Al promediar el año, en el Gobierno estaban convencidos de que llegarían a las elecciones nacionales con un impulso vigoroso en materia económica, que les permitiría hacer una campaña basada en resultados muy perceptibles para los votantes. Esto derivaría en una consolidación de la figura de Javier Milei y en un natural fortalecimiento político en el Congreso.
Pero el escenario varió sustancialmente y el proyecto libertario llegará a las urnas al límite en varios planos. Lo más probable, de todos modos, es que le alcance para ganar por un buen margen. Pero estará forzado a una rápida reinterpretación para asumir que sin un replanteo de fondo le resultará muy difícil encarar la segunda mitad del mandato.
El primer plano que está demostrando un estrés excesivo para considerarlo una mera turbulencia preelectoral es el económico. En una misma semana el Gobierno exhibió que, pese a que el dólar subió 13%, la inflación de julio fue de 1,9%; pero al mismo tiempo quedó expuesto en una pelea abierta con los bancos que volvió a sembrar dudas.
La historia se inició hace un mes con una medida que pareció técnica e inocua, que fue el desarme de las LEFI y su consecuente presión sobre el dólar; pero se prolongó hasta estos días con una licitación de deuda que apenas logró una renovación del 61%, lo que demostró el escaso interés de los bancos en el nuevo instrumento lanzado por Luis Caputo.
Quedaron flotando casi 6 billones de pesos, que son una amenaza para el esquema cambiario, razón por la cual el Ministerio de Economía anticipó una suba de los encajes y anunció que mañana realizará otra subasta de Letras, fuera de programa. La consecuencia directa de estas tensiones ha sido la escalada de las tasas de interés y la previsión de un congelamiento de los créditos, lo que impactará en el nivel de actividad económica.
El contraste entre los logros en materia inflacionaria y cambiaria, y los problemas monetarios y financieros, demuestra dónde están las prioridades del Gobierno. Milei bajó la orden absoluta de que se deben tomar todas las medidas necesarias para llegar a octubre con el dólar estabilizado y con índices de precios a la baja. Pero para lograr esa meta se están desarmando otras variables con costos muy altos. Ya no está del todo claro que en estos últimos zigzagueos la sintonía entre el Presidente, el Ministerio de Economía y el Banco Central haya sido absoluta, como siempre la presentan.
El mensaje más preocupante que dejó el episodio LEFI-licitaciones-bancos es que fue una secuencia de traspiés autogenerados, y eso derivó en una percepción en actores del mercado mucho más distante. “Empezamos a no entender a dónde quieren ir Milei y Caputo. Está claro que respetan la disciplina fiscal, y nos parece perfecto; pero no entendemos qué se están imaginando en materia monetaria”, resume un importante operador de bonos.
Esta idea está muy instalada entre los actores del sistema: que Milei generó una grata sorpresa inicial por sus convicciones e ideas, pero que ahora se está haciendo complejo prever la secuencia de su plan. Verbalizan un temor a que la obsesión presidencial por la teoría económica le impida reaccionar ante las dificultades empíricas. Y alimentan estas inquietudes con la incertidumbre por un eventual triunfo kirchnerista en la provincia de Buenos Aires y la posibilidad de un resurgimiento político de Cristina Kirchner.
En un artículo reciente el economista Jorge Vasconcelos, del Ieral, advirtió: “De persistir este escenario, se profundizará la desaceleración del nivel de actividad, habrá más complicaciones para el cumplimiento de los créditos, y se hará sentir en un incremento del stock de deuda pública doméstica. (…). Para encauzar el desborde de las tasas de interés, es clave que las negociaciones políticas introduzcan racionalidad en las leyes que se tramitan en el Congreso, pero también que se robustezca la credibilidad del régimen de bandas cambiarias”.
Más allá de este debate en la cúspide del establishment, en las calles se consolida lentamente una sensación de desaceleración de la actividad económica. Entre los técnicos hay consenso en que el rebote en “V” que algunos imaginaron a principio de año hoy se parece mucho más a un electrocardiograma. Esta semana Ricardo Arrizu directamente marcó que la actividad económica “se estancó”.
Al mismo tiempo el consumo no abandona sus movimientos espasmódicos, sin llegar a cristalizarse en un proceso ascendente nítido. No va mal, pero tampoco lo suficientemente bien como para que haya un clima de entusiasmo preelectoral. Nunca queda despejada del todo la sensación de precariedad, de transición interminable hacia un futuro que se va corriendo.
Dudas por el “efecto alineamiento”El segundo plano que emerge sobreestresado es el político, en una tóxica combinación entre el cierre de listas y el accionar legislativo. El oficialismo extravió el joystick y la oposición siente que puede hacerle daño desde el Congreso. Después de dos catastróficas sesiones, el 10 de julio en el Senado y la semana pasada en Diputados, ahora se prepara una nueva función que puede ser letal para el programa económico.
En la noche del viernes, la oposición, acompañada por exaliados de los libertarios, pidió una sesión especial para este miércoles en la que buscará doblegar los vetos a las leyes jubilatorias, de discapacidad y de fondos para Bahía Blanca, además de avanzar con los proyectos de los gobernadores sobre ATN y combustibles, y poner en marcha la comisión investigadora del caso $LIBRA. En los términos de Milei, un golpe destituyente desde el Congreso. Con aprobar sólo una parte de esa agenda, el mensaje sería muy negativo.
Se suponía que el encuentro que organizaron Santiago Caputo y Cristian Ritondo el martes a la noche en Olivos para legisladores de LLA y de Pro tenía el objetivo de establecer modos de acción para resistir esa ofensiva. Sin embargo, allí no se conversó en ningún momento de los vetos. Milei habló un par de horas de teoría económica, de los “parásitos mentales” de Axel Kaiser y de argumentos para enfrentar los ataques de la oposición.
Hubo legisladores que tomaron nota como si se tratara de una lección, y otros que amagaron con dormirse. Después vieron la película Homo Argentum, que para el Presidente representa parte de su pensamiento antiwoke y de su rechazo a la hipocresía de ciertos sectores sociales. Lo interpreta como una ilustración de su batalla cultural. Casi como la antítesis del Eternauta, el otro gran éxito nacional del año, al que se le asignó una supuesta matriz kirchnerista.
Algunos legisladores de razonamiento profundo que estuvieron allí también notaron, con alguna preocupación, cierto divorcio entre el mensaje más conceptual de Milei y la realidad desafiante que enfrenta. “Fue como si estuviera sobrevolando en otro nivel, una mezcla de desconexión e ingenuidad”, graficó uno de ellos. Lo concreto es que el encuentro sirvió para reanimar el sentido de pertenencia, pero no arrojó una estrategia clara.
Hay alguna resignación entre los principales actores del gabinete de que hasta las elecciones seguirán sufriendo con cada semana legislativa. Pero sobre todo, algunos advierten sobre la posibilidad de que la dinámica no cambie sustancialmente después de la elección.
Hay dudas respecto de que si lo que Milei llama “efecto alineamiento” se va a materializar con tanta claridad. Es decir, si gobernadores y legisladores se acercarán amablemente en ayuda del vencedor por interpretar que el desembarco libertario en el poder no fue el resultado de un momento de ira social sino un proyecto con sustentabilidad en el tiempo.
“Puede ser que apoyen algunas iniciativas puntuales, pero no veo la razón por la que los gobernadores o los legisladores que ya saben que nunca pertenecerán al armado oficialista van a cooperar tan gentilmente. El 11 de diciembre ya empieza la carrera para el 2027. Las segundas partes en el Congreso son siempre muy complicadas”, advierte uno de los legisladores que sabe de lo que habla.
Esto también puede ocurrir dentro de la propia La Libertad Avanza. Hoy todos los candidatos son hiperdependientes del Presidente, pero de ahora en más florecerán aspiraciones de proyectos individuales a nivel local y será progresivamente más difícil administrarlos.
Al ser Milei el único garante de votos real, el cierre de listas libertario careció de dramatismo. Son pocos los nombres que pueden aportar algo más a lo que el sello partidario y el Presidente representan.
En ese sentido, la oferta violeta cerró ayer con un mix entre figuras instaladas (Patricia Bullrich, José Luis Espert), devotos de la causa (Sebastián Pareja, Miriam Niveyro), profesionales afines (Agustín Monteverde, Alejandro Fargosi), refuerzos de Pro (Diego Santilli, Fernando de Andreis) y concesiones a la estética (la conductora Karen Reichardt).
No hay rastros de las Fuerzas del Cielo. Tampoco incorporaciones con demasiado volumen político, pero no por distracción, sino porque la noción central es que el que tiene el poder define, por lo cual tras un eventual triunfo en octubre sólo necesitarán legisladores disciplinados y eficaces. Los oficialismos siempre se ordenan desde la Casa Rosada.
Una agenda fuera de controlEl último plano en el que se percibe un límite en el potencial libertario es en el manejo de los temas de debate y la relación con la opinión pública. En los últimos meses el Gobierno perdió el control de la agenda, que gira cada vez más en torno de temáticas sensibles, que van desde los jubilados y el Hospital Garrahan, hasta las personas con discapacidad y los damnificados por la inundación en Bahía Blanca. Las únicas dos veces que logró instalar un tópico favorable fue la reducción de las retenciones al campo el mes pasado, y el acuerdo con el FMI más la salida del cepo en abril.
Los logros obtenidos en materia de inflación y estabilización macroeconómica son altamente valorados, pero no tienen el mismo efecto del principio. La voz de Milei ha perdido sorpresa. Esto queda en evidencia sobre todo en las redes sociales, su ámbito de expresión natural, en donde según la consultora Ad Hoc de Javier Correa, el Presidente pasó de tener 14 millones de menciones mensuales hace un año, a menos de 6 millones en la última medición. A una conclusión similar arribó la firma Tendencias, de Jésica Calcagno, que midió una caída del 67% en cantidad de likes acumulados por Milei en Instagram entre sus primeros siete meses de gestión y los últimos siete meses, y un retroceso de 75% en X (exTwitter) entre los mismos períodos.
El Presidente sigue siendo por mucho margen el dominador absoluto del mundo digital, muy lejos de las figuras peronistas, que recién están experimentando con la herramienta. Lo novedoso es el techo que parece haber encontrado en términos de atractivo, una tendencia que también queda expuesta en los últimos sondeos de imagen e intención de voto.
LLA y sus referentes dominan las encuestas y Milei se perfila como ganador, pero desde hace bastante tiempo luce estancado o con ligeros retrocesos. Igual que con la economía y con la política, parece haber llegado a un límite, que lo obliga a esforzarse para hacerse escuchar y para incidir. Por momentos no le sale mal: apelar a la cadena nacional la semana pasada le reportó 28 puntos de rating.
Pero el dato más valioso para el Gobierno que arrojan algunas encuestas es que los desilusionados con el proyecto libertario no se pasan a otro bando; quedan flotando en un gran valle de desencanto que no tributa a ninguna fuerza política.
La consultora RDT difundió esta semana un trabajo según el cual el oficialismo perdió 4,6 puntos de intención de voto desde principio de año, pero en el mismo período el peronismo sólo mejoró 0,4%, es decir que no fue beneficiario de esa frustración. Los decepcionados fueron a alimentar la columna de “ninguno”, que creció 8,2% en el mismo lapso.
La definición de listas del peronismo abonó ayer esta percepción y fue festejada en el oficialismo. La apuesta por Jorge Taiana es muy respetable pero no parece una jugada ganadora en la provincia; luce como un candidato de consenso para contener a todas las tribus. E Itaí Hagman, parte del acuerdo para que Juan Grabois no rompiera, tendrá una dura tarea en una ciudad reactiva a los movimientos sociales. Mientras el peronismo siga definiendo sus postulantes con la vista en la interna, los libertarios pueden respirar tranquilos.
La elección de octubre puede funcionar como un factor de desgaste o como una oportunidad de reseteo para el Gobierno. Todo dependerá del resultado y de la administración que haga Milei de un eventual triunfo en octubre. Su desafío principal no parece estar enfrente, en sus competidores de la oposición; más bien parece estar agazapado debajo, en una sociedad que necesita ilusionarse con el rumbo económico, pero que por momentos se desanima.
No está claro que los comicios alcancen para barrer con la suma de incertidumbres que se han acumulado en los últimos meses. El Gobierno deberá complementar la gratificación por el resultado con otras ciencias.