El secreto mejor guardado del monte santiagueño: una reserva donde la naturaleza se une con el arte

Viajó por medio planeta antes de descubrir que su verdadera misión estaba en la tierra que pocos conocen: las Sierras de Sumampa, al sur de Santiago del Estero. Ricardo Paz, anticuario y diseñador de 68 años, dejó atrás lo conocido para dedicarse a preservar uno de los biomas más agrestes de Argentina.

En uno de sus viajes, conoció a Omar Ali-Shah, líder sufí y educador cultural que desarrollaba programas de recuperación patrimonial y rescate de saberes tradicionales a lo largo de la Ruta de la Seda. La obra de Ali-Shah lo inspiró a trasladar esos principios a Argentina y a aplicar su conocimiento como anticuario para proteger la sabiduría local.

De Ibiza al monte santiagueño

La vida de Paz está marcada por viajes y cambios profundos. En los años setenta vivió en Ibiza; en los ochenta alcanzó el éxito como anticuario en Europa y Estados Unidos; en los noventa enfrentó una crisis personal que lo llevó a replantearse todo.

“A los veinte años me encontré, me creas o no, viviendo en una cueva de pescadores en el sur de Marruecos, sin un peso y viviendo de la hospitalidad de la gente del desierto. Unos nacen necesitados y otros nacen llenos de privilegios. Sacarme de encima la cunita de oro fue el camino que me tocó. Alguno debe pensar que es fácil o preferible”, comenta.

La tensión entre la sensibilidad artística, las obligaciones familiares y el desarrollo empresarial lo estaba llevando al límite. “Conocer el monte santiagueño me salvó la vida. La naturaleza no miente. Esa vivencia es inmensamente sanadora y la gente del monte tuvo la generosidad de compartir conmigo esa sabiduría”, recuerda.

Al llegar al monte, conoció a su gente y descubrió la belleza guardada en la intimidad de las casas: tejidos artesanales llenos de color y diseños únicos, realizados para el uso cotidiano. “Tardé muchos años antes de descubrir el arte propiamente dicho, la belleza por la belleza misma. Resultó que estaba bien escondido adentro de las casas, allí donde solo entraba el amigo conocido. Deslumbrante en el diseño de las cobijas y sobrecamas, los múltiples diseños actuaban como recuerdo viviente contando su propia historia”, recuerda.

“Ser anticuario es indagar en la cultura detrás de los objetos”, explica Paz. Al llegar a Santiago del Estero, descubrió la gente detrás de la cultura y entendió que podía colaborar con la preservación de esos saberes. Su camino lo llevó al sur de la provincia, donde compró tierras en las Sierras de Sumampa, dentro del bioma del Chaco Serrano, parte del Gran Chaco que se extiende hasta Brasil, pasando por Paraguay y el noreste argentino.

En 2002 fundó la “Reserva Natural y Cultural Los Silencios”, un espacio de más de 500 hectáreas donde se combinan la conservación ambiental, la educación y la producción artística. Desde entonces impulsa prácticas de cuidado del bosque y del agua, convencido de que la cultura puede ser la mejor aliada de la naturaleza. Las tierras centrales de la reserva, unas 250 hectáreas, pertenecen a la Asociación Cultural para el Desarrollo Humano, que junto con la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Santiago del Estero construye un jardín botánico que abrirá sus puertas en 2026. Gracias a estos avances, Los Silencios fue aceptada como miembro pleno del Instituto Biomes, una red global de jardines botánicos.

Mucho más que un proyecto personal

Con el avance de las obras de preservación surgió la necesidad de institucionalizar el emprendimiento. “No podía seguir creciendo como un proyecto personal”, admite Ricardo. Así nació la Asociación Cultural para el Desarrollo Humano, a cargo de Belén Carballo, quien entabló vínculos con la Universidad de Santiago del Estero y coordinó acciones con las escuelas rurales cercanas.

Además, Ricardo trabaja en su taller: “Monte”. María Paula Amaral, carioca y abogada, no solo es su pareja y compañera vital en este emprendimiento, sino que también asumió la Coordinación General de toda la reserva y supervisa tanto la administración como la producción de miel orgánica.

Ricardo acuñó un mantra propio: “La cultura protege a la naturaleza que la inspira”. Esto es porque financieramente la reserva se sostiene con los productos artesanales de la región, pero su desarrollo y su proyección internacional a través de Biomes requiere el apoyo de donantes externos, quienes se enteran de la existencia de este refugio ambiental cuando llegan a Monte, la pata comercial que hace que el proyecto sea viable. Uno de los grandes benefactores es Herlitzka, que al elegir los productos para su galería y arteba ayuda a impulsar este círculo virtuoso que promueve Ricardo Paz.

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Cada vez que regresa de sus viajes por el interior recala en el taller de Palermo Viejo, en la calle Honduras, un inmenso espacio semicubierto que funciona a puertas cerradas como un oasis en medio de la ciudad. Hay fuentes de agua, arbustos trepadores, sillas de madera colgadas de los techos, cuadros, alfombras de colores, un escritorio repleto de fotos, libros y objetos antiguos de otros continentes. Allí, se restauran piezas antiguas y se crean otras nuevas, como sillas y mesas elaboradas con troncos recuperados de árboles caídos por tornados o salvados de incendios provocados por la soja. “El monte representa un lujo y una oportunidad única para el diseño orgánico, por lo que nuestros objetos tienen algo distinto que ninguna máquina pueda reproducir.”, expresa.

No cazar, no talar, preservar y reforestar

Durante veinticuatro años, Paz persuadió a sus vecinos del monte santiagueño sobre los beneficios del cuidado del agua y la protección del bosque. Sus premisas fueron claras: no cazar, no talar árboles viejos, preservar los arbustos jóvenes y reforestar lo más posible. Gracias a estas normas, la reserva creció y miles de árboles nuevos cubren hoy la zona.

“El diseño de la reserva busca generar microambientes de un orden humano que convivan con el caos esencial”, explica Paz. Para él, la belleza no es solo estética: “La producción de arte es un camino de sustentabilidad posible. Lograr que la cultura proteja la naturaleza que la inspira es nuestro gran desafío”. Ricardo acuñó ese concepto y lo repetirá varias veces durante la entrevista, como un mantra, como un decreto. Es que la reserva para existir necesita permanecer intacta, o con la mínima huella de intervención humana necesaria, por eso las obras de irrigación y conservación que se hacen allí se sostienen con las ganancias de los productos artesanales de la región que se producen en Monte, el taller de Paz en Palermo.

Si bien esta financiación sustenta el proyecto, Paz destaca que su desarrollo y el nivel internacional que proyecta con la inclusión en la red de jardines botánicos mundiales requieren donantes externos.

Un tablero para comprender las relaciones humanas

En un viaje a India surgió otra de sus epifanías. Durante una caravana en Jaipur, participó de una conversación que derivó en la creación del Quaternity, un juego de ajedrez para cuatro jugadores que hoy es marca registrada y se enseña en escuelas como recurso para aprender estrategia y enriquecer las relaciones humanas. “El Quaternity es también una de las herramientas culturales de Los Silencios”, dice Paz. Esa experiencia lo vinculó con el fundador de Biomes Connection, quien invitó a la reserva a integrar la red global de jardines botánicos. Para Paz, fue un premio a la perseverancia: “Ahí ya me relajé. Sentí que había accedido a una dimensión superior, a una escala planetaria. Fue un logro para festejar y compartir”.

El mayor desafío de Paz fue confiar en su visión interna. “Ahora ya no hacen falta palabras: se escuchan los pájaros, se ve la sombra. Pero el desafío mayor sigue siendo superar el criterio economicista de corto plazo. Apenas los chinos subieron el precio de la soja, las topadoras arrasaron un bosque irrecuperable. Compré unas poquitas hectáreas y fui plantando de a un arbolito. Funcionó. Ese es el mensaje: empezar con un arbolito, no perder tiempo calculando. La única posibilidad es probar y enamorarse”.

“Piensan en quichua, lo que genera un sentido del humor muy refinado”

De la gente del monte aprendió también la importancia de la observación y el silencio: “Piensan en quichua, lo que genera un sentido del humor muy refinado que solo se percibe detrás de un largo silencio”.

“La naturaleza te hace humilde. Detrás vienen la paciencia, el agradecimiento y finalmente la fe. La naturaleza nunca miente, pero además es bella”, afirma. Su mensaje final es claro: la conexión con la naturaleza está al alcance de todos. “Observar la naturaleza en una maceta nos conecta más con nuestra condición de seres humanos que mirar una selva en una pantalla. Cualquiera que sienta la necesidad de vincularse con la naturaleza puede hacerlo. Es una cuestión de decisión, corazón y coraje más que de dinero. Será imposible no alegrarse y agradecer la locura de haberlo intentado primero y perseverado después”.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/el-secreto-mejor-guardado-del-monte-santiagueno-una-reserva-donde-la-naturaleza-se-une-con-el-arte-nid02092025/

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