“Nuestro amor propio es la base sobre la que edificamos nuestras vidas y nuestro yo, seamos conscientes de ello o no. En un mundo que constantemente nos bombardea con expectativas, críticas y presiones, el amor hacia uno mismo no es un lujo, sino una necesidad vital para vivir de forma plena y auténtica”, afirma el psicólogo italiano Walter Riso, especializado en terapia cognitiva, con una maestría en bioética y autor de libros que han sido traducidos a más de veinte idiomas, en Los 7 pilares del amor propio, su última obra, recién llegada a las librerías. En sus 280 páginas apunta a transmitir la importancia del amor propio en la propia transformación personal. En medio de una agenda cargada que incluye práctica clínica con pacientes y clases universitarias en Barcelona, pasó por Buenos Aires con su libro bajo el brazo.
Divulgador de todo aquello que contribuye a mejorar la calidad de vida y el bienestar, Walter Riso destaca la importancia del derecho que la gente tiene de recibir información. “Si las caricias pueden lograr que la depresión disminuya, ¿yo por qué no le tengo que decir eso a la gente? ¿Por qué tiene que quedar en un reducto académico? No hay cosas que son para la academia, porque a la gente no le va a servir. Yo me siento un poco lejos ya de esa discusión”, advierte.
De tanto amarte, me olvidé de mí, Más fuerte que la adversidad, El arte de ser flexible y Enamórate de ti, son algunos de los títulos anteriormente publicados. Su tiempo dedicado a la escritura se reparte con las cátedras universitarias. Actualmente da clases en el Instituto RET de Barcelona, “que es la sucursal de Albert Ellis de Nueva York, el principal centro de psicología cognitiva”, señala. Allí dicta la materia de Crecimiento Personal y Amor Propio desde el punto de vista científico.
-¿Cómo conviven la vida académica y la divulgación científica?
-Es complicado a veces traducir a un lenguaje sencillo las cuestiones que son complejas, muy científicas. Y, de hecho, si se trata de un libro técnico, que yo tengo varios escritos, yo lo escribo para mis compañeros y si no lo entienden es problema de ellos. Pero aquí si tú no lo sabes explicar es que no lo entendiste bien. Con este libro dos veces he tenido que revisar cosas porque yo lo escribía y veía que no lo estaba explicando bien. Y está la responsabilidad. Lo que mueve esto es la idea de que se pueden prevenir muchas cosas negativas en psicología. Si uno logra influir en un estilo de vida psicológicamente saludable, la probabilidad de que tú hagas un cuadro clínico disminuye. Esto en el mundo se hace mucho, pero se separa la divulgación y la autoayuda.
- ¿Cuál es la diferencia entre la divulgación y la autoayuda?
-La divulgación es, por decirlo así, una autoayuda científica. Tiene cosas de autoayuda, pero es que la autoayuda no es mala. Depende de cómo se haga. Los psicólogos más importantes del mundo escriben textos técnicos y de divulgación. Pero es divulgación científica cuando toda la información que das está basada en la evidencia. O sea, la sacás de investigaciones.
-¿El amor propio tiene sustento científico?
-Últimamente se lo está considerando uno de los factores principales para la salud mental. No el único, es uno de los tantos, pero importante. Por ejemplo, el amor propio es un factor de resiliencia para la depresión.
-¿Es una especie de antídoto contra la depresión?
-Sí. La persona depresiva tiene un nivel de tristeza muy grande. El amor propio no aparece con la tristeza, generalmente aparece con la alegría de descubrirme, de estar consciente. La persona depresiva siempre está autoevaluándose negativamente. Esa es la característica principal. El sesgo negativo hace que sean hipercríticos, que entren en un estado de rumiación, pensando siempre cosas negativas de uno mismo.
En su último libro Riso menciona que la falsa modestia para ocultar las propias virtudes no es compatible con el amor propio, que incluye la aceptación de lo bueno y de lo malo en uno mismo.
-¿Hay una mirada crítica de la sociedad hacia quienes se consideran virtuosos y no tratan de ocultarlo?
-Por supuesto.
-¿Y por qué es eso?
-Porque nos han educado mirando más hacia afuera que hacia adentro. Solamente, según las investigaciones, el 5% del tiempo que tenemos lo usamos hacia nosotros mismos. Todo lo otro lo desperdiciamos afuera. Nos enseñaron más a mirar afuera que adentro. Y nos enseñaron que la gente es más importante que uno. Si tú tienes amor propio no te pueden manipular tan fácil. Tú vas a saber cuáles son los límites, qué principios tenés que negociar y cuáles no. La sabiduría no está en esconder tus virtudes, sino en mostrarlas sin vanagloriarte de ellas. El que tiene amor propio vence la necesidad de aprobación. No valés por las medallas que te cuelgan, ni por lo que tenés, ni por prestigio, poder, ni posición. Lo que valés es por el solo hecho de estar vivo.
-¿El amor propio es una condición previa para la autoestima?
-La autoestima pertenece al amor propio. El amor propio es un concepto mucho más profundo y más amplio. La autoestima también es una autovaloración que te haces de tu valía personal. Pero mientras en el amor propio se considera lo externo sin ver los resultados, la autoestima depende de los resultados que tengas. Está condicionada al rendimiento. Si tú conectas la autoestima al amor propio y la alimentas del amor propio, la autoestima entonces te sirve para ir hacia la meta.
-¿En este concepto también cambia la mirada hacia el éxito que, en general, se mide en comparación con el afuera?
-Exactamente. Muchas veces lo que es un fracaso para el exterior es un éxito interno. Quizás el éxito no sea alcanzar la meta. El éxito está en intentar con todas tus fuerzas. Michael Jordan decía “yo con el fracaso puedo, soy capaz de aguantarlo. Lo que no soy capaz de aguantar es no haberlo intentado”.
-Sos crítico del perfeccionismo, ¿no se supone que es algo que ayuda a ser mejor persona?
-No. El perfeccionismo es un desastre. Lo que tenemos que cambiar es la palabra perfeccionismo por mejoramiento. La gente dice, soy muy perfeccionista, como una virtud, pero el ser perfeccionista es ponerte una corona con espinas. Es pensar que hay que ser infalible, que no sos vulnerable ni débil. Si tú dices “quiero ser el mejor”, estás jodido. No digas “el mejor”, porque estás ya compitiendo. El perfeccionismo genera problemas de ansiedad. Es un estilo de vida.
Napolitano, Walter Riso vino a vivir a la Argentina cuando era chico. Cursó acá la primaria, la secundaria transcurrió en la Escuela Otto Krause y finalmente estudió psicología en San Luis. Su infancia la pasó en el barrio del Spinetto Shopping, cuando éste todavía era un mercado. En esa zona vivía un gueto napolitano. “Cuando entré al colegio hablaba napolitano, después hablé castellano”, dice. Ya adolescente, estudió ingeniería dos o tres años. “Pero no me gustó. Era porque mis padres querían. A mí se me dio lo hippie. Y fui a recorrer el país. Me fui a San Luis, que tenía una facultad de Psicología muy buena. Para mí era la mejor. Después supe que era la mejor”. Allí inició su carrera, aunque destaca que era totalmente psicoanalítica. “Yo venía de un modelo, el de ingeniería. Tenía una formación muy científica. Me parecía que el psicoanálisis no tenía evidencia suficiente. Y ahí entré. Tengo muchos amigos psicoanalistas, pero no compartimos muchas cosas”, agrega.
-¿Y tu especialización en terapia cognitiva dónde la hiciste?
-Mi especialización la hice en Bogotá.
-Un napolitano que se crio en la Argentina y se especializó en Bogotá…
-Me fui de aquí. Había que irse porque cerraron las universidades.
-¿De qué época hablamos?
-1979. Pero como se empezaron a cerrar las Facultades de Psicología, Sociología, por la situación política...Terminé la carrera en la Universidad de San Buenaventura de Medellín. Y después hice una especialización en Barranquilla sobre Terapia Cognitiva. Lo de Bioética lo hice en la Universidad El Bosque, en Bogotá.
-¿Y tu práctica clínica? ¿Cómo llegaste a Barcelona?
- Me fui a Barcelona hace 17 años porque quería estar en Europa. Yo me siento europeo. Amo Europa. Y a la Argentina también.
-Pero no te fuiste a Italia. ¿Por qué a España?
-Me fui a España porque la editorial estaba en Barcelona. Mi agente literario estaba en Barcelona. Tenía amigos que estaban en Barcelona. Y di clase un tiempo en la Universidad de Barcelona. Me podía ir a Nápoles. En una hora llego en avión.
-¿Vos ya estabas haciendo divulgación científica?
-Sí, mi primer libro se publicó en los 90. Hace como 30 años. Y algo pasa porque he sacado casi 40 libros, traducidos a un montón de idiomas. De divulgación son 33.
Walter Riso disfruta del contacto con la gente y le encanta firmar libros en ferias. “Me traen cartas, me dan un feedback. Me ve mucha gente joven. Casi todos son estudiantes o profesionales jóvenes. ¿Por qué hago esto? Porque sirve. Si no sirviera, si no fuera útil, no lo haría. Porque yo escribí una novela también, que se llama Pizzería Vesubio, que ocurre toda en la Argentina”. La historia sucede en Buenos Aires y termina en Barcelona. Y está vinculada con la historia de su padre y las pizzerías.
-¿Tu papá tenía pizzería?
-En todas partes. Estuvo en restaurantes y pizzerías. Y quebró con todas. Pero yo aprendí a cocinar. Mucho. Yo atendía las mesas. Tuvimos que pelearlo mucho.
-Habrá sido raro para tu papá que estudiaras psicología.
-No, se sentía orgulloso el viejo.
-Por ahí como eran de otra generación, a tus padres no les habrá resultado muy familiar el tema de la psicología.
-No. Ellos tenían como la idea errónea de que, si uno mira al otro, uno ya puede decir qué le pasa al otro. Como si uno fuera Rasputín, el monje maldito. Y era un poco mi vieja y toda la familia. Decían “¡Walter nos está mirando!" Y miraban para otro lado. Ellos tenían esa idea.
-¿Cómo tomaron que hayas dejado ingeniería?
-Les dio muy fuerte. Yo empecé a estudiar ingeniería en la Universidad Tecnológica, de noche. Y de día trabajaba de dibujante proyectista en ascensores Otis. Tenía que trabajar para pagarme los estudios. Aguanté tres años y ya dije “no más”. Entonces hicieron una asamblea. Me echaron de mi casa. Después yo volví. No quería ser ingeniero. Un escándalo. Además, yo tenía trenza, ya tenía pelo largo.
La terapia cognitiva, en la que Riso se especializó, pone en práctica, enseña y divulga, estudia el procesamiento de la información humana. En su práctica clínica en Barcelona la aplica.
-¿La terapia cognitiva no va tanto al pasado, a ver qué pasó?
-Sí, va mucho al pasado. Los terapeutas cognitivos somos expertos en software humano. Tú procesas la información interna y externa. Dentro de la información interna procesas tus emociones, y obviamente el pasado lo tenemos en cuenta. Pero es una terapia directiva, en que yo dirijo también, yo opino. Yo no dejo que la persona empiece a hacer elucubraciones propias. Los terapeutas cognitivos lo que hacemos es actuar, confrontar, discutir, ponemos al paciente a la misma altura que nosotros. Y lo guiamos o creamos dudas. En ese tipo de terapias siempre se acompaña de biblioterapia, que es darle al paciente información escrita de tareas que tenga que hacer y cosas que tenga que hacer. Ahí nace la autoayuda, de eso que uno les da a los terapeutas, que después ya se popularizó.
-¿Está un poco banalizada la autoayuda?
-Sí, claro. Fíjate que en las terapias muchos psicólogos recomiendan mis libros y otros libros de otros autores que tú tienes que ver si son profesionales, si tiene fundamento lo que dicen, si tiene bibliografía. Porque tú ahora entras a las redes y encuentras cualquier cosa. Hay mucha gente que habla del amor propio, pero dice barbaridades. Además, estos libros ayudan a mostrarte si tienes un problema que no sabías. Te empujan a visitar al terapeuta.
-La bioética es otra de tus especialidades. ¿En qué consiste y cómo impacta en lo tuyo?
-La bioética es el estudio de la ética en la medicina y en cualquier tipo de procedimiento que hay en salud. Se tocan temas muy complejos, como la eutanasia, el aborto, los trasplantes. Y si el paciente tiene el derecho a morir dignamente o no. La bioética tiene la facultad de llevarte la mente lo más lejos posible, porque tenés que confrontar problemas cuya solución a veces ni siquiera pensás que puede existir. Entonces en casi todas partes ya hay comités de bioética que consideran qué es lo que se debe hacer desde el punto de vista ético o no. Son grandes discusiones.
El amor propio, dice Ruso, es el que le recuerda a uno su propio valor. “Se puede decir, por ejemplo, que no sos bueno en matemáticas. Pero viendo el vaso lleno, puedes otras cosas. Aunque, ¿realmente no eres bueno para las matemáticas? Eso es lo primero que te tenés que preguntar ¿Qué tal que te digan que tú eres torpe? Son categorías grandes, globales. Cuando se autocritiquen, critiquen su comportamiento. “Me comporté como un estúpido”: está perfecto. Pero no digas “soy estúpido”. Porque lo global implica la esencia. Entonces te estás maltratando. Si decís “me comporté como un estúpido”, es el comportamiento, no sos vos. Pero cuando la otra frase está instalada, uno ya cree que es un estúpido".
- ¿Con palabras lo vas corrigiendo?
-No, con palabras, no. Hay que hacer muchas cosas. Son experimentos conductuales. Hay un montón de prácticas y de herramientas para ir cambiando eso.
-¿Qué se les puede recomendar a los padres para que estimulen el amor propio en los hijos?
-Muchas cosas. No dejen que sus hijos se autocastiguen, se autocritiquen despiadadamente. Si un niño dice “soy un idiota” porque le fue mal en matemáticas, los padres a veces no dicen nada. Si el niño dice una mala palabra, el padre y la madre le dicen algo. Entiendan que sus hijos no son perfectos, que pueden cometer errores. Los deben subsanar, pero deben cometerlos. Es decir, el perfeccionismo, la comparación y la autocrítica destruyen. Al mismo tiempo que ustedes le están enseñando al niño a no lastimarse, también le tienen que enseñar a felicitarse. Lo que se llama autoelogio, que no está en ningún manual educativo. El tercer punto sería permitir que su hijo defienda sus principios a medida que los vaya teniendo, que entienda que puede poner límites. Que puede decir “no”.
Precisamente, en su libro Los 7 pilares del amor propio, Walter Riso desmenuza lo que él considera la base sobre la que éste se sostiene.
- ¿Cuáles son los síntomas de ausencia de amor propio?
-Cuando afectan tu dignidad y tú no reaccionas. Afectan tu dignidad cuando no te escuchan. Cuando estás en un lugar donde no te quieren y seguís ahí porque pensás que lo merecés. Cuando te autocastigás mucho. Amar es dejar aparecer al otro, dejar que el otro sea como es, aceptarlo. Cuando te reprimen, te aplastan, no dejan salir tu verdadero ser, tu dignidad está en juego. Kant decía que el ser humano es un ser en sí mismo, no es un medio. No es utilizable, no tiene precio. Cuando alguien te manipula, te utiliza como un medio para alcanzar un fin, te está cosificando. Cuando sientes que te humillas; que negocias con lo que no deberías negociar; que los otros definen tu yo. En todo caso, cuando te sientes menos, cuando no sientes que eres una persona valiosa, que eres poquito. Ahí, corra, haga algo, pida una terapia conductivo conductual, lea un libro de Riso o de otro.