Hay plantas tranquilas que no ofrecen resistencia a la cosecha. Pero hay otras que vienen desafiando nuestro ingenio y nuestra resistencia a las condiciones de trabajo más penosas (y, en ocasiones, peligrosas) desde hace milenios. La fruta del dragón, por ejemplo, también conocida como pitaya; la aparentemente inofensiva castaña de cajú, cuya cáscara es venenosa, y el nenúfar espinoso (Euryale ferox), que en rigor no es un nenúfar, pero si es un pariente cercano, y cuya semilla es cosechada en China y Japón desde el Neolítico. Sus tallos, hojas y frutos están cubiertos de agudas espinas, lo que sumado al agua y el lodo en el que crece convierte su cosecha en un desafío. En la foto de arriba, los agricultores de la aldea de Huisheng, en China, trabajan entre las inmensas hojas de hasta más de dos metros de diámetro de esta ninfeácea malhumorada.