía alguna esperanza de capturar su cadáver, pero no a él vivo. Aunque en el caso de haberlo hecho, no sé si lo hubiéramos sabido, porque lo que pasaba tras las líneas rusas era algo que él no quería nunca que se supiera en occidente.

–¿Por qué Hitler se recluyó y luego quitó la vida en lugar de hacer el intento de escapar?

–Porque Hitler siempre se vio a sí mismo como una persona elegida por la historia. Alguien destinado a trascender, a liderar naciones y a cambiar el mundo hacia un orden como el que él creía. Su manera de pensar nunca cambió. Por eso es imposible que alguien que estudie la forma de proceder y de pensar de Hitler crea que se puede haber jubilado como un viejito en la Patagonia. O sea, ninguna persona que estudie seriamente el nazismo puede plantear eso.

–En relación eso, usted dice en su libro que Hitler “nunca hubiera albergado la posibilidad de sobrevivir a la derrota de 1945″. ¿Por qué?

-Porque él se consideraba una persona elegida por la providencia. Desde que sacó el 13 por ciento de los votos hasta que llegó a ser Canciller nunca modificó su forma de proceder hacia la historia. Siempre hablaba mucho de la providencia, que había sido elegido y que los atentados contra él fracasaban una y otra vez porque había una providencia que a él lo iba cuidando y le permitía avanzar hacia un destino determinado. Por eso, en su testamento dice: “Si yo no sobrevivo, Alemania no merece sobrevivir. Yo soy Alemania”. Hasta el final mantuvo ese melodrama y esa megalomanía que en todo momento los marcó a él y al nazismo como sus rasgos distintivos. La idea de que “con nosotros caerá el mundo entero”. Es como el ocaso de los dioses.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/a-80-anos-de-la-muerte-de-hitler-sus-ultimos-dias-el-destino-de-su-cuerpo-y-el-origen-del-mito-que-nid30042025/

Comentarios

Comentar artículo