Más allá de un simple hábito de higiene, la ducha diaria influye directamente en el bienestar físico y emocional. Según especialistas, la temperatura del agua no solo afecta la sensación inmediata de activación o relajación, sino también el estado de la piel, el cabello y el sistema circulatorio. Elegir entre agua caliente, fría o tibia puede marcar una diferencia significativa según los objetivos de salud de cada persona.
Ducharse con agua fría provoca una respuesta de alerta en el organismo. De acuerdo con el doctor Christopher Babiuch, médico de la Cleveland Clinic, este tipo de ducha genera una vasoconstricción, es decir, una contracción de los vasos sanguíneos, que incrementa el flujo hacia los órganos vitales. Esta respuesta activa el sistema nervioso simpático, elevando la frecuencia cardíaca y respiratoria, lo que puede traducirse en una sensación de energía inmediata.
Según la dermatóloga Glenda Escalaya, esta reacción fisiológica también estimula la liberación de noradrenalina y endorfinas, neurotransmisores asociados con la mejora del estado de ánimo y la reducción de síntomas de depresión leve. Además, la médica ocupacional Marita Ramos agregó que la exposición breve al agua fría puede fortalecer el sistema inmunológico, reducir la inflamación, disminuir el dolor muscular y favorecer la recuperación tras el ejercicio físico intenso.
En contraste, ducharse con agua caliente genera una vasodilatación, que expande los vasos sanguíneos y promueve la relajación general del cuerpo. Escalaya indicó que este proceso activa el sistema nervioso parasimpático, asociado con la calma, la reducción del estrés y la preparación para el descanso nocturno.
El cardiólogo Juan Ramírez, de la Clínica Internacional, explicó que este tipo de ducha puede ser especialmente útil en personas con hipertensión leve, ya que contribuye a disminuir la presión arterial. Además, al relajar los músculos y aliviar las tensiones acumuladas, el agua caliente puede mejorar la calidad del sueño y reducir molestias musculares.
Agua calienteLa dermatóloga Elba Naccha advirtió que las duchas con agua caliente pueden dañar la barrera cutánea, eliminando el cebo natural de la piel y favoreciendo la sequedad, sensibilidad o descamación. El calor también puede activar mediadores inflamatorios como las citocinas, generando picazón o irritación, especialmente en pieles sensibles o con patologías dermatológicas.
En cuanto al cabello, Marita Ramos explicó que el agua caliente abre la cutícula capilar, lo que facilita la limpieza profunda. No obstante, también puede dejar el cabello más vulnerable a la deshidratación, el frizz y la pérdida de brillo.
Agua fríaEl agua fría puede ser beneficiosa para pieles grasas o irritadas, ya que ayuda a cerrar los poros y reducir la inflamación. También tiene un efecto calmante, ideal para personas con sensibilidad cutánea.
Respecto al cabello, contribuye a cerrar la cutícula capilar, lo que permite retener la hidratación, mejorar el brillo y disminuir la producción de grasa en el cuero cabelludo.
Agua tibiaSegún Escalaya, el agua tibia es la opción más equilibrada para pieles muy secas o con afecciones como la dermatitis atópica. También es adecuada para cabellos secos, dañados o tratados químicamente, ya que evita agresiones térmicas y ayuda a conservar el equilibrio del cuero cabelludo.
La temperatura del agua también influye en la circulación y el sistema cardiovascular. El agua fría provoca una vasoconstricción que puede aumentar la presión arterial temporalmente. Esta reacción mejora el retorno venoso y puede ser beneficiosa para aliviar la hinchazón o pesadez en las piernas. Además, tras la exposición al frío, se produce una vasodilatación reactiva que favorece la microcirculación.
No obstante, en personas con hipertensión no controlada o enfermedades coronarias, esta respuesta puede representar un riesgo. Ramírez explicó que el aumento brusco de la demanda de oxígeno por parte del corazón puede desencadenar angina de pecho u otros eventos adversos.
Por su parte, el agua caliente favorece una mayor oxigenación de los tejidos y ayuda a reducir la presión arterial, lo que resulta beneficioso para personas con hipertensión leve. Sin embargo, en pacientes con enfermedades cardiovasculares graves, la disminución de la presión puede provocar mareos, síncope o incluso isquemia.
En casos de várices o insuficiencia venosa, el agua caliente puede agravar la congestión y aumentar la sensación de pesadez. En cambio, el agua fría mejora el retorno venoso y reduce el edema.
Las duchas de contraste consisten en alternar agua fría y caliente en ciclos cortos. Esta técnica, utilizada en fisioterapia y medicina deportiva, genera un efecto de bombeo vascular que estimula la circulación, mejora el drenaje linfático y favorece la recuperación muscular tras el ejercicio.
El doctor Ramírez detalló que este tipo de ducha puede aliviar síntomas de fatiga, inflamación y pesadez, además de mejorar el estado de alerta. Sin embargo, advirtió que su uso no está indicado para personas con enfermedades cardiovasculares activas o presión arterial no controlada, debido al riesgo de reacciones adversas ante el estrés térmico.
Contraindicaciones: ¿quiénes deben evitar temperaturas extremas?El doctor Babiuch señaló que personas con hipertensión, diabetes, neuropatías periféricas o trastornos vasculares deben evitar cambios bruscos de temperatura. Además, Escalaya mencionó que quienes padecen insuficiencia cardíaca, arritmias, hipotensión severa, fenómeno de Raynaud o disfunción autonómica también deben abstenerse de ducharse con agua extremadamente fría o caliente sin supervisión médica.
Temperatura adecuadaEl doctor Babiuch destacó que no existe una temperatura ideal universal, sino que depende de los objetivos personales. Las duchas frías (20 a 25°C) son apropiadas por la mañana o tras el ejercicio. Las calientes no deben superar los 38°C para evitar daños en la piel o el cabello.
Duración recomendadaEl médico internista Juan Manuel Jiménez recomendó limitar las duchas a entre 5 y 15 minutos. Las calientes deben durar menos de 10 minutos; las frías, entre 2 y 4 minutos. Para duchas de contraste, se sugiere alternar 30 segundos de agua fría con 1 a 2 minutos de agua caliente, en ciclos de hasta cuatro repeticiones.
Momento del díaLas duchas frías se recomiendan en la mañana o después de actividades físicas intensas. Las calientes son más adecuadas por la noche, para inducir al descanso y reducir tensiones acumuladas.
Por Elim Johana Alonso Dorado