Duerme en la calle y empezó a hacer repartos de pedidos por Cabify: “Voy a trabajar hasta salir de esta situación”

Cada mañana, Ernesto Jorge se levanta a las siete de la mañana. Hace más de un año que duerme en un estacionamiento de San Telmo, en un cuartito que le prestan. Los empleados dejan que pase la noche ahí, pero sí o sí tiene que irse antes de que abran y empiecen a llegar clientes, a eso de las ocho. Igual, dice este hombre de 58 años, no le gusta pasar ahí más tiempo del necesario para “descansar”.

Como el lugar solo tiene una canilla con agua fría, se toma un colectivo, el 2, hasta una iglesia en Liniers en donde puede ducharse y desayunar. Cuando termina, se vuelve a tomar el 2, pero se baja en el microcentro porteño. Una vez allí, empieza a caminar. La mayoría de los días, no sabe dónde va a terminar su caminata: si en Congreso, Once, Balvanera, San Telmo, Palermo o Belgrano. Pero sí está seguro de que probablemente camine mucho, bastante, hasta la medianoche incluso. Y hasta hace una semana, también estaba seguro de que todos sus días serían así, pero estaba equivocado.

“Un buen día de trabajo, llego a caminar hasta 50 o 60 kilómetros”, asegura Ernesto, que está en situación de calle desde hace dos años y medio, y hace cinco meses que trabaja como repartidor de Cabify. Hace todos los repartos a pie.

“La plata que gano es lo que me ayuda a poder comer todos los días”, dice. En promedio, junta unos $75 mil por semana, aunque depende mucho de la cantidad de pedidos que le toquen. En general, cada uno paga alrededor de $1500 y hace poco menos de 10 por día.

Ernesto suele tomar repartos relacionados a almuerzos que piden empleados administrativos del microcentro. Pasa horas buscando cafés y viandas en distintos locales y cadenas de comida rápida. Todo lo reparte, a pie, por la zona. Más tarde, cuando los oficinistas empiezan a irse a sus casas, él se acerca a barrios como Palermo en los que hay muchos locales de comida a la espera de que las personas ordenen su cena o una compra del súper. Otra estrategia que usa bastante es quedarse en shoppings, como el Abasto. Al haber tantos negocios en un solo lugar, le llegan más pedidos y no tiene que caminar tanto para llegar de uno a otro.

“Pedidos de repartos hay. El tema es que tengo que rechazar muchos porque no puedo tomar los que implican recorrer distancias largas. Si un cliente compra, no sé, una hamburguesa, yo tengo la responsabilidad de entregarle el pedido rápido, para que le llegue caliente. Y si tengo que caminar 15 cuadras para llevárselo, le va a llegar frío, y no me parece justo”, aclara Ernesto, a quien estas limitaciones le impiden subir de “nivel” en la aplicación y, por ende, la plataforma le ofrece menos opciones de viajes para hacer.

Sin embargo, a partir de esta semana, sus días y sus aspiraciones serán diferentes. A partir de un video de Ernesto que subió a las redes sociales Amigos en el Camino, una ONG que asiste a personas en situación de calle, le donaron una bicicleta.

Todos los trabajos de Ernesto

Ernesto cursó hasta tercer año del secundario y trabaja desde que tiene 13, cuando murió su papá. Empezó en una librería, después como cadete y también hizo changas de gasista, plomero, electricista y hasta pintor, aunque nunca sacó la matrícula de ningún oficio. También tuvo trabajos en blanco en empresas de seguridad y fue chofer de colectivo de las las líneas 168 y 65. Lo que ganaba le alcanzaba para alquilar un dúplex en Monte Castro. Ahí vivía con su mujer y sus siete hijos, que ya son todos mayores de edad.

“Jamás pensé ni me imaginé que iba a quedar en situación de calle”, señala Ernesto. En 2019 le diagnosticaron cáncer a su esposa, Mirta, y como sabía que le quedaba poco tiempo, decidió dejar de trabajar y quedarse con ella sus últimos meses de vida mientras vivía de sus ahorros. En agosto del año siguiente falleció, y Ernesto se quedó sin su compañera, pero también sin trabajo y sin dinero. Entró en una depresión de la que le costó mucho salir. Las empresas de vigilancia como en las que había trabajado anteriormente no lo tomaban por la edad.

“No pude sostener el alquiler del departamento de Boedo al que me había mudado con mi mujer cuando todos mis hijos se habían independizado”, cuenta.

Durante un año, vivió en un hogar de Cáritas en el que “le daban todo”: un lugar donde podía dormir, bañarse, comer y hasta recibir ayuda psicológica. “El tema es que tenía horarios muy estrictos y yo necesitaba ir a la calle y buscar changas para tratar de salir de la situación en la que estaba, y se me hacía muy difícil”, explica Ernesto, que gracias a un conocido logró que lo dejaran quedarse en el cuartito del estacionamiento.

Ernesto, asegura, no quiere ser una carga para sus hijos. “Ellos me ofrecen ayuda, pero yo no quiero complicarlos ni molestarlos. La situación del país está complicada y no quiero ser una carga más. Quiero respetar su privacidad, su hogar, su familia”, aclara. Así y todo, fue uno de sus hijos el que le consiguió el celular que ahora usa para trabajar.

“Cuando salí de Cáritas y cuando empecé a hacer repartos, pensaba para mí mismo: ´Tengo que seguir, ponerme de pie y salir adelante´. Y es que cuando miraba hacia atrás, me daba cuenta de que lo había tenido todo y de que había formado una hermosa familia. Y todo eso que logré había sido gracias al trabajo. Lo mismo tenía que hacer ahora, salir adelante trabajando”, cuenta Ernesto.

“Otros ánimos”

“En cada recorrida, gran parte de las personas lo que más nos piden es poder trabajar, encontrar una salida laboral que les alcance para poder comer y alquilar aunque sea una pieza. En general, las personas que viven en situación de calle, acceden a trabajos precarizados, con bajísimos ingresos. Un chico, por ejemplo, me dijo que trabajaba hasta 12 horas por día como bachero y que cobraba por mes apenas 400 mil pesos”, explica Mónica de Russis, directora de Amigos en el Camino.

Para entender el desafío que puede implicar salir de la calle, el Ministerio Público de la Defensa porteño releva cuánto sale alquilar una habitación privada en CABA: según el último relevamiento, con datos de julio, una habitación privada en un hotel, pensión o conventillo sale, cómo mínimo, $323.000 por mes.

El video con el pedido de la bicicleta que Amigos en el Camino subió a sus redes

Fue durante una de las recorridas nocturnas de la organización por Plaza Italia que una de las voluntarias, Virginia, se enteró de lo mucho que podría ayudar a Ernesto a conseguir una bicicleta.

Por eso, subió un video a las redes de la organización. Gracias al posteo, ya consiguieron cinco bicicletas y ahora la organización está en busca de mochilas de delivery y celulares que funcionen bien para poder brindarles a otras personas como Ernesto una oportunidad laboral y la posibilidad de proyectar un ingreso que les permita costear un alquiler a otras cuatro personas.

Con la bicicleta, Ernesto espera poder hacer más pedidos y más rápido. Por eso, estima que va a duplicar o hasta triplicar sus ingresos. Según sus cálculos, cree que podría llegar a juntar lo suficiente para empezar a alquilar un lugar en el que vivir.

“Ahora solo queda salir a trabajar, como todos los días. Pero la cosa va a ser muy diferente”, asegura Ernesto y agrega: “Voy a salir con otro ánimo. La bici me permitió volver a tener un proyecto, el de poder salir de la calle. Y eso me empuja para adelante y muchísimo”.

Cómo ayudar

Amigos en el Camino es una organización que ayuda a personas en situación de calle. Podés conocer más sobre su trabajo en su Instagram (@amigosenelcamino)

Si querés colaborar con una bicicleta, una mochila de delivery y/o un celular (que funcione y soporte varias aplicaciones como Mercado Pago, Maps, Mail y las de delivery), comunicate al +54 9 11 3910-2998Si querés hacer una donación podés transferir al alias donar.amigos.mp

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/duerme-en-la-calle-y-empezo-a-hacer-repartos-de-pedidos-por-cabify-voy-a-trabajar-hasta-salir-de-nid27082025/

Comentarios

Comentar artículo