Hugo Parolari era un hombre común con una vida como la de cualquier otro. Había vivido casi seis décadas dedicado a ser un buen hombre, un camino que incluyó estudios, trabajo arduo, y la paternidad y crianza de cuatro hijos.
La vida de Hugo también incluía un puñado de sueños por cumplir. Pero entre todos sus anhelos, había un sueño en particular lo suficientemente grande como para ingresar en la categoría de `alocado´, incluso `imposible´.
Ya estaba por llegar a los 60 años cuando, junto a su mujer, rozó su fantasía por primera vez, sin alcanzarla. Habían echado fuertes raíces en Argentina y aun así su meta era traspasar las fronteras e irse a vivir a otra cultura, aunque no cualquier cultura: el deseo de Hugo era jubilarse para darle comienzo a una gran aventura en Brasil.
¿Podía acaso transformar su sueño en realidad? ¿No era demasiado tarde y demasiado peligroso? Mientras haya aire que respirar, nunca es tarde, él lo sabía. El camino hacia sus deseos cumplidos, sin embargo, fue algo más rocoso de los que hubiera podido imaginar.
El primer intento fallido de vivir en Brasil: “Para ellos llevábamos cuatro años como ilegales”En realidad, Hugo siempre supo que una vez jubilado quería irse a vivir a Brasil. Se imaginaba conociendo su gente, pero sobre todo disfrutando de su clima, siempre en musculosa y pantalones cortos. Junto a su mujer, podía visualizarse nómade, tal como lo hacían otras personas en sus años de juventud, aunque con ciertas comodidades extra, gracias a sus largas horas de esfuerzo y trabajo acumuladas en la vida.
Su entorno argentino los apoyaba, y fue aquel soporte lo que ayudó en gran parte a cumplir su meta, que comenzó con un fuerte tropiezo. La primera vez que Hugo intentó irse fue en el 2014, inmediatamente después de su jubilación, cuando tenía 58 años. Se había retirado a una edad muy temprana por ser operador técnico en transporte de energía de alta tensión.
En aquel momento hizo un pedido de residencia en Florianópolis y le dijeron que tenían una espera de unos dos meses y medio. Mientras tanto, sus ganas de saborear su futuro hoy los impulsó a cargar su auto con lo que pudieron y emprender el viaje para darle comienzo a su nueva vida en el cual atravesaron los estados de Santa Catarina, San Pablo, Mato Grosso del Sur e ingresaron a Bolivia para recorrer, conocer, disfrutar.
Viajaron por Bolivia un tiempo, y cuando la fecha del protocolo para la residencia estuvo más cercana, volvieron a la frontera de Brasil, donde el mundo se les vino abajo: “En 2011 habíamos hecho un viaje de turismo desde Mar del Plata a Brasil con una empresa (esas que piden DNI en los traslados) y resulta que no nos habían registrado el reingreso a Argentina”, revela Hugo. “A los ojos de ellos llevábamos cuatro años de ilegales, el único legal era nuestro caniche toy que tenía todos los papeles en regla. Si bien con protocolo en mano pude demostrar que no era ilegal, tuvimos que abandonar el país y el sueño... postergado”.
De no abandonar un sueño y la segunda oportunidad en pandemia: las circunstancias ideales no existen
Con mucho dolor regresaron a Mar del Plata. Sumido en una tristeza profunda, Hugo se dijo que lo único que restaba era esperar una nueva oportunidad. Su vida, en definitiva, había estado signada por estar a la caza de nuevos comienzos. Nacido en San Cayetano, provincia de Buenos Aires, en el pueblo forjó sus amistades de la infancia en el barrio y en la escuelita Nr. 2. Pero cuando llegaron los 70, con apenas 13 años decidió irse a Tandil para hacer el secundario en el colegio industrial Ingeniero Felipe Senillosa: “Después regresé a mi pueblo, tuve dos hermosos hijos, Lisandro y Paola , más tarde en una segunda gestión nacieron mis otros dos maravillosos hijos Matías y Alexis. Después fuimos a vivir a Mar del Plata, lo cual gráfica mi espíritu viajero”, dice pensativo.
Finalmente, la segunda oportunidad llegó en plena pandemia. A Hugo la vida ya le había demostrado que las circunstancias ideales no existen y que siempre suele surgir algo que aplaza nuestros planes, por lo que en el año 2021, ya con 65 a cuestas, no se dejó amedrentar por la situación mundial y preparó un motorhome con el que salieron desde Mar del Plata rumbo a Brasil, con múltiples paradas en el camino, como Entre Ríos, donde conocieron personas que los recibieron y cobijaron con los brazos abiertos.
“En Corrientes no nos dejaron entrar, solo transitar la ruta hacia Misiones, ahí permanecimos dos meses, dado que a pesar de que nuestra motorhome tenía todo, como paneles solares y baño con ducha interna , nos salía más económico alquilar casas que ir a camping a estacionar; algunas noches dormimos en estación de servicio, otras en la calle, pero el tema seguridad nos hacía ruido”, cuenta Hugo, quien junto a su esposa siguieron luego a Oberá, Puerto Esperanza y, finalmente, Puerto Iguazú, donde decidieron vender su vehículo y cambiar de planes: llevaban con ellos un perrito schnauzer mini y el viaje por tierra había resultado complejo.
Un 11 de julio, Hugo y su mujer regresaron en avión a Aeroparque, se realizaron un test de Covid, tuvieron contratiempos con las autorizaciones y, por fin, el 18 de julio de 2021 llegaron en un avión de menor porte, de un solo motor, con quince grados bajo cero en el aire y con seis pasajeros, a Florianópolis: “Aterrizamos, todo en orden, incluso nuestra mascota, Puky” .
Llegar y vivir en el paraíso: “Nunca más usé pulóver o pantalón largo”Primero se dirigieron a Canasvieiras, donde permanecieron diez días para luego tomar un micro hacia Búzios, donde se alojaron en posadas. Sus objetivos eran conseguir un alquiler fijo anual, tramitar la residencia y comprar un auto.
Obtuvieron la residencia al mes y algunos días, consiguieron una vivienda amueblada y adquirieron un Fiat Palio. ¡La vida les sonreía! Hugo también descubrió que, como miembro del Mercosur y con su residencia, obtenía beneficios gratuitos del Estado brasileño.
Tras un tiempo en Búzios, decidieron recorrer el litoral, alojados en casas amuebladas mediante alquileres temporarios muy accesibles. Luego regresaron para instalarse en la Región de los Lagos, donde Hugo halló su clima ideal soñado.
“Nunca más usé pulóver o pantalón largo”, asegura. “En invierno nos metemos al mar. Y la seguridad es extrema en esta zona, tengo ejemplos varios de devolución de celulares, billeteras con dinero y documentación. Eso sí, en las urbes más grandes puede haber más peligros que en varias zonas de Argentina. En cuanto a comidas encontrás todo lo que hay en Argentina: vinos, Fernet , carnes argentinas, obviamente un tanto más caras”, continúa.
“Se calcula que hay más de diez mil argentinos viviendo en Búzios. La llegada de jóvenes es diaria e inmediatamente entran a trabajar, la gran mayoría en la parte gastronómica o en las posadas, que son innumerables. También hay que decir que los salarios son muy bajos y Búzios es caro”.
Un diagnóstico desafiante: “Por tener casi 70 años inexorablemente algún contratiempo íbamos a tener”Tanto Hugo como su mujer querían seguir viajando, el regreso a Búzios tuvo más que ver con la naturaleza humana, vulnerable e imperfecta, en especial con el paso de los años.
Y allí, en aquella Región de Lagos que supieron amar desde el comienzo, el matrimonio enfrentó un nuevo desafío que puso a prueba el lugar en el mundo que habían elegido para atravesar aquel tramo de su vida: “Por tener casi 70 años inexorablemente algún contratiempo íbamos a tener y fue así que a mi pareja le diagnosticaron cáncer de mama”, revela Hugo.
“Comenzamos un periplo en el cual descubrimos que, por ser residentes, el Estado te provee de un `cartão S.U.S , sistema único de saúde´. Con ese cartão, fue atendida en clínica privada, con diez quimioterapias, intervención quirúrgica y quince sesiones de radioterapia, todo sin abonar un solo real. Final feliz , para un comienzo plagado de incertidumbre. Hoy goza de perfecta salud”, continúa emocionado.
Argentina en lo más alto y el egoísmo necesario: “La intención de mi historia es animarte a intentar alcanzar tus sueños”Brasil era un sueño pendiente que se transformó en una realidad soñada. Hoy, con 69 años, Hugo está más convencido que nunca de que jamás es tarde para concretar un deseo, y que por más que haya tropiezos en el camino, no hay que dejar de intentarlo.
Como tantas otras veces, las circunstancias han calmado su espíritu nómade, pero apenas las aguas lo permitan, el matrimonio está dispuesto a seguir conociendo el litoral y planean viajar al nordeste de Brasil.
Argentina, mientras tanto, es esa otra vida que lo significa todo para Hugo: él se fue a cumplir un sueño, no ha escapar de una pesadilla, a pesar de los claroscuros que vivió en su patria.
“La pucha”, dice. “No hay lugar para la duda, Argentina ocupa el lugar más alto, más alto en emociones, en vivencias, en recuerdos, en haberle dado la vida a mis hijos, haberlos criado. Debo admitir que fui un romántico soñador de una Argentina mejor, pero es como que voy a partir de este mundo y no lo voy a ver”.
“Pero no tengo nada para reprobar de mi Argentina, solo que necesitaba explorar, conocer e investigar otras culturas, otras costumbres , con un dejo de egoísmo de mi parte, dejé atrás 60 y tantos años, además de a mis hijos y cuatros hermosos nietos: Martina, Benicio, Roma y Emilia”.
“Ahora estoy entre montañas y cascadas, libre de ropas abrigadas y la intención de mi historia es animarte a alcanzar tus sueños”, concluye.
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