A los 91 años murió Ramón Navarro, uno de los grandes referentes del folclore argentino

Es difícil imaginar que haya alguien, nacido y criado en el noroeste argentino, que no conozca esa canción que dice: “Esta zambita andariega, viene llegando y se mete en la rueda, como jugando”. Incluso, muchos otros, de otras latitudes del país que crecieron en esos años de boom folclórico, han sentido en sus oídos el resuene de aquellos versos de las “Coplas del Valle”. “Vengo desde Aimogasta, Pa Las Pirquita’, Traigo una flor del aire, de la lomita. Pa mi tinogasteña, niña churita”. Acaso el gran Ramón Navarro, que murió este sábado, a los 91 años, se haya visto alguna vez en los pies de ese changuito ilusionado, que andaba con su clavel del aire en la mano.

¿Y por qué no? Si este compositor -nacido el 14 de marzo de 1934 en la ciudad de La Rioja- fue criado en Chuquis, poblado ubicado a menos de cincuenta kilómetros de aquella Aimogasta, inmortalizada en su canción. Chuquis es un pago de apenas unas pocas calles, que un día fueron bautizadas con los nombres de las canciones más famosas de Navarro, su vecino más ilustre. “Chayita del vidalero”, “Coplas del valle”, “Chaya de los pobres” y “Mi pueblo azul”, entre otras.

Esta historia, junto con muchos otros detalles de la vida de Navarro, están contados con gran belleza en la película Un pueblo hecho canción, de la directora Silvia Majul, que ahora se puede ver completa en redes.

“Muchas veces -decía Navarro en ese trabajo documental- estoy en un lugar donde se interpreta una canción pero ni digo que es mía. Me encanta que pase eso. Yo he podido expresarme en la copla, pero hay mucha gente que tiene esa misma sensación. «Usted está describiendo mi pueblo», me dicen. Por eso me doy cuenta de que todos mis años de andar guitarreando y componiendo fueron para que pase esto. Nada mejor me puede pasar”.

El canon de una región

Y qué decir de aquella “Chayita del vidalero”, que se ha transformado en un estandarte del folclore riojano pero, además, en una especie de canon para toda una región. La simpleza también puede costar trabajo, además de inspiración, y Navarro ha sido de aquellos pocos que han sabido pintar con música pueblos azules o a esas gargantas encendidas en tiempos de carnaval: “Chayita del vidalero, te nombra en la siesta el vino y el sol”. También es cierto que a Don Navarro se lo ha nombrado sin hacerlo, porque muchos de esos versos, como él mismo lo ha mencionado en la película, ya gozan de cierto anonimato. Ese que engrandece a la obra y les da a sus autores un cargo vitalicio que trasciende sus propias vidas en la tierra.

A quienes quieran acercarse a sus creaciones quizá por primera vez, les bastará con buscar en plataformas digitales de música. Y los que quieran ahondar un poco más, seguramente les sirva un disco publicado hace unos quince años, en el cual Navarro recorrió su catálogo acompañado por una variada comunidad de artistas que celebran su obra, desde los escenarios. Los encuentros se llamó aquel trabajo. Navarro había construido un cancionero para esa producción que fue desde la Cantata riojana a piezas clave del folclore, como “Chaya de los pobres” y “A don Rosa Toledo”, entre otras que no conocieron las estridencias, sino el cobijo de voces profundas que se han hecho eco de sus versos.

Cantores con voces de algarrobos, hombres capaces de sacarle diablos a la resolana; patios, parrales y lunas; aperos de coplas, chayas de gente pobre, casas viejas, sendas grises y rumores de acequias; sudores sin amores, coplas saladas. Silencios. Todo eso es posible encontrar.

El trabajo de Navarro comenzó a ser conocido a mediados de la década del sesenta, cuando integró grupos que hoy son referencia en el folclore de aquellos años y cuando grabó como solista la cantata Los Caudillos, de Ariel Ramírez y Félix Luna. En 1970 se alistó en el conjunto Los Cantores de Quilla Huasi, especie de seleccionado folclórico interprovincial que compartió con Carlos Lastra (de Río Negro) Oscar Valles (de Buenos Aires) y Roberto Palmer (de La Pampa), hasta principios de la década del ochenta. Luego fundó con su hijo el grupo Arraigo. En 1985 estrenó su Cantata riojana, escrita junto a Héctor David Gatica, y a lo largo de su carrera musicalizó las obras de otros poetas, como Manuel J. Castilla, José Pedroni (suyas son las palabras de “Deshojamiento”), Ariel Ferraro, Ariel Petrocelli, León Benarós, José Oyola, Eloy López, Julio Fontana y Héctor Negro.

Entre sus galardones se destaca el “Reconocimiento Parlamentario a la Trayectoria” otorgado por la Cámara de Diputados de la Nación. También se le otorgó un premio por trayectoria del Fondo Nacional de las Artes. Y fue miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música. Tanto por su aporte al cancionero popular como por su actividad dentro de esta entidad, no es casual que este sábado,

Para quienes quieran darle una última despedida, Navarro será velado de 16 a 21 de este sábado, en el Salón Noble de Sadaic (Lavalle 1547).



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/a-los-91-anos-murio-ramon-navarro-uno-de-los-grandes-referentes-del-folclore-argentino-nid14062025/

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