Devo: La banda más incomprendida de EE. UU. (2024, Estados Unidos). Dirección: Chris Smith. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Analizar fenómenos culturales requiere perspectiva. El caso de Devo es paradigmático: cuando esta banda de Akron, Ohio, apareció en escena a finales de los años 70, la revista Rolling Stone la tachó de fascista. Ahora, medio siglo después, es protagonista de un documental de Netflix que reivindica con justicia su obra y su legado.
El cinismo de Devo fue muchas veces malinterpretado. En su libro Postpunk. Romper y empezar todo de nuevo (Caja Negra), el crítico inglés Simon Reynolds contradice la idea bastante difundida de que esa actitud revelaba que a los integrantes de la banda “no les importaba nada”. En realidad, sostiene Reynolds, ese cinismo era el resultado de que “todo les importaba demasiado”.
En el documental Devo: la banda más incomprendida de EE.UU., Mark Mothersbaugh y Gerard Casale, las dos voces más prominentes del grupo, aseguran que los infaustos incidentes de mayo de 1970 en la Universidad de Kent, Ohio,cuando una brutal represión policial terminó con cuatro muertos durante una protesta de estudiantes y activistas contra la invasión de Estados Unidos a Camboya, fueron decisivos para el inicio de su proyecto artístico.
“Era unirse a alguna organización guerrillera como Weather Underground (un grupo marxista nacido en la Universidad de Michigan que se proponía derrocar al gobierno de Richard Nixon) o responder con algún tipo de reacción creativa dadaísta demente, que fue lo que hizo Devo”, dijo en su momento Casale.
Y lo cierto es que Devo se cocinó durante los tres meses que la Universidad de Kent estuvo cerrada por aquella tragedia que marcó su historia. Con la audacia y la irreverencia salvaje de Captain Beefheart y el glam extravagante de la primera etapa de Roxy Music como modelos evidentes.
El absurdo y la provocación fueron dos de los pilares más importantes de una aventura artística que también incluyó escatología, teatralidad y sobre todo una teoría que, pasado el tiempo (otra vez el asunto de la perspectiva), fue anticipatoria. El mundo de hoy, con la moda del odio diseminado en redes sociales, los exabruptos de líderes grotescos como Donald Trump y los bizarros fenómenos sociales que también adelantó la película Idiocracy (2006), de Mike Judge, se parece bastante al que describía la teoría de la de-evolución (de ahí el nombre de la banda) inventada por Devo, una parodia de las religiones alternativas propagadas por pastores electrónicos y la pseudociencia, mordazmente condimentada con algunos conceptos de la Segunda Ley de la Termodinámica, la genética, los experimentos con el lenguaje narrativo de William S. Burroughs y la ciencia ficción paranoica de Philip K. Dick. Un ensalada digna de la psicodelia más afiebrada.
Éxito masivo y decliveDevo se consolidó como referencia de la new wave con una música marciana basada en simples y repetitivos riffs de sintetizador que, apoyados por una base de bajo y batería robótica, creaban ritmos entrecortados que sus integrantes bailaban apropiadamente con movimientos espásticos. Una música que proponía una rigidez derivada de la neurosis como antítesis necesaria del take it easy de los hippies.
De todo esto habla Devo (especialmente Mothersbaugh y Casale) en el documental de Netflix que dirige Chris Smith, el mismo que produjo la exótica serie Rey Tigre y dirigió, entre otros trabajos conocidos, la película que cuenta la zigzagueante historia de Wham! y también forma parte del catálogo de Netflix.
Mothersbaugh y Casale recuerdan el pasado con el aplomo que les confiere haber diagnosticado con mucha eficacia la mutación actual del capitalismo en un sistema agobiante que produce consumidores alienados (en el mejor de los casos) y un sinnúmero de excluidos.
Toda su estética aludía a la certeza de sentirse meros engranajes de una máquina, pero su táctica para la protesta fue siempre asumirlo y burlarse, fieles a los principios del dadaísmo. Una actitud más bien defensiva que muy pronto despertó confusión y juicios apresurados como aquel de la revista Rolling Stone.
En cada entrevista pretendidamente incisiva que buscó cuestionar su estudiado programa, Devo demostró mucha sagacidad para contraatacar, apelando usualmente al humor. “Ohio es tan feo como Liverpool”, dijeron alguna vez para explicar cómo había sido posible que una banda tan vanguardista hubiese surgido en las entrañas de la América más conservadora. Una réplica graciosa y aguda que los equiparaba con picardía a los Beatles.
Cuando la música fuera de serie, los shows estrambóticos (los integrantes de la banda lucían siempre disfraces sorprendentes y se movían como mutantes inspirados, según Casale, en el ballet constructivista ruso) y las declaraciones inesperadas (hablaron de someterse a cirugía plástica para serializarse como cualquier producto del capitalismo industrial) empezaron a llamar la atención de grandes estrellas de la música (David Bowie, John Lennon, Iggy Pop), el terreno estaba listo para que Q: Are We Not Men? A: We Are Devo! (1978) se erigiera como un primer álbum con destino de clásico.
Entre las relevantes imágenes de archivo del documental, destaca una que muestra a Bowie presentando a la banda en un show llevado a cabo en Nueva York. Habitualmente fascinado con las nuevas tendencias, el Duque Blanco anunció allí que produciría ese disco en Tokio, pero después, ocupado en su propia carrera (estaba en plena gestación de la espectacular trilogía de Berlín), derivó el trabajo en Brian Eno, su principal socio creativo por entonces. Todavía algo inexperto y maniatado por el control maníaco de la banda, Eno pudo meter poca mano en ese álbum debut que igualmente fue piedra angular de la new wave y sentó las bases del synthpop que explotaría a la brevedad.
El disco es una auténtica reliquia con joyas como la espléndida versión del clásico stone “(I Can’t Get No) Satisfaction” que dejó con la boca abierta a Mick Jagger; “Jocko Homo” (manifiesto de la profética teoría de la involución humana de la que hablaba Devo y uno de los pocos clásicos de la música popular escrito en compás de ⅞) y la adhesiva “Gut Feeling/(Slap Your Mummy)”, un oscuro drama sentimental que se acelera tanto como para dejar rezagados a Talking Heads y XTC y desemboca en un caos sonoro pensado como espejo del que caracteriza a muchas relaciones familiares.
El track de apertura, “Uncontrollable Urge”, ya revela las ambiciones y principales influencias de Devo: empieza con una cita al hit de los Beatles “ I Want to Hold Your Hand” y después se entrega a una surrealista deconstrucción de otra canción clave de la primera época de los cuatro de Liverpool, la seminal “She Loves You”, que pone el foco en los deseos compulsivos y las energías reprimidas de la sociedad en la que crecieron los miembros de la banda. Un Lennon entre asombrado y cómplice la aprobó, como lo certifica una breve secuencia del documental. En la lista de próceres de Devo estaban, además de Lennon, McCartney, Harrison y Ringo, los Ramones y Andy Warhol.
Devo: la banda más incomprendida de EE.UU. también se ocupa del singular derrotero de Devo: de calzar justo con la eclosión de MTV (dada la importancia que la banda siempre le otorgó a videoclips producidos con pocos recursos y mucho ingenio) al ingrato descarte de la propia cadena televisiva cuando los consideró desechables, del fabuloso éxito del tercer disco del grupo, Freedom of Choice -gracias a “Whip It”, la canción más conocida de su carrera que enfervorizó a la misma discográfica (Warner) que después los despreció- a la caída en picada a mediados de los 80, cuando las reglas del negocio empezaron a ser escritas por Michael Jackson y Madonna.
Hubo más polémicas y malentendidos (los cascos de pelo que los integrantes de Devo empezaron a usar en público eran un personal homenaje a JFK pero muchos los vieron más parecidos al peinado de Ronald Reagan, un enemigo declarado de la banda) y una crisis que dio cuenta de los riesgos que corre un proyecto artístico independiente cuando se entrega a lógica de las corporaciones.
Devo nunca pudo reconducir su carrera tras aquella experiencia tormentosa provocada por las exigencias del mainstream, se acomodó al estatus de objeto de culto y terminó transformándose, en palabras de Simon Reynolds, en “algo parecido a una versión new wave de Kiss que vende rock de disfraces para nerds empedernidos”.
Aún así editaron un buen disco en 2010 (Something for Everybody), a pesar de que el sonido sintético y la corrosiva sátira que definieron su identidad ya no eran novedosos. Hoy están embarcados en una gira por Estados Unidos que celebra sus 50 años de vida con The B-52s, otros popes de su época, y Lene Lovich, pionera del punk femenino, como compañeros de ruta.
El documental no se ocupa de los años más opacos ni de este presente que se suma a la ola masiva de regresos pospandemia. Pero igual le hace justicia a una banda con un perfil indiscutiblemente singular que consiguió la proeza de capturar y criticar con agudeza el zeitgeist de los años en los que asomó la cabeza y a la vez predecir la deriva tragicómica en la que estamos sumergidos.