La lección de anatomía: la obra récord que es famosa por sus desnudos, sorteó censuras y fue semillero de famosos

En 1972, el país estaba gobernado de facto por Alejandro Agustín Lanusse. La denominada “Masacre de Trelew” reafirmaba que se trataba de tiempos violentos. Ese mismo año, un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la Cordillera de los Andes, dejando un tendal de víctimas y unos pocos rugbiers sobrevivientes que dieron vida al mito de la “tragedia de Los Andes”.

Casi un mes después, el 17 de noviembre, otra aeronave, el vuelo 3584 de Alitalia, proveniente de Roma, con una parada en Dakar, aterrizó en Ezeiza, marcando el regreso de Juan Domingo Perón al país, luego de diecisiete años de ausencia.

En Buenos Aires, el 12 de diciembre, en las postrimerías de 1972, se estrenaba la obra La lección de anatomía, escrita y dirigida por Carlos Mathus, con una función ad hoc realizada en el marco de un Congreso de Medicina Psicosomática, que se llevaba a cabo en el hotel Sheraton, inaugurado tan solo cuatro meses antes en un enclave privilegiado, y hasta entonces desolado, del barrio de Retiro.

Aquella propuesta artística, de profunda poética y transgresora semántica física, interpeló al auditorio de eruditos. Fue el inicio de un camino que se continúa hasta hoy. Cincuenta y dos años después, la pieza sigue en cartel -con funciones regulares en el bello teatro Empire de Buenos Aires- alimentando la estadística récord y engrosando la leyenda en torno al longevo material, que potencia las cualidades de la poética del teatro físico y performático, y que cobró notoriedad por los resonantes desnudos totales de sus protagonistas, pero que es mucho más que eso.

“Creo que todos atribuimos la permanencia de la obra al hecho de que no tiene espacio ni tiempo, trata sobre la naturaleza humana; habla sobre los miedos, vínculos, amores y frustraciones de los hombres y mujeres, algo sobre lo que siempre se puede hablar”, reflexiona la docente, investigadora e historiadora Ana María Rozzi de Bergel, autora de Desnudos, amados y censurados (Eudeba-Proteatro), volumen que compila con notable rigurosidad la trayectoria de la pieza cuya vigencia se define en la trascendencia de los tópicos que aborda.

La exdocente comparte la charla con LA NACION junto con todo el elenco que actualmente protagoniza el material y su directora.

Con timidez -aunque media hora después se muestren despojados de ropas sobre el escenario-, lo intérpretes van desentrañando el misterio en torno de La lección de anatomía, decodificando la propia experiencia y enumerando un sinfín de anécdotas en relación con los espectadores y sus reacciones frente a la provocadora propuesta.

Grandes nombres

“Señora, ¿me permite su documento?”. Eran tiempos de dictadura y la actriz, completamente desnuda parada en el medio del escenario, observó su propio cuerpo e inquirió al agente policial partícipe de la razia: “¿Dónde quiere que tenga guardada mi cédula?”. La artista era la recordada Alicia Aller, uno de los tantísimos nombres que formaron parte de los diversos elencos que fueron alimentando la historia de este fenómeno del teatro argentino, solo comparable con la permanencia de la comedia Brujas o el espectáculo Salsa criolla, de Enrique Pinti, aunque ambos con menos permanencia en cartel.

Jorge Mayorano, Virginia Innocenti, Carlos Andrés Calvo, Claudio Gallardou, Esther Goris, Gustavo Garzón, Liliana Pécora, Osvaldo Guidi y Cecilia Cenci fueron algunos de los intérpretes de la pieza que luego cobrarían notoriedad pública. Hace pocos años, Facundo Calvo, hijo de “Carlín”, también formó parte del elenco. En una versión montada en España, uno de los protagonistas fue Eusebio Poncela.

“Se pensó para una sola función en el Congreso de Medicina Psicosomática de 1972. Sin embargo, se mantuvo en cartel, sin interrupciones, hasta 2008”, recopila Rozzi de Bergel.

En ese prolongado lapso de tiempo, se llevaron a cabo representaciones no solo en la Argentina, sino también en Brasil, Chile, Venezuela, Uruguay, Paraguay y España. Las resonancias de la pieza hicieron que programadores de festivales internacionales se interesaran por ofrecerla en las grillas de sus encuentros y fiestas del teatro, tal como sucedió en Graz, Austria.

La estructura de la propuesta se define en situaciones independientes, en las cuales los actores van mutando sus roles. Aunque conlleva una dramaturgia de la palabra, la performance física define el lenguaje del material.

“Debido a sus características, originalmente, en Argentores se la registraron a Mathus, pero no la consideraron obra”, recupera la historiadora Rozzi de Bergel.

César González Mathus es uno de los responsables de sostener el legado de Carlos Mathus y Antonio Leiva y quien administra el Teatro Empire, de arquitectura art decó y muy bien conservado. El productor reconoce que “Carlos Mathus fue uno de los primeros dramaturgos y puestistas que comenzó a trabajar con el montaje como obra, con lo cual el texto tenía un carácter circunstancial dentro de un marco muy simbólico, por eso no había forma de registrarla, ya que, en ese tiempo, se pedía que las obras estuvieran divididas en actos y cuadros. Fue gracias a Ulises Petit de Murat (secretario general de Argentores) que se pudo registrar y computar actos para que pudiera tener su reconocimiento en relación a los derechos de autor”.

“La obra plantea los conflictos de fondo y atemporales de los seres humanos, la lucha por ser uno mismo y la proyección en los hijos estuvieron siempre presentes”, desliza Omar Ponti, actor de 63 años que lleva 32 protagonizando la pieza, siendo el más antiguo de la compañía, discípulo de Carlos Mathus y compañero de escena, durante años, de Antonio Leiva.

Leiva fue protagonista y luego director de la obra, y compañero de vida del autor. “Fue la primera obra que vi en mi vida y la primera en la que actué mientras estaba terminando el Conservatorio Nacional”, recupera Ponti.

Sebastián Pérez (41) es otro de los integrantes del equipo con mayor antigüedad: “Comencé como asistente hace veinte años, hoy soy padre de dos hijos y la obra sigue muy presente en mi vida”. Él es quien recorre la escena asistiendo, tomando vestuarios, enmarcando el despojo y devolviendo las prendas que cubrirán los cuerpos de las almas ya desnudadas. “Expone lo que sucede en la vida real, tomando en cuenta tópicos como la culpa y los mandatos. La obra es una cachetada a la vida misma, a un mundo en guerra, por eso nosotros nos desnudamos en cuerpo y alma”.

Falta una hora para el comienzo de la función. Los integrantes del elenco van ocupando sus lugares en la sala, ubicada a metros del palacio del Congreso Nacional y, como en un ritual imprescindible, comienzan con el trabajo de preparación física.

La lección de anatomía, por cierto, requiere de ellos una gran concentración y un entrenamiento para poder cumplir con escenas desafiantes como la denominada “footing” donde corren en escena durante varios minutos, sin dejar de decir sus parlamentos. Un momento clave del desarrolla argumental.

Trayectoria

Luego de aquella primera presentación en sociedad en el congreso médico realizado en el hotel de Retiro, Carlos Mathus, alertado por la repercusión obtenida, decidió buscar sala para ofrecer la obra a un auditorio expandido. No fue fácil. Los tiempos dictatoriales y la osadía vanguardista de la pieza no se llevaban bien.

Luego de mucho peregrinar, el oasis se abrió lugar en una galería ubicada en la intersección de las avenidas Santa Fe y Pueyrredón. Allí, en el llamado Theatron, permaneció durante diez años en cartel.

Luego, para celebrar la década de existencia, el espectáculo se dio en el Tabaris, por iniciativa de sus propietarios Carlos Rottemberg y Guillermo Bredeston, siendo uno de los primeros casos en que el circuito independiente accediera a un escenario de mayor visibilidad en plena Calle Corrientes. Hoy, el fenómeno es bien habitual.

A lo largo de sus 52 años de vida, La lección de anatomía también realizó funciones en las salas porteñas Alfil, Gloria, Lorange, Blanca Podestá, Variedades, Ateneo, Esmeralda, Arte Belgrano, La Comedia y Bauen.

“Nunca supimos por qué Carlos Mathus decidió bajar la obra en 2008. Una noche dijo: ‘Esta obra no va más’, la dejo de representar”, recuerda la historiadora Rozzi de Bergel.

En 2017, año en que falleció Mathus, Antonio Leiva, uno de los históricos actores de La lección de anatomía (la representó durante 36 años), decidió reponerla, volviendo a escribir una historia que se continúa hasta hoy.

El 11 de mayo del año pasado, en pleno proceso de reposición con un nuevo elenco, Leiva falleció, pero dejó el legado en un sólido equipo de trabajo. “Quedamos huérfanos”, grafica Cristian Frenczel, actor de la compañía y responsable de la producción ejecutiva.

Yamila Gallione ingresó al elenco en la temporada reposición de 2017 y es hoy la responsable de la dirección del espectáculo, luego de un interregno donde fue dirigida por la historiadora Rozzi de Bergel: “Siempre se buscó respetar a la propuesta original, así que a mí trabajo lo entiendo como una preservación de todo eso, de modo que no pierda sus límites, que no se abandone el sentido y el foco de lo que se contó siempre”.

La directora, única integrante del staff actual elegida por Carlos Mathus, reconoce que “Antonio Leiva era muy líder, así que, con él en vida, jamás imaginé que yo podría dirigirla, fue una sorpresa”.

Desafiante

“Es un trabajo intenso, requiere de una gran preparación ya que el desgaste físico es grande. Cuando entré, me cag… todo. Estaba asustado, era mucho por absorber”, sostiene el actor Franco Genovese (25), quien reconoce que “más que una obra, es una experiencia, una verdadera lección de la anatomía del humano en sociedad”.

“Ingresé este año, pero siento que conocí a Carlos Mathus y Antonio Leiva. Pregunté y me contaron mucho” explica Natalia Duzdevic (31), actriz que, el año pasado, sin imaginar qué le depararía el destino, asistió como espectadora a una de las funciones y, al abandonar la sala, experimentó una pulsión interior, esas que algunos llaman “ley de la atracción”. No siempre sucede, pero sucedió: “Aquella noche, sentí que deseaba ser parte”.

Algo similar experimentó el actor y productor ejecutivo Cristian Frenczel (43), quien actuaba en la obra El reñidero, de Sergio de Cecco, cuando le propuso a Antonio Leiva formar parte de La lección de anatomía: “Luego de verla, salí completamente conmovido, deseando hacerla, no podía creer que alguien haya escrito tremendo texto, simple, pero con el poder de las palabras acompañadas por el cuerpo. Acá el esfuerzo no es solo físico, es un desgaste emocional”. Algo aspiracional encierra el trabajo en esta compañía histórica.

El actor Marcos López (34) entiende que “la gente de afuera puede pensar que uno se aburre, pero nunca es igual, estar arriba del escenario es un hecho colectivo”.

Cuando la mayoría de los intérpretes que hoy forman parte del elenco nació, la obra llevaba más de dos décadas en cartel, toda una curiosidad.

La escena “Camino a la autodestrucción” está sostenida en una suerte de footing coreografiado. “Es el camino de un empleado que desea quedar bien con todo el mundo para llegar”, explica Frenczel. “Es muy complejo disociar palabra de movimiento”, argumenta la directora Gallione. El momento de ese footing escénico conmueve e impresiona por igual.

Desnudez

“Hace varias décadas, desnudarse era duro no solo para el actor, sino también para el público, un shock. Aún hoy, no se trata de un desnudo erótico, es muy directo. Sin embargo, luego del desnudo, la obra te pega una desnudada más fuerte, que es la emocional”, ironiza el actor Omar Ponti.

Quién no vio La lección de anatomía, seguramente tendrá alguna referencia del material por los famosos desnudos totales que los intérpretes realizan durante el tramo inicial de cada función. Sin embargo, la propuesta va mucho más allá.

“No nos desnudamos para agradar desde lo estético, hay un fundamento para que eso suceda, entonces no aparecen dudas o inseguridades con respecto al propio cuerpo”, explica lúcidamente Cristian Frenczel.

En la década del setenta, era toda una transgresión que actrices y actores se expusieran frontalmente y de una manera poéticamente descarnada. Aún hoy, podría aseverarse que un espectador conservador se verá inquietado por la situación.

Ancestralmente, el arte ha desnudado mucho más a la mujer que al hombre. El David de Miguel Ángel, en pleno Renacimiento, conmocionó por su belleza, puntillosidad y riesgo. La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, obra pintada por el artista neerlandés Rembrandt, no ofrece un desnudo total, pero hay en esa clase magistral y en el cuerpo en reposo que cubre su genitalidad una manifestación cuyas resonancias tomó Mathus para construir su ideario.

“Había otras problemáticas y desafíos en la obra que hicieron que el desnudo no sea lo más complejo de resolver. Desnudarse era el menor de los problemas, el hecho que sea colectivo lo hace más llevadero, la exposición no es individual y, arriba del escenario, todo cobra otro sentido”, sostiene Yamila Gallione.

El elenco reconoce que, cuando les tocó posar para las fotos de promoción del espectáculo, la desnudez fue mucho más incómoda, ya que no estaba amparada en el desarrollo de un argumento.

“Uno entrena para subirse al escenario y desconfigurarse, el desnudo no se piensa racionalmente, en la escena se pierde ese filtro”, confiesa Franco Genovese. “No es un desnudo sexualizado”, entiende, con razón, la actriz Agustina Sena (28).

El elenco coincide en el respeto de cada uno de los integrantes del staff artístico y de los trabajadores de la sala, quienes los hacen sentir seguros en ese momento crucial e iniciático de cada función. “En una playa nudista tendría mayores reservas”, sostiene Frenczel y todos festejan su ocurrencia.

Desde ya, abuelos, padres y hermanos de los actores vieron la obra y, algunos, no dudaron en recriminar con un “no nos avisaste”, pero el desnudo está muy amalgamado a la dramática del relato con lo cual no hay una prioridad en eso. “El pudor aparece en los familiares y amigos, no en nosotros”, coinciden todos y reconocen que “produce libertad”, tanto en ellos como en la platea.

Romper la cuarta pared

Los actores reciben al público en el ingreso a la platea. Ritual. Como en la Grecia Antigua, para establecer desde el vamos la conversación espiritual y generar el clima de intimidad que requiere el material. “Se habilita a todo lo que puede suceder, se rompe la negación”, manifiesta la directora.

Cerca del final de la representación también se rompe con la “zona de veda” y se confunden liminalmente las áreas de escena con las de expectación. Uno de los tramos más simbólicos del material encuentra a los actores transitando la platea, encontrándose cara a cara con el público. Una comunión física y emocional.

Ana María Rozzi de Bergel, quien dirigió la pieza durante los cuatro años que Carlos Mathus estuvo radicado en Brasil y, posteriormente, en el interregno producido luego del fallecimiento de Antonio Leiva, reconoce que “los actores siempre me manifestaron que esa escena, cuando bajan a compartir con los espectadores, es la que les resulta más difícil de hacer, debido al acercamiento directo”.

Es habitual que los espectadores, cerca del final, abracen a los actores. “Es un gracias muy genuino por lo que dijimos y por la entrega, pero es recíproco, nosotros les agradecemos a ellos”, reconoce Natalia Duzdevic.

Los espectadores más efusivos no evitan llorar durante la función. El llanto no es dramático, sino la manifestación de la emoción que emerge del material. Una catarsis. “La obra es amorosa”, dice la biógrafa.

“La primera vez que la vi no pude hablar ni llorar, la energía es tan fuerte que terminé encapsulado”, confiesa el actor Franco Genovese. “Hay algo cultural que nos atraviesa, a los hombres les cuesta llorar, pero la obra trasciende eso”, entiende la actriz Agustina Sena.

Anécdotas

A lo largo de más de medio siglo de funciones, las anécdotas en torno a los espectadores son innumerables. Algunas conllevan ribetes risueños y otras son fruto de la movilización interna que produce lo que se cuenta y se ve.

Durante una celebración del Día del Padre, en medio de una escena fortísima que retrata un hecho violento entre un padre y su hija, una espectadora se levantó de su butaca y gritó: “No le podés hacer eso a tu hija y menos en el Día del Padre”.

En otra función, cuando el personaje del padre le pregunta a su hija: “¿Querés estar sola?, te dejo sola”, un espectador gritó: “Va a estar mejor que con vos, hijo de put…”. Hace no demasiado tiempo, una mujer se pasó buena parte de una función repitiéndole a uno de los personajes: “Mentira, mentira”. Refutaba todo lo que se decía en escena, convencida de su propia escala de valores.

“A muchos espectadores les agarran ataques de risas o de histeria durante la escena del desnudo. En ese caso, los miro fijamente hasta que se les pasa. Es parte del nerviosismo que produce lo que se manifiesta”, cuenta Omar Ponti. El actor, con tantos años en la compañía, vio de todo.

“Una chica, que formaba parte de un grupo de boy scouts, se descompuso, porque una escena mía le resultó muy violenta. Como estaba muy afectaba, luego de la función me quedé a conversar con ella”, recuerda Ponti en torno a esa situación por demás incómoda que vivió mientras desarrollaba la escena en la que sobrevuela el tema de un abuso.

En menos de media hora comenzará la función. Nadie sabe ya qué número de representación será. Son miles a lo largo de 52 años. En camarines se van quitando sus prendas, incluso la ropa interior, ya que salen a escena con un vestuario funcional para quedar desnudos ante el público. En el mecanismo de relojería que también incluye el maquillaje y peinado, aparece el pudor que, como manifestaron, no experimentan a la hora de la escena.

“¿Tiene que seguirse haciendo La lección de anatomía? Cada vez que me lo pregunto, mi respuesta es afirmativa. Siempre se encuentra algo nuevo que dialoga sobre la sociedad, la obra va por fuera de modas o tendencias”, finaliza César González Mathus.

Afuera esperan los espectadores en una fría tarde de domingo. Algunas personas con cabello entrecano están acompañadas por gente más joven. Padres, que vieron la obra hace años, hoy traen a sus hijos, una costumbre saludablemente habitual.

Para agendar

La lección de anatomía. Próximas funciones: sábados 2 y 30 de agosto a las 20.30; domingo 17 de agosto a las 20. Sala: Empire (Hipólito Yrigoyen 1934).



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/la-leccion-de-anatomia-la-obra-record-que-es-famosa-por-sus-desnudos-sorteo-censuras-y-fue-semillero-nid03082025/

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