Era una noche calurosa de diciembre de 2016 cuando Bárbara León se palpó un pequeño bulto en la mama derecha. Tras una serie de estudios diagnósticos -mamografías, ecografías y resonancias-, le detectaron un tumor, más grande y agresivo, oculto en la mama izquierda. Ambos eran malignos. El diagnóstico fue cáncer de mama bilateral, una forma poco común que representa solo el 5% de los casos. Comenzó entonces un tratamiento largo y difícil: quimioterapia, cirugía, radioterapia. “Internamente fue una revolución”, cuenta en diálogo con LA NACION. “Me encontré atrapada en creencias limitantes sobre los orígenes del cáncer, en mandatos como ‘no pienses en negativo, sé positiva para curarte‘“.
Fue cuando se topó con La cara humana del cáncer: vivir con esperanza, abrazar la incertidumbre que se enteró de que sí existía un camino alternativo para transitar la enfermedad: la psicooncología. Su autora, Jimmie Holland, psiquiatra e investigadora médica considerada la madre de la especialidad, detectó que los pacientes de cáncer sufrían de una manera parecida y creó un programa especial para tratarlos psicológicamente.
“Aprendí a reconocer mis miedos y mi dolor sin identificarme con ellos; a elegir a qué pensamientos darles lugar y a cuáles no. A ver que podía caminar la vida con miedo, y con coraje a la vez", comparte León, que actualmente es psicooncóloga de la Asociación Médica Argentina (M.N. 27033). “Fue un proceso profundo y desafiante y, cuando mi vida volvió a cierta normalidad, me propuse ayudar a otros a liberarse de la jaula interna llena de tabúes y sufrimiento innecesarios que se crean alrededor del cáncer. Para empezar, hay que tener claro que al cáncer no lo provoca la persona y pensar en negativo no determina el pronóstico".
¿Qué es la psicooncología?La psicooncología es una disciplina que articula la oncología y la psicología, y tiene como objetivo principal mejorar la calidad de vida del paciente de cáncer y de sus allegados, acompañándolos en los distintos momentos del proceso: diagnóstico, tratamiento, recaídas, y final de vida (el tratamiento puede empezar en cualquier etapa de la enfermedad). Contempla al ser humano en sus dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, abordando cómo se ven afectadas en cada instancia y brindando herramientas para manejar los sentimientos asociados. “Cada momento tiene necesidades particulares, y el rol del psicooncólogo es adaptarse a ellas”, explica León.
Miedos específicos“Al recibir un diagnóstico de cáncer, tanto el paciente como la familia se encuentran en un estado de indefensión y shock emocional. Suscitan muchísimos pensamientos y emociones y la persona puede sentir que está entrando en una irrealidad“, dice Yulieth Cuadrado (M.N. 80468), jefa de neuropsicología del Instituto de Neurologia de Buenos Aires (INBA). En el núcleo de la gran mayoría de los cuadros, explica, están el miedo a la muerte y al dolor propio y de los seres queridos; y cada paciente en su individualidad tiene sus razones y maneras de sentirlo.
Los sueños inconclusos, el no poder cuidar de su familia -ligado al abandono-, la culpa por sentirse una carga emocional o económica, el enojo por los planes truncos, la desesperación y negación por lo que está pasando y la tristeza por el quiebre del “guion” de la vida son algunos ejemplos, explican las psicólogas.
A esto se le agregan los efectos secundarios de los tratamientos que, en muchos casos, son muy invasivos y generan alteraciones en el organismo como la caída del pelo y síntomas en la piel, entre algunos de los principales ejemplos. “Lejos de ser solo físicos, pueden -y, a menudo, tienen- consecuencias en la autopercepción y la autoestima, además de a nivel neurológico”, añade Cuadrado.
De hecho, la psiconeuróloga subraya la importancia de realizar controles cognitivos, especialmente después de tratamientos como la quimio o radioterapia, ya que estudios encontraron alteraciones en dominios como la atención, la memoria, las funciones ejecutivas y la velocidad de procesamiento de la información mental. “Se habla del chemobrain para referirse al compromiso cognitivo y la niebla mental que mencionan los pacientes luego de todos estos procesos farmacológicos", cuenta Cuadrado.
Entre el humor y la esperanzaPero el cáncer también puede traer consigo una gratitud secreta, advierte León. “Cuando el dolor y la tristeza son aceptados y abrazados, abren una la puerta a una conciencia más profunda, a una reevaluación de lo verdaderamente importante. En algunos casos hasta puede hacer emerger un nuevo propósito”, explica. “Se lo conoce como crecimiento postraumático. Como dijo Stephen Hayes, referente en terapias contextuales: ‘el amor convierte el dolor en propósito‘”.
Como para abordar casi cualquier situación, el humor es bienvenido en la psicooncología. “No se trata de negar la tristeza o el miedo, sino de generar el espacio para todos los aspectos de la experiencia humana y, en este sentido, la risa puede traer alivio, funcionando como una bocanada de aire en medio de tanta densidad emocional", plantea León. “El humor dignifica las dificultades, nos conecta con la ligereza y con la alegría: una virtud especialmente necesaria en momentos de vulnerabilidad”.
La esperanza, por su parte, lejos de ser una ilusión o una negación de la realidad, es un eje central en el acompañamiento. “No con el fin de generar expectativas irreales, sino para descubrir qué es lo que aún es posible“, sopesa la psicooncóloga. ”Incluso en cuadros sin posibilidad de curación, la esperanza es una herramienta para elegir cómo transitar ese tiempo y se aloja en el sentido que cada persona puede construir: en una conversación pendiente, en reparar un vínculo, en una carta escrita, en entender que lo que sembramos en vida sigue vivo en quienes nos sobreviven".
El rol principal del terapeuta, explica León, es guiar al paciente para que pueda pararse frente a un lugar indiscutidamente sombrío, detectando la luz que habita en ellos.
De la psicooncología, vivida como paciente y predicada y ejercida como profesional, León se queda con una premisa: “Somos mucho más de lo que nos pasa y una parte de cada uno permanece intacta, nunca muere”. Para la especialista, el dolor forma parte de la vida, pero no lo es todo. Y el amor y la paciencia tienen el poder de sanar. De su experiencia, como sobreviviente del cáncer y terapeuta de pacientes con cáncer, aprendió que “no estamos solos” y que detrás de cada herida hay una fuerza que sostiene. “Aprendí a ser honesta, a confiar en los tiempos del otro, a equivocarme sin ser cruel conmigo misma y a acompañar a mis pacientes no desde arriba, sino a la par”, concluye.