En un contexto económico marcado por la desaceleración de la inflación y una incipiente recuperación del poder adquisitivo, el informe mensual de Coninagro, Del Sueldo al Plato: ¿Cuánto rinde el salario?, reveló un dato alentador para los consumidores: entre marzo de 2024 y febrero de 2025 el salario promedio mejoró significativamente su capacidad de compra respecto de productos esenciales como aceite, leche, pan y carne.
Sin embargo, este escenario presentó un reverso complejo para el campo: el atraso en los precios de los alimentos empieza a presionar la rentabilidad de los productores, especialmente de las economías regionales.
Según el trabajo, basado en el Ripte (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables), publicado por el Ministerio de Capital Humano, los salarios registraron un aumento interanual del 111,7% entre febrero de 2024 y febrero de 2025, muy por encima de la inflación del mismo período, que fue del 67%. Esta diferencia reflejó una recuperación del poder de compra en términos reales, algo que no se observaba desde comienzos de 2023.
El punto de inflexión, según el relevamiento, se dio en marzo de 2024, cuando el salario real tocó su piso más bajo. Desde entonces, el Ripte comenzó a crecer por encima del índice de precios. En febrero de 2025, por ejemplo, la inflación mensual fue del 2,4%, mientras que los salarios subieron un 2,6%. En términos reales, el salario promedio ascendió de $1.061.035 a $1.310.358.
Más alimentosEste crecimiento tuvo un impacto concreto en la góndola. De acuerdo con el informe de Coninagro, entre marzo de 2024 y febrero de 2025, los asalariados pudieron comprar más unidades de seis alimentos clave: aceite de girasol, yerba mate, leche, asado, huevo y pan.
Por ejemplo, el poder de compra de aceite aumentó un 45%, lo que equivale a 107 botellas más de 1,5 litros. En marzo del año pasado, un salario alcanzaba para 237 botellas; en febrero de 2025, para 344. En el caso de la yerba mate, la mejora fue del 63%, es decir, 113 kilos más: de 356 paquetes de medio kilo se pasó a 582.
La leche mostró un incremento del 50% en el poder de compra, equivalente a 293 sachets adicionales. En tanto, el asado registró una mejora más moderada, del 17%, que permitió adquirir 19 kilos más que el año anterior. Los huevos y el pan también siguieron esta tendencia: se pudo acceder a 112,5 medias docenas adicionales de huevos (+38%) y 89 kilos más de pan francés (+28%).
Una mejora que no llega al campoAunque esta evolución es una buena noticia para el bolsillo de los consumidores, en el sector agropecuario advierten que los precios rezagados de los alimentos, en relación con los costos, están afectando la rentabilidad de varias producciones. El mismo informe señaló que, en productos como la yerba mate, los costos de producción han subido por encima de los precios al consumidor, generando preocupación entre los productores.
Este fenómeno no es nuevo, economías regionales como la citricultura, la producción de azúcar, arroz y hortalizas atraviesan un panorama complejo por el desfasaje entre lo que se paga en góndola y lo que perciben los productores. Según datos de Coninagro, en el último año la naranja perdió un 52,4% de su valor real, el arroz un 50,7%, el azúcar un 45,4%, la cebolla un 37,5% y la papa un 36,8%.
Para David Miazzo, economista y director de DATA Miazzo, la recuperación del salario es superior si se compara con los alimentos, producto de que los alimentos durante este último año han ido por debajo de la inflación.
“Esto se refleja en que los salarios han ganado poder de compra, poder adquisitivo al expresarlo en alimentos. El consumidor ganó poder de compra por dos factores: subieron los salarios en términos reales y los alimentos se retrasaron respecto a la inflación. Del lado de los productores, esto claramente no es tan bueno, porque significa que el precio de sus productos se atrasó respecto a la inflación. Sin embargo, vemos alguna luz al final del túnel en el sentido de que esta mejora del poder de compra, tarde o temprano, y ya se está viendo en algunas actividades, en algunos indicadores, se convierte en incremento del consumo. Y ese incremento en consumo ayuda a generar un sostén de precios también de cara a los productores. Así que esa dinámica de mejora del poder de compra de los salarios también va a significar una mejora para los productores”, indicó.
En este sentido, no obstante esta situación actual, en la entidad cooperativista ven con expectativa la posibilidad de que esta recuperación salarial impulse una mejora en el consumo, que tarde o temprano podría beneficiar a las economías regionales. “Un mayor poder de compra puede traducirse en un incremento de la demanda, especialmente en productos frescos y de calidad que provienen directamente del campo argentino”, evaluaron.
Esta visión se alinea con otros reportes que indican que el consumo masivo comienza a mostrar señales de reactivación leve, aunque aún lejos de los niveles prepandemia o de los primeros años de la década pasada.
El nuevo informe también coincide con la publicación del dato oficial de inflación por parte del Indec. En marzo de 2025, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió un 3,7%, rompiendo una racha de cinco meses consecutivos con aumentos por debajo del 3%. Se trata del registro más alto desde agosto de 2024, cuando la inflación mensual alcanzó el 4,2%.
Este valor sorprendió al mercado, ya que el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central proyectaba una inflación del 2,6% para marzo. Las principales alzas se dieron en Educación (+21,6%), Alimentos y bebidas no alcohólicas (+5,7%) y Prendas de vestir (+4,6%). Con este dato, la inflación acumulada en el primer trimestre de 2025 se ubicó en 8,6%, y la interanual alcanzó el 55,9%.
Vale recordar que el Ripte, base del informe de Coninagro, es un indicador elaborado por la Subsecretaría de Seguridad Social del Ministerio de Desarrollo Humano que mide el salario promedio mensual sujeto a aportes al sistema previsional de los trabajadores en relación de dependencia que se mantienen activos durante al menos 13 meses consecutivos. Es utilizado como referencia para analizar la evolución del ingreso formal y su impacto sobre la economía.