Las tragedias aéreas causan un fuerte estupor en las personas. Con el pasar de los años, las teorías sobre estos casos se incrementan hasta conocer el verdadero motivo. En el 2005, la empresa Helios Airways lanzó un vuelo desde Chipre con destino a Praga, República Checa. En el medio del itinerario había una escala en Atenas, Grecia, donde finalmente el avión se estrelló contra una montaña y 121 personas murieron en el acto.
El hecho ocurrió el 14 de agosto, cuando los pasajeros abordaron el vuelo desde Chipre. Según los testimonios recabados en su momento, uno de los pilotos del avión avisó a la torre de control sobre un “desperfecto en el motor” que los iba a obligar a parar en el medio del camino. Al ser un problema importante, del cual se deben tener precisiones absolutas, el personal de la aerolínea dejó de recibir señales por parte de los ejecutivos de la cabina, lo que empezó a preocupar a todos.
Mientras se aguardaban más precisiones de cómo iba a ser el aterrizaje -forzoso- en Grecia, el personal de tierra del aeropuerto de Atenas empezó a idear un plan para tratar de evitar lo que, finalmente, fue una tragedia sin precedentes.
Según reconstruyó el medio británico LadBible, el personal griego empezó a desconfiar sobre un posible secuestro o incidente terrorista del avión por lo que solicitaron “aviones de combate” que sobrevuelen la zona. El resultado fue inmediato: la formación aérea se encontraba por la zona, sin rumbo alguno, lo que agravó aún más la situación.
Al acercarse a las inmediaciones del avión, los rescatistas vieron que el primer oficial estaba desplomado en su asiento y el del capitán, quien comanda a la tripulación, estaba vacío, lo que los dejó totalmente pasmados.
Y eso no fue todo: al inspeccionar el resto del avión, observaron que toda la tripulación estaba inconsciente, sin mover ningún miembro de su cuerpo, y con las máscaras de oxígeno colgando enfrente de ellos, sin uso.
Tras una segunda revisión -en medios del caos generalizado- se encendió una pequeñísima luz de esperanza al ver que el asistente de vuelo, Andreas Prodromou, todavía estaba vivo, pero sin la experiencia necesaria para poder pilotear el avión que finalmente se estrellaría contra una cadena montañosa de Atenas.
Meses más tarde, tras una exhaustiva investigación sobre el accidente que se cobró 121 víctimas fatales, la justicia aseguró que se dio por una pérdida de presión en la cabina, lo que provocó un fenómeno llamado hipoxia (condición en la que hay una disminución del suministro de oxígeno a los tejidos del cuerpo).
En 2006, un año después de la tragedia, la compañía Helios Airways cerró sus puertas. Los familiares de las víctimas exigieron una compensación que se definió, según LadBible, de manera extrajudicial.
Por último, seis empleados de la aerolínea quedaron implicados bajo la carátula “homicidio involuntario”, pero, finalmente, en el 2011, la causa quedó archivada y prescripta al día de la fecha.