Sandro eterno: homenaje en el San Martín a 80 años del nacimiento del Gitano

Un cálido aplauso, entre muchas sonrisas y recuerdos de juventud por parte de los presentes, abrió el homenaje a Roberto Sánchez Ocampo, más conocido como Sandro, que este 22 de abril el Ministerio de Cultura de la Ciudad, le realizó en el hall central del Teatro San Martín. No hubo telón rojo ni luces dramáticas, pero sí una emoción latente que serpenteaba los tres icónicos trajes con los que se podía identificar rápidamente al hombre de la rosa, como se lo conoció en sus maratónicos, recordados y últimos conciertos de la calle Corrientes. Los mismos eran, su tradicional bata roja, su overol blanco de piloto de autos del film Siempre te amaré y su mono negro de la portada del disco Espectacular. El motivo de la celebración -si es que hace falta alguno para recordarlo-, los 80 años de su nacimiento que se cumplirán el próximo 19 de agosto, y los 55 que pasaron desde su inolvidable show en el Madison Square Garden en el corazón de Nueva York, Estados Unidos.

En un clima de intimidad, como si el Gitano pudiera entrar en cualquier momento desde el fondo del escenario, unas 150 personas sentadas ordenadamente esperaban a quienes recordarían anécdotas e historias del ídolo. Y mientras una pantalla gigante mostraba su rostro en primer plano, sus canciones más famosas musicalizaban el momento. Las que más enardecían al público eran “Rosa… Rosa”, “Tengo” y “Dame fuego”, mientras “Trigal”, “Porque yo te amo” y “Penumbras”, regulaban una temperatura que tendía a la algarabía.

Con una puntualidad inusual para la dinámica porteña, a las 18:30 horas, la Ministra de Cultura, Gabriela Ricardes tomó el micrófono, saludó a la platea y explicó, entre los resortes de una presentación formal y su amor por el ídolo popular, el sentimiento que la embargaba por dicha reunión y por ser la propulsora del acto. Así fue que le dio la palabra a la periodista y biógrafa estrella, Graciela Guiñazú, quien entre recuerdos personales y guiños con los presentes, a quienes llamaba “las nenas y los nenes de Sandro”, les dio la bienvenida a los invitados. Uno a uno se fueron acomodando en los sillones, Linda Peretz, Coni Vera, Ernesto Spitz, hijo del recordado productor Emilio Spitz, y Eduardo Barone. Ellos eran los tenían las historias más secretas del protagonista de Muchacho, film estrenado en el año 1970 y que iba a proyectarse una vez finalizada la charla abierta, pero en el Centro Cultural San Martín, sala Manuel Antín.

Entre relatos entrañables, confesiones de parte y una acuarela de época que fueron pintando entre los protagonistas de la charla, moderados por Guiñazú que sabiamente iba tocando una a una la fibra más íntima de sus expositores, se fue tejiendo el retrato más vivo y humano del popular cantante. Peretz rompió el hielo en su primera incursión: “Cuando filmé con él La vida continúa, yo quería arrinconarlo pero nunca pude. Esos labios tan lindos que tenía”. Semejante confesión generó una risa espontánea y al unísono. Coni Vera en cuanto a la seducción que emanaba el actor en sus films, omitió su sentir aunque reconoció que “era muy chica, tenía apenas 16 años” cuando actuó junto a él por lo que negó cualquier vínculo amoroso, pero resaltó “lo amable, generoso y atento que estaba siempre con todos los colegas para que nadie la pasara mal en el set”. Y agregó ya seriamente: “Los suyos eran valores que duraron a través del tiempo. Por eso su imagen se conserva, se acrecienta y nuevas generaciones lo conocen y lo admiran incluso sin haber vivido su éxito en persona”.

Cada uno de los invitados hablaba de un área particular. Peretz y Vera sobre el cine y cómo fue trabajar con él desde el mismo set, Spitz en nombre de su padre, como productor de las películas que rodaban, y Barone desde el lado musical, haciendo hincapié en que “Sandro no tenía ningún vínculo con el rock argentino, porque Sandro era el rock argentino en su mayor expresión”.

Todas las anécdotas concluían con una sonrisa en el rostro de todos los presentes. Sea público general, fans, algún que otro lookeado con sus mismas patillas y hasta los empleados del complejo que atendían en simultáneo sus tareas cotidianas. Nadie quería perderse la trastienda de semejante figura. Y vuelve Coni: “Sandro se hacía traer de afuera las revistas de moda y música y prestaba mucha atención a los vestuarios. Los evaluaba, estudiaba y era su fuente de inspiración para después cuando tenía que actuar o presentar un show, crear sus propios conceptos. Estaba atento al mundo que lo circundaba y no se dejaba estar”.

Entre las películas más recordadas de la filmografía de Sandro, Ernesto recordó la anécdota de la película Embrujo de amor, que terminaba con la muerte del ídolo y por ello el boca en boca funcionó en contra: “La gente recomendaba no ir porque Sandro moría. Entonces al ver que la taquilla no funcionaba, mi papá editó el final para que terminara con el beso entre Sandro y Carmen Sevilla. Y ahí el film repuntó. Ahora queremos reconstruir ese final y estamos revisando latas con negativos para dar con ese final original. Si bien es mucho trabajo porque requiere de una minuciosa tarea, creemos que en poco tiempo daremos con esas cintas”.

Con mucha nostalgia, simpatía, algo de actuación y entonación gitana, Barone inició su momento apuntando a Quentin Tarantino, por haberle “robado la escena final de Muchacho a Sandro” para filmar el icónico baile de John Travolta y Uma Thurman en Pulp Fiction y lo “intimó” a reconocerlo públicamente y “pagar derechos de autor”. Aplaudido por todos, el periodista continuó con diversos secretos a voces, por ejemplo, recordando la estrecha relación que tenía con todos los artistas referentes del rock nacional de los 70. Y entre anécdotas con Litto Nebbia, León Gieco y Charly García, detallaba lo generoso que era con ellos. “Moris grabó su primer disco con una guitarra que le regaló Sandro porque él no tenía”. “Cuando salían de grabar en ese oscuro sótano que decían llamar La Cueva, Sandro invitaba a todos a cenar porque nadie tenía plata y hasta les pagaba los puchos. La única condición de Sandro para hacerlo era que no lo cuenten, que no quería que nadie se enterara que él les pagaba a todos, porque así era su código de hombre”.

Con sus desconocidas historias y modo de contar, Barone les robo más de una lágrima a los fans que estaban encendidos por lo que escuchaban. Los aplausos repentinos interrumpían constantemente, pero la alegría era tal, que todos parecían vírgenes de los efectos del popular ídolo. Hasta la misma Olga Garaventa sentada en primera fila junto a su hijo y seres más cercanos, parecía sorprenderse por lo que escuchaba. Es que esa es la magia de Sandro, incluso a más de 15 años de su desaparición física, su recuerdo causa una alegría inédita impensada.

El cierre fue para la viuda del ídolo, que por primera y única vez en la noche se paró y se puso frente al público para agradecer en primera persona. Visiblemente emocionada, reconoció que no tenía mucho más para decir después de todos los elogios que le habían regalado a su marido. “Realmente era un ser maravilloso, de mucha luz y muy solidario. Una persona que tenía muchos códigos y principios y los iba marcando en actitudes concretas. Qué puedo agregar de él, que fue un ser excepcional. Solamente decirles gracias, gracias, gracias”.

El homenaje no fue solo un acto de memoria. Fue, sobre todo, una confirmación: Sandro sigue vivo en cada historia, en cada canción coreada a media voz y en cada lágrima que se escapa cuando su música vuelve a sonar. Porque el Gitano, como sus fans lo saben bien, nunca se fue. Solo se convirtió en leyenda.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/sandro-eterno-homenaje-en-el-san-martin-a-80-anos-del-nacimiento-del-gitano-nid23042025/

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