Lo que comenzó como una denuncia por la desaparición de personas en situación de calle terminó revelando un escenario macabro en la provincia de Jujuy. Matías Jurado, un hombre de 37 años que vivía en el barrio Alto Comedero junto a su sobrino de 16, fue detenido el viernes pasado luego de que la policía allanara su vivienda y encontrara restos humanos enterrados y quemados. El hallazgo encendió las alarmas: hay, al menos, cinco personas desaparecidas en la zona, y la hipótesis de un posible asesino serial comenzó a tomar fuerza.
El testimonio del adolescente, que hoy se encuentra bajo protección de la Secretaría de Niñez de la provincia, fue clave para guiar la búsqueda de evidencias. En su declaración en Cámara Gesell, el menor aseguró que su tío traía personas vulnerables a la casa los días viernes y que luego las asesinaba y desmembraba.
Según indicaron fuentes oficiales a LA NACION, los restos hallados ya están siendo analizados por peritos, y se esperan los resultados que estarán disponibles en los próximos diez días. Mientras tanto, la fiscalía avanza en determinar si Jurado es responsable de una secuencia de homicidios cometidos con patrones repetidos y si se trata de un caso de crimen serial, con motivaciones psiquiátricas o criminales aún por establecer.
¿Puede una persona que descuartiza cuerpos comprender lo que hace? ¿Se trata de un psicópata manipulador o de alguien que padece una enfermedad mental grave?
Estas son algunas de las preguntas que surgen en torno al caso del presunto asesino serial detenido en Jujuy, y que motivan el trabajo de peritos y especialistas en salud mental.
En diálogo con LA NACION, los peritos psicólogos forenses Alejandro Farji y Andrés Mega, explicaron cómo se determina, desde su experiencia profesional, si una persona que comete crimenes de esta naturaleza es imputable ante la ley o no.
“Para saber si alguien puede ser juzgado, primero hay que entrevistarlo mínimo dos veces y aplicarle una batería de tests psicológicos. Eso nos permite identificar si es psicótico o psicópata. Si es psicótico, es inimputable por ley y se lo deriva a un establecimiento psiquiátrico carcelario. Pero si es psicópata, es imputable y lo más probable es que sea condenado a prisión perpetua con reclusión por tiempo indeterminado”, explico Farji, psiquiatra forense, en diálogo con LA NACION.
Para diferenciar ambos cuadros clínicos (psicosis y psicopatía), es necesario realizar un estudio de psicodiagnóstico completo, que permita determinar si el acusado está efectivamente “desconectado de la realidad”, lo que lo lleva a actuar en base a delirios.
“Todo comienza con un examen psicosemiologico forense”, explicó Mega. Se trata de una evaluación que comprende aspectos conductuales y psicodinámicos de la historia personal y familiar del acusado, que analiza tanto su conducta consciente como los aspectos inconscientes de su personalidad. A partir de esa información, se construye un primer patrón de personalidad destinado a entender cómo es, qué piensa, cómo actúa, y si tiene algún tipo de trastorno mental o psiquiátrico. Luego, ese diagnóstico se vincula directamente con el hecho delictivo que se investiga.
Mega trazó una analogía para comprender la lógica de este trabajo: “Así como cuando se encuentra un cuerpo se examina el terreno, el clima, los rastros, el ADN, y el tiempo transcurrido, en estos casos se analizan los elementos psíquicos, las decisiones supuestamente tomadas por el agresor, los tiempos transcurridos entre cada crimen. Todo eso ayuda a orientar el perfil psicopatológico del agresor. Se evalúa la motivación del delito, las conductas implicadas, y se hace lo que llamamos un análisis psicocriminogenético: es decir, reconstruir el recorrido del acusado desde el momento en que se gesta la idea del crimen hasta su ejecución”.
Respecto al concepto de “asesino serial”, Mega fue preciso: “Según la definición de Robert Ressler, emblemático agente del FBI de los años 70, se trata de alguien que mata a tres o más personas en un período de aproximadamente un mes, con intervalos de enfriamiento emocional entre víctima y víctima”.
Bajo ese marco, los peritos intentan determinar el perfil psicopatológico del acusado, teniendo en cuenta los resultados de las autopsias, los hallazgos en la escena del crimen y las características de las víctimas halladas.
Consultado sobre la diferencia entre una persona con enfermedad mental psicótica y una persona con trastornos no psicóticos Mega aclaró un punto clave que muchas veces se malinterpreta. “Solo en forma excepcional los homicidios son cometidos por personas con enfermedades mentales graves. De hecho, en la mayoría de los casos, los autores son personas con trastornos de personalidad no psicóticos”, indicó el experto y sumó: “En general, la sociedad tiende a culpar a los ‘locos’ —los esquizofrénicos, por ejemplo—, pero en realidad estas personas suelen ser más víctimas de delitos que autores de los mismos”.
Farji subrayó a LA NACION una diferencia clave: una pena de prisión perpetua a un psicópata implica, en la práctica, unos 20 años de condena. Por buena conducta, muchas veces los jueces permiten la libertad anticipada, y en 10 años una persona puede estar en la calle. Pero la reclusión por tiempo indeterminado —cuando se determina que hay un peligro permanente— puede durar toda la vida como es el caso de Carlos Robledo Puch que lleva más de medio siglo preso.
Aunque aclaró que no examinó personalmente al acusado, Farji ofreció una hipótesis genérica, y no oficial, basada en las características del crimen y los patrones típicos: “No entrevisté personalmente al acusado, pero en términos generales y en base a conjeturas podría tratarse de un psicótico. Hay un tipo de psicosis en la que la persona tiene una imagen fragmentada del cuerpo. Eso es algo que todos tenemos hasta los dos o tres años de vida, pero que, en algunos, por su historia vital, persiste de manera patológica”, explicó a LA NACION.
Esa percepción distorsionada del cuerpo —propia de ciertas psicosis— puede manifestarse en la violencia extrema contra otros. “Lo que hacen es proyectar su propio interior fragmentado, como un collage, y eso los lleva a cortar a la gente en pedazos. Es típico de algunos cuadros psicóticos”, indicó Farji a LA NACION.
La conducta advirtió, sería muy diferente si se tratara de un psicópata: “El psicópata te manipula, te doblega, te usa como instrumento, pero te preserva, no te mata, porque te necesita. El placer del psicópata es que vos seas su esclavo, pero vivo. No le sirve un esclavo muerto. En cambio, el psicótico actúa desde un mecanismo inconsciente que se llama splitting, una proyección masiva de su interior hecho pedazos”, agregó Farji.
Para Farji, la evaluación clave deberá realizarla el Cuerpo Médico Forense de la provincia de Jujuy. Solo ese análisis profundo podrá confirmar si se trata de un caso de psicosis grave —que eximiría al acusado de responsabilidad penal— o de una personalidad psicopática, fría y manipuladora, pero plenamente consciente de sus actos.