“No lo hagas, no vale la pena”: la súplica que, 10 años atrás, no pudo salvar a Claudia Schaefer

21 de agosto de 2015. Como lo habían acordado, esa mañana Claudia llegó a la casa en la que había vivido en el country Martindale, en Pilar, acompañada por su abogado. Llevaba un carry on: sabía que no necesitaba más para guardar las pocas pertenencias que aún quedaban de ella en esa casa. En la cocina, tomando un café estaban Fernando Farré, quien pronto se convertiría en su exmarido, su abogada y la madre de él, una mujer de entonces 74 años. Sin que nadie lo sospechara, ese encuentro que debía ser un trámite menor, se transformó en una pesadilla. Que terminó de la peor manera.

Del éxito profesional al fracaso matrimonial

Fernando Farré se graduó de contador público y licenciado en administración en la Universidad Católica Argentina (UCA), con uno de los mejores promedios de su promoción, y luego completó un MBA en la Thunderbird School of Global Management, en Phoenix, Estados Unidos.

Su carrera parecía no tener techo, siempre en ascenso: comenzó en Carrefour como manager del área de bazar y luego pasó por compañías como Avon y Coca-Cola. Con el tiempo, llegó a ocupar cargos de dirección de marketing en firmas internacionales y a desempeñarse como gerente general en varias de ellas. También trabajó en el grupo L’Oréal, dentro de la división de productos de lujo que incluía marcas como Ralph Lauren y Helena Rubinstein. Más tarde asumió la gerencia general de Coty para Argentina y Chile, de donde fue despedido poco antes del crimen, tras acordar una millonaria indemnización. Luego, había comenzado a trabajar en Global Five, una distribuidora mayorista de cosméticos.

Se movía con naturalidad en los círculos de negocios y proyectaba la imagen de un hombre exitoso. En su perfil de Facebook compartía fotos de viajes, eventos sociales y su pasión por San Lorenzo de Almagro. Por su actividad profesional se lo pudo ver en numerosos eventos con distintas figuras, tanto a nivel nacional como internacional: Lady Gaga, Paris Hilton, Kate Moss, Halle Berry, Enrique Iglesias, Georgia May Jagger, Susana Giménez, Facundo Arana, Juliana Awada, Iván de Pineda, Verónica Varano y Andy Kusnetzoff, entre otros.

Claudia Schaefer tenía 44 años. Era licenciada en Administración de Empresas y había desarrollado su carrera en el ámbito corporativo. En los últimos años se desempeñaba como secretaria de directorio en Bodegas Salentein, un puesto en el que era my valorada y dejaba en claro por qué su antigüedad en la empresa. Quienes la conocieron la recuerdan como una mujer alegre, sociable y muy dedicada a su familia. Con Farré tuvo tres hijos, que en ese entonces tenían 9, 11 y 13 años,

Hacía meses que la pareja estaba separada de hecho. Claudia vivía con los chicos en un departamento de Recoleta, mientras que la casa del country —alquilada por la familia— había quedado para Farré tras un acuerdo previo. La decisión de poner fin al matrimonio no era reciente: hacía tiempo que Claudia quería separarse después de años de violencia en la relación. La mujer había logrado la exclusión del hogar por una denuncia que había realizado ante la Oficina de Violencia de Género de la Corte de Suprema de Justicia (OVD).

La relación entre ambos estaba deteriorada. Así lo recordó María, la empleada doméstica que trabajaba para la familia en aquel entonces, en declaraciones a los medios: “Él era un cargoso, celoso y la maltrataba todo el tiempo, había gritos constantes”. La mujer también contó que los tres hijos del matrimonio sufrían por las peleas frecuentes de sus padres: “Están nerviosos, casi no comen”, agregó.

El divorcio de común acuerdo estaba cerca de cerrarse; de hecho, la semana anterior había sido él quien pasó por el departamento de avenida Libertador y Tagle a retirar sus pertenencias.

“No lo hagas, no vale la pena”

Claudia estaba resuelta a separarse y comenzar de nuevo. Farré, en cambio, no lograba aceptarlo: para él el conflicto no era sentimental, sino patrimonial. La división de los bienes lo obsesionaba, aunque nadie imaginó hasta dónde llegaría.

Sobre lo que ocurrió aquel día, un investigador lo describió con crudeza, hace diez años, a LA NACION: “Los abogados se quedaron en otro ambiente de la casa. Se escuchaban gritos, pero nada hacía suponer que todo iba a terminar en tragedia”.

Claudia fue directo al vestidor para buscar sus cosas, él la siguió. Cerró la puerta con llave y, sin darle tiempo a reaccionar, la atacó con dos cuchillos que tomó del taco de la cocina. Claudia intentó defenderse, incluso llegó a darle una trompada, pero no pudo detener la brutal embestida. Recibió 74 puñaladas: en la espalda, el cuello y el torso, con una violencia tal que una de las hojas quedó doblada.

Afuera, la madre de Farré y los abogados escucharon los gritos desgarradores. Desesperados, intentaron abrir la puerta. De la desesperación, el abogado de Claudia rompió la manija del picaporte, pero fue inútil. La madre le gritaba a su hijo: “No lo hagas, no vale la pena”. Sin respuestas, los letrados corrieron hacia el patio y, a través de la ventana enrejada del vestidor, alcanzaron a ver parte de la escena. En un momento, Farré giró la cabeza y los miró fijamente, antes de volver a hundir el cuchillo en el cuerpo de su esposa. La violencia era incontenible. Nadie pudo detenerlo. Todo ocurrió en apenas ocho minutos: desde que Claudia entró a la casa hasta que fue brutalmente asesinada.

“Vi que el cuerpo se movía, pero no sabía si eran intentos de ella por defenderse o los golpes de Farré. Advertí que la tenía debajo suyo y vi el movimiento del brazo derecho de Farré, como dándole golpes en el cuerpo”, recordó el abogado Carlos Quirno, al describir lo que observó desde la ventana del vestidor de la casa aquel día.

La llamada al 911 fue a las 11.39. “Farré fue detenido dentro de la casa. Nunca intentó escaparse”, contó en aquel entonces a LA NACION el comisario Eduardo Molina, subjefe de la Jefatura Departamental de Pilar. Estaba empapado en sangre. El arma homicida fue secuestrada y, antes de que lo esposaran, el empresario se desplomó en un sillón del living.

Lo que ocurrió aquel mediodía se convirtió en uno de los femicidios más atroces de la historia argentina.

El juicio

Aunque la defensa intentó argumentar que Farré era inimputable y que había actuado bajo un estado de emoción violenta, en 2017 doce ciudadanos comunes lo declararon culpable por el femicidio de su esposa. El veredicto fue unánime y la condena, prisión perpetua, bajo la carátula de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género.

Antes de que finalizara el juicio, Farré leyó una carta que escribió a sus hijos: “No puedo explicar ni justificar lo que sucedió. El desenlace fue imprevisible”. En otro pasaje, al borde del llanto, pidió perdón y aseguró que quería a sus hijos. El jurado popular lo escuchó en silencio.

La fiscal del caso, Carolina Carballido Calatayud, fue lapidaria con él: “Farré no tuvo piedad con la madre de sus hijos, mostró su sangre fría. Fue lo más cruel posible. Su esposa, venía padeciendo violencia psicológica, verbal y económica hace años. Es egoísta, le importan solo él y su imagen. Supo que la iba a matar y lo hizo. Cometió un femicidio de manual”.

La hermana de Claudia, Sandra Schaefer, dijo: “Llegó lo que estábamos esperando. Esperaba el sentido común y que la gente hiciera lo que dijo el juez: que cada uno reciba lo que merece. El fallo me dio paz, alivio y justicia. Mis sobrinos no quieren saber nada del padre, no quieren escucharlo nombrar. Solo desean una nueva vida y olvidar todo lo que pasó. La carta que Farré leyó para ellos en el juicio no la escucharon”.

La condena fue un grito de justicia. Los hijos de Claudia quedaron bajo la protección de su familia materna.

Mientras tanto, en la cárcel, a Farré no le fue fácil. Intentó estudiar Sociología y buscó refugio en otros presos, entre ellos Ignacio “Naco” Pardo, ex saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs. Pero terminó denunciándolo por extorsión, al asegurar que le pedía dinero a cambio de protección. A partir de entonces, dijo haber sufrido ataques: lo habrían quemado con agua hirviendo e incluso intentaron simular un suicidio, del que, según su versión, lo salvó otro interno Carlos Colosimo, el tío de Wanda Nara, que cumplía una sentencia por abuso de menores. Después volvió a acusar a Pardo de planear un crimen contra un fiscal y de involucrar a su familia en negocios ilícitos. Nada de esto se probó, pero el Servicio Penitenciario decidió trasladarlo porque consideraba que su vida corría peligro.

Desde entonces, su paso por distintas cárceles fue un calvario. Con la fama de “botón” y “millo”, no lo aceptaban en ningún pabellón y debían aislarlo en celdas individuales. Pasó por Florencio Varela, Dolores, La Plata, Azul, Olmos, General Alvear y Bahía Blanca.

Hoy, con 62 años, cumple condena en el Penal de Campana, en la Unidad 41. Comparte el penal con el cura Julio César Grassi, uno de los pocos que lo acepta para pasar el tiempo libre fuera de los calabozos.

Su abogado actual, Omar Saker dijo a LA NACION que aún está pendiente de resolución un pedido para que Farré obtenga la prisión domiciliaria, argumentando supuestos problemas cardíacos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/no-lo-hagas-no-vale-la-pena-la-suplica-que-no-pudo-salvar-a-claudia-schaefer-nid21082025/

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