Un parque, mil historias

Quizá fue por culpa de Ernesto Sábato que desde muy joven (yo vivía en La Plata) tuve la impresión de que el Parque Lezama, aquel enorme paseo del sur porteño, era un lugar donde anidaban la melancolía y cierto toque de tristeza otoñal. Es que el enorme escritor arranca Sobre héroes y tumbas con su protagonista, Martín, en un atardecer de mayo, sentado taciturno en un banco de ese “viejo parque”, con “la luz crepuscular demorándose sobre las modestas estatuas, sobre los pensativos leones de bronce, sobre los senderos cubiertos de hojas blandamente muertas”.

En otro aspecto menos erudito, fue también durante mi juventud cuando aprendí en la cancha de fútbol otra relación de ese parque con eventos poco felices. Entonces, las hinchadas entonaban un cántico que aludía a la frustración deportiva del rival. Con la música de “Todavía cantamos”, de Víctor Heredia, el vocerío de las tribunas clamaba: “Si querés dar la vuelta no te quedes con ganas, hay una calesita en el Parque Lezama”.

Pero mucho tiempo antes de Sábato, e incluso de la poesía del tablón, ese lugar hoy clásico de Buenos Aires comenzaba a tener su propia historia, relativa a la llegada de los españoles a estas costas. Hay quienes dicen, aunque es una versión aún discutida, que en ese sitio, que era entonces una barranca de tupida vegetación silvestre empinada hacia el río, es donde fundó Don Pedro de Mendoza la primigenia Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, el 3 de febrero de 1536.

Desde este hecho inaugural y luego de la segunda fundación de la ciudad, el parque, que hoy ocupa casi 8 hectáreas delimitadas por las calles Defensa, Brasil, Paseo Colón y Martín García, se convirtió en epicentro de varios sucesos que pintan la historia de esta urbe en sus primeros siglos. A saber: hacia el año 1700, en unas barracas construidas sobre las barrancas –no es un juego de palabras-, se alojaban los negros traídos del África y conminados a la esclavitud. La compañía de Guinea era la que organizaba este tráfico repudiable, que entonces formaba parte de la dinámica social.

Otra mala costumbre de antaño también montó su show entre los árboles de ese predio. Fue en 1814, cuando allí se batieron a duelo de pistola dos ciudadanos chilenos que estaban en la ciudad. El emigrado Luis Carrera enfrentó al general Juan Mackena. 20 pasos de distancia. Al primero, el tiro de su contrincante le agujereó el sombrero. Pero al segundo, la bala enemiga le atravesó el corazón. Cuenta el historiador Antonio Bucich que el muerto fue abandonado en la recova del Cabildo y que, a partir de ese hecho, el Director Supremo don Gervasio de Posadas decretó la pena de muerte para cualquiera que organizara uno de estos peligrosos lances.

Otra circunstancia que supo marcar a Buenos Aires se cristalizó en ese paseo de San Telmo. El estadounidense Carlos Ridgley Horne, que era el dueño del parque y de su hermosa residencia para 1852, sufrió los avatares del conflicto entre Rosas y Urquiza. Como el propietario había sido próximo al régimen del llamado Restaurador, cuando los hombres de Urquiza vencieron en Caseros, el bueno de Horne sufrió la confiscación de sus bienes y debió huir a Uruguay. Cuenta la leyenda que para que sus perseguidores no lo atraparan salió de la finca en un carruaje, escondido bajo el miriñaque de su amiga Josefa Lavalle de Cobo.

La fiebre amarilla que afectó el sur de la gran aldea en 1858 también se instaló en el parque, que entonces era la quinta del comerciante salteño José Gregorio Lezama. Allí se usó parte de la residencia familiar como lazareto para aislar y atender a los enfermos, muchos de los cuales no vivieron para contarlo.

En 1889, Lezama muere y el bellísimo predio que había cultivado con esmero fue vendido por su viuda a la Municipalidad para hacer de él un parque público. La vendedora puso un par de condiciones. La más importante, quizá, fue que el paseo conservara el nombre de su marido. Una bella y vegetal forma de pasar a la posteridad.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/un-parque-mil-historias-nid25082025/

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