ROMA.- En silla de ruedas y con sus cánulas nasales para respirar puestas, el papa Francisco sorprendió este domingo a la multitud presente en la Plaza de San Pedro para la misa del Jubileo de los enfermos y el mundo de la sanidad, cuando repentinamente apareció a las 11.38 locales para dar la bendición final.
Acompañado por su enfermero personal, Massimiliano Strappetti, uno de sus secretarios privados, Juan Cruz Villalón y el jefe de los gendarmes, el Papa, de 88 años y aun convaleciente después de más de cinco semanas de internación por una difícil neumonía bilateral, fue aclamado por las miles de personas presentes, que de repente lo vieron aparecer en las pantallas gigantes.
Mientras avanzaba en silla de ruedas entre los fieles hacia el altar donde el arzobispo italiano, Rino Fisichella, estaba terminando de celebrar la misa, el Papa iba levantando la mano y saludando a todos, evidentemente feliz de haber vuelto a estar en contacto con la gente.
#PapaFrancisco saúda os fiéis ao final da missa do Jubileu dos Enfermos pic.twitter.com/gb3HEKFT6L
— Vatican News (@vaticannews_pt) April 6, 2025“Feliz domingo, gracias todos”, dijo Francisco, con voz aun algo débil pero clara, cuando le alcanzaron un micrófono y en un momento de gran emoción para todos los presentes. Poco después de la llegada, en medio de un clima de enorme entusiasmo entre los presentes, fue leido en varias lenguas un mensaje suyo: “Su Santidad, papa Francisco, saluda con afecto a todos los participantes de esta celebración y les agradece por las oraciones elevadas a Dios por su salud. Auspiciando que la peregrinación jubilar sea rica de frutos, les imparte su bendición apostólica, extendiéndola a las personas queridas, a los enfermos y a quienes sufren, así como también a todos los fieles presentes”, leyó una locutora.
Aunque la sala de Prensa había adelantado que el Papa podría haber aparecido “en una modalidad diferente” para la oración mariana del Angelus, ayer finalmente no lo había confirmado, sino que había hecho saber que iba a ser difundido su texto por escrito, como ocurre desde cuando el Papa fue internado, el 14 de febrero pasado.
Por eso fue enorme la sorpresa de su reaparición, totalmente inesperada, en la plaza de San Pedro, que duró apenas diez minutos, pero que demostró que el Papa, que sigue evidentemente enfermo y que apareció con la novedad del oxígeno detrás de su silla de ruedas, quiso justamente estar presente en el Jubileo de los enfermos.
El Papa había sido visto por última vez en público el 23 de marzo pasado, cuando apareció en un balcón del hospital Gemelli menos de dos minutos, justo antes de regresar al Vaticano para un alta protegida. Sus médicos, que contaron que dos veces estuvo en peligro de muerte, le prescribieron al menos dos meses de convalecencia. Pero al ver que era una jornada de sol, muy cálida, el Papa quiso salir de Santa Marta y estar presente.
La sorpresiva reaparición no sólo confirmó que el Papa sigue con la mente más que lúcida y tomando decisiones, sino también que son reales esas “leves” y “graduales” mejoras de las que fue dando información el director de la Sala de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, en dos encuentros que tuvo con periodistas durante la semana. Entonces, aseguró que gracias a los ejercicios de rehabilitación respiratoria y fisioterapia motora, el papa Francisco estaba lentamente teniendo progresos tanto en el uso de la voz -dañada por la oxigenación de altos flujos-, como en sus movimientos.
En efecto, su aspecto era este domingo seguramente mucho mejor del que ostentó el 23 de marzo pasado, cuando apareció sin cánulas nasales en un balcón del Gemelli para saludar a miles de personas, antes de regresar a su casa del Vaticano: entonces se lo vio muy debilitado y frágil y tuvo dificultades no sólo para levantar los brazos para dar la bendición y para hablar, sino también pareció a punto de ahogarse. De hecho, su enfermero debió retirarlo rápidamente del balcón.
Esta vez, amén de estar con sus cánulas nasales puestas -una imagen a la que los fieles deberán acostumbrarse-, pudo saludar levantando las manos, mientras avanzaba hacia la multitud, evidentemente contento de haber vuelto a estar, aunque sea por unos minutos, junto a su grey. Y aunque fueron pocas palabras, pudo saludar en forma clara. Incluso golpeteó el micrófono con un dedo para controlar que funcionara.
Antes de ese saludo a los peregrinos y a los fieles en la plaza, “el Papa recibió el sacramento de la reconciliación en la Basílica de San Pedro, se detuvo a rezar y atravesó la Puerta Santa”, informó la Sala de Prensa.
Después de haber estado prácticamente aislado durante dos semanas en el segundo piso de Santa Marta -rodeado las 24 horas de personal sanitario y junto a sus tres secretarios privados- para el Papa seguramente fue re-energizante y como un bálsamo el reencuentro con los fieles. Incluso les estrechó las manos a algunos de ellos, más allá de la recomendación que le habían dados sus médicos de evitar el contacto con grupos grandes.
La reaparición también fue vista como una suerte de ensayo general de lo que podría suceder en la próxima Semana Santa, cuando probablemente el Papa no podrá aún leer sus homilías, algo en lo que será reemplazado por sus colaboradores, pero de todos modos podrá estar presente e impartir la bendición, que es la función crucial del máximo jefe de la Iglesia católica.
En el sermón preparado por él para la misa del Jubileo de los enfermos, que leyó durante la misa el arzobispo Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, el Papa describió su nueva condición de enfermo. “Ciertamente la enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro. Pero no es así. Incluso en estos momentos, Dios no nos deja solos y, si nos abandonamos en Él, precisamente allí donde nuestras fuerzas decaen, podemos experimentar el consuelo de su presencia”, escribió. “Queridos hermanos y hermanas enfermos -también indicó-, en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo. No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”.
Francisco también se refirió a su condición de enfermo en el texto que preparó para el Angelus, que fue difundido por escrito por el Vaticano: “como durante la hospitalización, también ahora en la convalecencia siento el «dedo de Dios» y experimento su cariñosa caricia. En el día del Jubileo de los enfermos y del mundo de la sanidad, le pido al Señor que este toque de su amor llegue a los que sufren y anime a los que cuidan de ellos”, pidió. “Y rezo por los médicos, enfermeros y trabajadores sanitarios, que no siempre tienen las condiciones adecuadas para trabajar y, a veces, incluso son víctimas de agresiones. Su misión no es fácil y debe ser apoyada y respetada. Espero que se inviertan los recursos necesarios para la atención y la investigación, para que los sistemas sanitarios sean inclusivos y atiendan a los más frágiles y pobres”, añadió. También agradeció una tarjeta que le enviaron reclusas de la cárcel de mujeres romana de Rebibbia y recordó el Día Mundial del Deporte para la Paz y el Desarrollo: “deseo que el deporte sea un signo de esperanza para tantas personas que necesitan paz e inclusión social, y doy las gracias a las asociaciones deportivas que educan concretamente en la fraternidad”, apuntó.
Como todos los domingos, finalmente, volvió a hacer un llamamiento a la paz “en la martirizada Ucrania, golpeada por ataques que provocan muchas víctimas civiles, entre éstas muchos niños”, según denunció, al constatar que “lo mismo ocurre en Gaza, donde la gente se ve obligada a vivir en condiciones inimaginables, sin techo, sin comida, sin agua potable”. “Que callen las armas y se reanude el diálogo; que se libere a todos los rehenes y se socorra a la población. Recemos por la paz en todo Oriente Medio”. pidió, mencionando asimismo a Sudán y Sudán del Sur; la República Democrática del Congo y Myanmar, “duramente probado también por el terremoto y Haití, “donde arrecia la violencia, que hace unos días mató a dos religiosas”.