Con una velocidad inigualable, en los últimos años múltiples tareas realizadas por el hombre han caído en desuso o empezaron a ser trabajos que ahora están en manos de la tecnología. La desazón por el futuro que impone el advenimiento de la inteligencia artificial hace temer que millones de personas se conviertan en seres prescindibles para el mercado laboral. Sin embargo, el hombre sentado en la vereda, con una minúscula especie de vidriera donde expone para la venta sus relojes analógicos, es un ejemplo de que no hay que desesperar. Con su lupa, repara una pieza, abstraído de un mundo que se empeña en demostrarle que lo que hace ya no sirve. O sí, porque no sabemos si esos relojes de antaño van a convertirse en objetos codiciados que pocos estarán en condiciones de mantener funcionando. Sosiego: quizás a más de uno le quede cuerda para rato en esta carrera contra reloj.