“Piedra es lo único que tenemos”, dicen los locales. Sin embargo, después de recorrer San Juan, me parece una verdad a medias. Allí donde hay agua, la tierra florece. Claro, conseguirla es todo un desafío: la lluvia es exigua y es preciso domar los ríos.
Piedra y viento, y más allá los Andes, que se pierden hacia Chile. Y un cielo puro, de los mejores, para la observación astronómica. Una tierra para desplegar el espíritu de aventura, ese que guardamos bajo llave los que vivimos en la ciudad.
Nuestro destino es el oeste sanjuanino. El camino nos lleva hasta las termas de Pismanta, donde acaban de inaugurar un hotel termal. Manejamos entusiasmadas, imaginamos un tiempo de relax sumergidas en las beneficiosas aguas, famosas en la región.
Antes, hacemos un alto para encontrarnos con Fabio Romero y sumarnos a un rafting por el río Jáchal, que en esta época del año se muestra caudaloso. Han abierto las compuertas del dique Cuesta del Viento para regar las tierras aledañas. En invierno, las cierran y el Jáchal se queda con un caudal mínimo para que las especies que lo habitan sobrevivan.
Fabio es pionero en la zona; lleva 30 años en esto, gracias a su firma Rafting San Juan. Volvemos a reeditar con él la experiencia que hicimos años atrás. Pero nunca se vuelve al mismo río –ya lo decía Heráclito–, y es verdad. Ni el hombre ni el río son los mismos, tampoco en mi recuerdo. El rafting es de dificultad III. Tiene un recorrido muy panorámico entre los murallones de piedra que abrazan este curso de agua. En las últimas temporadas, Fabio sumó los hidrospeed, una suerte de tablas para navegar por el Jáchal, sólo para los más osados. El recorrido avanza por cinco kilómetros y tiene una parada para nadar, si es que antes nadie se cayó al agua.
El tramo de la RP 150 entre el pueblo de Jáchal y Rodeo corresponde a la Cuesta del Viento, un sector de curvas y contracurvas bastante empinado, pero bellísimo. Hay que hacerlo de día y con precaución.
El hotel Termas Pismanta aparece en las cercanías de Villa Iglesia. El nuevo edificio se construyó sobre la base del antiguo hotel provincial de la década de 1950, que funcionó hasta hace poco. Aunque las instalaciones actuales nos sorprenden, aún se puede adivinar algo de la traza original. Por dentro se evidencia el tono neto y moderno de la ambientación.
Casi todos los cuartos dan a un jardín que se continúa en la enorme piscina termal vidriada in-out, donde dan ganas de quedarse para siempre. Además, hay una gran suite y un conjunto de siete habitaciones que comparten una piscina privada, ideal para aquellos que buscan más intimidad.
El agua termal es omnipresente y se puede disfrutar incluso en el baño de la habitación. El hotel tiene dos ojos termales, agua rica en magnesio y sulfatos, cuyas propiedades –según nos cuentan– son múltiples: reducen el estrés y la ansiedad, mejoran la calidad del sueño, promueven la relajación muscular y la desintoxicación, así como el alivio de los dolores osteoarticulares.
La última novedad es el spa, que funciona desde febrero, disponible asimismo para no huéspedes. Posee una gran piscina lúdica y varias piletas individuales; también sauna seco y húmedo, salas de masajes y un menú muy variado de tratamientos que se organizan a través de cuatro circuitos, cada uno con diferentes alternativas para mimarse. El restó, a cargo del chef Alejandro Sainz, ofrece platos que rescatan los productos locales como la quínoa, la trucha (hay un criadero en la zona) y las verduras de las huertas cercanas.
Circuito histórico en TamberíasAvanzamos hacia el sur por la RN 149, que nos conduce por asfalto hasta Tamberías. La localidad nació alrededor de 1866, cuando Sarmiento comenzaba a promocionar la minería en el vecino distrito de Hilario.
Entramos al pueblo por la calle principal, bordeada por una frondosa arboleda hasta la antigua escuela: es de 1890 y fue la primera del Valle de Calingasta.
Gabriel Ivacache nos espera para mostrarnos el casco histórico. Tamberías es patrimonio cultural desde 2010. En 2017 se inició la puesta en valor de la calle principal, la Av. Maipú. Las fachadas de las construcciones más antiguas se restauraron y forman parte de un circuito que hilvana la historia del pueblo: el cine, la primera comisaría, la pulpería, el club, la biblioteca. Únicamente la escuela fue reconstruida en su totalidad con la técnica de material en crudo.
Un poco más adelante visitamos la bodega Entre Tapias, propiedad de Luz María Ossa. Es un establecimiento pequeño con cuatro hectáreas de viñedo, donde se cultiva Pinot Gris, Malbec y Cabernet Sauvignon. Nos invitan a probar los vinos –Piedras Bayas y Entre Tapias– que sólo se comercializan allí y se elaboran bajo los estrictos estándares de una bodega boutique.
Barreal, viento y adrenalinaSon la seis de la tarde y el sol es una esfera brillante que se acerca al horizonte. En la Pampa del Leoncito, una planicie blanca que surge de la nada unos 30 kilómetros al sur de Barreal, el viento sopla con fuerza como todos los atardeceres. Un ritual que tiene lugar desde fines de septiembre hasta principios de marzo.
Estamos aquí para probar los carros a vela de Vanesa Toro. Su padre, Rogelio Toro, fue pionero de este deporte en Argentina.
Gafas, casco y un cuellito para protegernos del polvo. Listo, ya estamos en el carro de tres ruedas con la vela desplegada. La actividad siempre es en tándem con un guía experto como conductor. Así, sorteamos las ráfagas de viento que pueden llevarnos hasta los 60 o 70 km/h.
En Barreal nos esperan en Posada Paso de los Patos, que inauguró la temporada con nuevos responsables. Sus propietarias, las hermanas Parenti, que la atendieron durante largas temporadas junto a sus maridos, decidieron que era hora de dar vuelta la página y eligieron al Grupo Pirca, que puso al frente un anfitrión super amable, Federico Contreras.
No hay nada aquí que se oponga a los Andes. Los ojos se apresuran hacia el cordón de Ansilta y el imponente cerro Mercedario. En la piscina lo volvemos a comprobar, sumergidas en el agua al final de la tarde, y luego, cuando cae el sol, desde la galería del cuarto. Alrededor, un parque gigante.
La brisa trae el aroma del romero que cultivan junto a las puertas de cada una de las diez habitaciones. Anochece. El cielo es casi negro y enseguida se cubre de estrellas. Las chicharras suenan monótonas. Si hacemos silencio nos llega el murmullo del río Los Patos, que está ahí nomás.
El cielo de El Leoncito“El parque se creó para preservar el cielo”, asegura Noelia Insaurralde, guardaparques del Parque Nacional El Leoncito. Es la primera vez que escucho algo así. Cuidar el cielo fue el motor principal para que estas tierras se declararan reserva estricta y luego Parque Nacional, en 2002.
La mayor parte de las más de 89.000 hectáreas son área intangible. En sus inmediaciones, hay dos observatorios astronómicos que pueden visitarse, el Cesco y el Casleo, este último famoso en el mundo entero. De ahí la importancia de preservar la bóveda celeste libre de contaminación. La zona que se visita conserva aún las añosas arboledas, los corrales y el manzanar histórico de una estancia.
Salimos a recorrerlo con Noelia y su colega, Nacho Esteban. También viene Carolina, una ingeniera agrónoma que reside en el parque por unos días como parte de un programa de voluntariado. Aquí hay varios circuitos para caminar. El ascenso al cerro El Leoncito es el más exigido, básicamente por la subida. Son ocho kilómetros hasta los 2.500 metros, que devuelven una vista de 360 grados desde lo alto.
Hace mucho calor, así que nosotras optamos por el sendero Paisajes de Agua, un camino interpretativo que cuenta la historia del lugar y sus especies, pasa por algunas viejas construcciones y llega hasta la cascada que forma el arroyo.
El parque se encuentra dentro de la precordillera sanjuanina, en una zona de transición donde confluye el monte con la puna y el estrato bajo de los altos Andes. La geografía alberga choiques, pumas, guanacos, chinchillones, piches (peludos), cóndores y 150 especies de aves, la mayoría migratorias, que llegan en verano.
El observatorio Casleo aparece en lo alto, un cascarón enorme que guarda un poderoso telescopio. Ariel Rodríguez nos recibe en la puerta. Antes de entrar, propone mirar el sol a través de un telescopio situado en la terraza de acceso, el cual permite observar la cromósfera. Detrás del lente se encuentra el astro rey, cuyo diámetro es de un millón trescientos mil kilómetros, mostrándose en todo su esplendor. Estamos al final de un ciclo de 11 años y las protuberancias solares son visibles con facilidad como pequeños filamentos negros.
Ubicado en un sitio privilegiado para la investigación astronómica –el 70% de las noches están despejadas y el acceso es muy fácil–, el Casleo debió sortear varias dificultades hasta su apertura.
El telescopio reflector fue comprado en la década de 1960 a los Estados Unidos. En ese momento era el tercero en el mundo por su desarrollo tecnológico y tamaño. Lleva el nombre de Jorge Sahade, el científico que lideró el proyecto. El telescopio permaneció ocho años en el puerto de Buenos Aires y 16 en la Universidad de La Plata. En 1984, durante la presidencia de Alfonsín, se lo trasladó al observatorio recién inaugurado. En los alrededores se ven otros telescopios que pertenecen a institutos y universidades de los Estados Unidos, Brasil, Rusia, Canadá, España y Polonia.
Lo mejor está por comenzar. Nos llevan a la sala donde se encuentra el gigante óptico de 40 toneladas. El operador pone en funcionamiento el sistema, como lo hace cada noche. El techo gira y se abre, y el telescopio busca su posición mientras se escucha un seseo metálico. Todo está listo para que la exploración del cielo comience.
Los astrónomos pueden operar el telescopio de modo remoto, en la computadora de su casa, o bien viajar hasta aquí y alojarse en un sector exclusivo para ellos.
El Casleo es el único observatorio del mundo que trabaja a nivel profesional y está preparado para alojar turistas. Los cuartos tienen todas las comodidades y baño privado. Volvemos por la noche para disfrutar parte de la experiencia, que incluye cena y una visita nocturna.
El cielo ya está poblado de estrellas. En grupo partimos hacia un telescopio exterior, porque a estas horas el principal está siempre ocupado por los científicos.
Ariel es nuestro lazarillo esta noche. Los ojos se van acostumbrando a la oscuridad y uno aprende a mirar a través del lente. Nos señala algunas constelaciones, estrellas, planetas y nubes, nos muestra las galaxias espiraladas, se detiene en el origen de los meteoros, contabiliza por miles de millones las distancias. Pegasus, Alfa y Beta Centauri, la Nube de Magallanes, Andrómeda y, por supuesto, los satélites Starlink que desfilan en trencito son algunas de las visiones de esta noche mágica.
Los Morrillos: cuevas y pinturasPartimos temprano en compañía de Luis González para visitar Los Morrillos. Allí nos esperan unas cuevas naturales con pinturas rupestres de 6.000 a 8.000 años de antigüedad.
Para llegar hay que hacer unos 62 kilómetros desde Barreal con rumbo oeste por un camino de ripio desolado. La travesía devuelve una imagen impresionante de la cordillera frontal y principal: los siete picos del cordón de Ansilta, y otros como el Mercedario, el Polaco, el Alma Negra, La Mesa, Ramada norte y Ramada sur, Álvarez Condarco y el Espinacito, por donde cruzó San Martín hacia Chile. A lo lejos se divisa el Aconcagua.
Hacemos un alto y buscamos restos de cerámica dispersos en las cercanías de un área de morteros y un canal que llevaba agua desde el río Los Patos al terreno cultivado. Las cuevas están en el pedemonte de los Andes. Vamos por una planicie y la montaña nos impacta. Dos cóndores vuelan sobre nuestras cabezas; pronto serán más. Un perfume oreganado se siente en el aire.
Las cuevas fueron estudiadas por el arqueólogo Mariano Gambier. Además de las pinturas y los morteros, se encontraron varios cuerpos momificados enterrados con ajuar de cuero de guanaco, todos en posición fetal. Hoy están en el Museo Arqueológico Mariano Gambier, en la capital sanjuanina.
Las pinturas fueron hechas con yema de huevo mezclada con sangre o con carbón. Lo primero que vemos sobre la pátina oscura de la roca es una imagen que se interpreta como una luna en cuarto creciente.
Más adelante nos impresionan unas figuras antropomorfas y elementos de labranza; los científicos creen ver una constelación: la Luna, el Sol y el Lucero del Alba (Venus), una alineación que sólo se observa en el mes de septiembre. “Indicaría la llegada de la primavera –cuenta Luis–: por lo tanto, el momento de siembra, tiempo clave para este pueblo”. De regreso, hacemos un alto junto a un arroyito para disfrutar de una deliciosa picada con vino sanjuanino.
Por la tarde vamos hasta el río Los Patos, que corre a todo caudal. Las aguas son de un color rojizo amarronado por los sedimentos que trae en esta época; a fines de mayo se vuelve transparente.
Ahora, con el deshielo, el rafting es de dificultad III, con algunos sectores más técnicos de dificultad IV, características que prometen un trayecto adrenalínico. La expectativa se cumple en las balsas de Ruta Sur Adventure Travel, comandadas por Sebastián Navarro. Los rápidos son muchos y saltamos sobre el agua a lo largo de 12 kilómetros, con el corazón a todo vapor.
El arroyo TurquesaLos últimos días en Barreal nos mudamos a la posada Celestino. Allí nos reciben Liliana Etze y Celestino Martínez, un matrimonio que cambió la ciudad de Buenos Aires por el interior sanjuanino como un proyecto de vida después de la jubilación. La posada ofrece seis amplios y cómodos cuartos que se abren a un gran jardín central con piscina. Ambos ofician de cálidos anfitriones. A la hora del desayuno, Liliana recibe a los huéspedes con delicias caseras. Celestino, por su parte, es el encargado de las recomendaciones para conocer los alrededores.
El trekking al arroyo Turquesa es nuestro siguiente desafío. Luis González nos puso en contacto con Elodie Canonici, una francesa que se crio subiendo y bajando los Pirineos y ahora vive en Barreal. Junto con su marido, Jairo, que también es guía de montaña, se especializan en travesías de altura.
La tarde anterior a nuestro trekking nos reunimos para ajustar los detalles. El camino lleva unas siete a nueve horas hasta los 4.000 metros de altura; es preciso ir preparado.
Salimos temprano con el color del arroyo en la cabeza, un turquesa absoluto que muestran las fotos y destacan los relatos de los que fueron antes que nosotros. Luis nos lleva en camioneta hasta Laguna Blanca, donde empieza la caminata, justo donde está el refugio que los montañistas usan para aclimatarse antes de subir al cerro Mercedario (6.770 m), el coloso de la región.
La caminata transcurre por un sendero de buen acceso. La principal dificultad es subir 1.000 metros en unas pocas horas hasta alcanzar los 4.000 metros de altura. El cuerpo se ve obligado a adaptarse rápidamente a esta gran altitud, pero allá vamos.
Mientras avanzamos, Elodie nos cuenta la aventura de los primeros que ascendieron al Mercedario, una expedición polaca que llegó en 1934. Y, como si esto fuera poco, los gringos fueron por más. Ascendieron al Wanda, al Cerro Negro, al Ramada y La Mesa, entre otros. Todos esos picos flanquean el paisaje de nuestro itinerario.
El glaciar del Caballito aparece en el horizonte. Allí nace nuestro arroyo. Nos cruzamos con un grupo de guanacos; otros se ven solitarios en las laderas de la montaña. Pasamos por varias vegas donde la aridez se escurre y la tierra se vuelve verde alrededor de un hilito de agua. En la vega del Guanaquito, hacemos un alto –habrá más paradas en el camino– para tomar un té, descansar y reponernos del mal de las alturas. Al final llegamos al arroyo. La magia nace cuando el sulfato de cobre se deposita sobre el lecho, que brilla con intensidad y tiñe las aguas de turquesa. Nada parece real. Detrás, los Andes resguardan este tesoro.
Pedernal, el valle del nuevo vinoHace 20 años, la zona sorprendió al mundo del vino. Las primeras cosechas obtuvieron uvas de una calidad única y, desde entonces, se convirtieron en la figurita deseada de las bodegas para fabricar sus vinos premium. Por eso, vamos hacia el sureste de la provincia, para terminar el viaje en el Valle de Pedernal.
Nos instalamos en la bodega Graffigna Yanzon, que alberga una preciosa posada. La casa, construida como las antiguas casonas, tiene tres habitaciones y está ambientada con muebles que la familia guardó generación tras generación. Otros fueron adquiridos en demoliciones, pero en todos se aprecia la nobleza de su origen.
Santiago Graffigna, dueño y anfitrión, nos recibe en la finca donde cultivan 17 hectáreas de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Pinot Noir, Syrah, Merlot, Semillón, Torrontés y Sauvignon Blanc. Visitamos los viñedos y luego la sala de barricas, el sector de guarda y la zona de los tanques.
Graffigna Yanzon es la única finca con bodega en el valle. Sus vinos –Don Duilio varietales, Don Duilio DD y Don Duilio 100 años– tienen la tradición de una familia que hizo grande la industria en la provincia. La historia comenzó en 1860, cuando José Graffigna llegó de Italia.
La galería suavemente sobreelevada nos devuelve una postal de los viñedos con la precordillera detrás. Más cerca, el jardín es una antesala de la tentadora piscina. Cae la tarde, la mesa está lista para disfrutar la cocina de la casa, que llega en un menú de tres pasos acompañado de las etiquetas propias.
Por la mañana, Santiago nos lleva a visitar el resto del valle que alguna vez fue el campo familiar. Más de 200.000 hectáreas que don Duilio Graffigna, su bisabuelo, compró en 1917 con la idea fugaz de extender la vitivinicultura a ese desierto. Cien años más tarde, el sueño se hizo realidad.
Datos útilesPor la combinación de actividades, aguas termales, bodegas, esta zona de San Juan merece al menos una semana de visita.
PISMANTADÓNDE DORMIRTermas Pismanta Hotel & Spa RN 150, Pismanta. T: (2644) 45-1111. La doble $177.000 con desayuno buffet continental, además incluye un circuito (Tudcum) en el Spa. En su restaurante, Gran Cacique, los hits son la trucha a la manteca negra con quinoa y vegetales, y los sorrentinos rellenos también con trucha. La carta cambia cada estación y cada jornada suman uno o dos platos del día. Todos los días, mediodía y noche.RODEOPASEOS Y EXCURSIONESRafting San Juan Los Boulevares s/n. T: (264) 505-1150. Temporada de rafting e hidrospeed en el río Jáchal de octubre a abril. $22.000 por persona, mínimo grupo de 4. Participan niños desde 6 años con sus padres y adultos de hasta 65, sin problemas físicos. Llevar zapatillas. El traslado hasta la bajada del río es por cuenta propia.La Morada Aventura Calle Santa Lucia y RN 150. T: (264) 436-4822 IG: @lamoradaaventura. Salida de medio día a Tocota, $160.000 para un grupo de hasta 4 personas. Nico Meglioli también es guía de pesca embarcada y rafting, y organiza viajes a la Puna.BARREALDÓNDE DORMIRPosada Paso de los Patos Patricias Mendocinas y Gualino. T: (264) 463-4727 IG: @pasodelospatos. Además de los cuartos, la posada ofrece dos villas que originalmente fueron las casas de las familias propietarias. Son ideales para parejas que busquen más comodidades o para estadía familiar con niños pequeños ya que cuentan con una suite principal, dos baños y un sillón cama en el living. Ambientadas con preciosos detalles, tienen una vista soñada. Están provista de una cocina pequeña. La habitación doble $190.000 con desayuno. Villa $290.000. Comer aquí es todo un plan, las mesas se sirven en el gran living con vistas a la cordillera. La carta es breve y tiene platos de la cocina local preparados con ingredientes de la zona. El restó abre todas las noches para cenar. Almuerzo de miércoles a domingos. También para no huéspedes, previa reserva.Posta Celestino Esteban Echeverría s/n esquina Los Enamorados. T: (264) 460-6864. IG: @postacelestino. Las amplias habitaciones se abren a un jardín de césped perfecto con piscina. Por dentro, los muebles de madera evocan el espíritu del campo y están dispuesta para dos, tres o cuatro huéspedes. El restó propio se maneja con reserva previa (almuerzo y cena) y platos del día que prepara el chef del lugar, también parte de la familia. $150.000 la doble con desayuno.DÓNDE COMERDon Lisandro Av. San Martín 441. Simpático restaurante de ambiente agradable para almorzar y cenar en la galería rodeada de un jardín. La carta es sencilla, pero fresca y deliciosa con algunos platos típicos y de los otros. Viernes a domingos, almuerzo y cena. En temporada alta, todos los días para cenar.Bodegón Kumel Presidente Roca 1773 sur. Pequeño restaurante con carta de bodegón, platos ricos y sencillos. Todos los días, almuerzo y cena.PASEOS Y EXCURSIONESPN El Leoncito RN 149. T: (264) 630-4495. IG: @parquenacional_elleoncito. De diciembre a febrero, todos los días de 8 a 20. Septiembre, octubre, noviembre y marzo de 8 a 19. De abril a agosto, de 9 a 18. Se puede permanecer una hora más luego del cierre. El sendero que sube al cerro El Leoncito abre a la misma hora que el parque y cierra a las 16, 15 y 14 hs según la época del año. Es obligatorio registrarse con el guardaparques antes de subir. Acceso gratuito. El parque cuenta con sector de acampe con baños, duchas y parrilla. No hay electricidad. Gratis. La proveeduría (T: 264 527-6283) abre de lunes a jueves de 9 a 15 y de 18 a 21. Además de productos básicos de almacén ofrecen comidas y sándwiches para almorzar. En temporada alta o fines de semana largo es mejor reservar para encontrar sitio a la hora de comer.Observatorio Casleo PN El Leoncito. T: (264) 585-3354 www.visitascasleo.com (reservas) IG: @casleo.conicet. Los recorridos diurnos son sin reserva previa. Hasta junio tienen el siguiente calendario: viernes: 14:30, 15:30 y 16:30. Sábado, domingo y lunes: 10:30, 11:30, 14:30, 15:30 y 16:30. Martes: 10:30 y 11:30. A partir de junio chequear días y horarios antes de ir. Entrada general, $5000 y jubilados, $3000. Los menores de 10 años y las personas con discapacidad, gratis. Las visitas nocturnas son con reserva previa y el cupo es de 20 personas por noche. Viernes y domingos, $ 10.000. Si quiere participar de la experiencia completa: alojamiento + cena + visita diurna + observación astronómica (cupo 10 personas), reserve con antelación en la web. Se ofrece los sábados y lunes, $70.000 por persona.Don Toro (264) 506-2308. La temporada va de octubre a principios de marzo cuando corre el viento adecuado para la práctica de este deporte. En ese momento las salidas son diarias, siempre por la tarde, a partir de las 18 hs, con reserva previa. $15.000.RUTA SUR ADVENTURE TRAVEL T: (264) 661-9057 rutasur.adventuretravel@gmail.com @rutasur.adventuretravel El rafting por el río Los Patos está disponible en primavera y verano, cuando el caudal de agua lo permite. Durante esos meses hay dos alternativas: una bajada familiar que es clase II y una versión con más adrenalina que es clase III y IV, y parte de Las Juntas, donde se unen el río Blanco con el río Los Patos. En invierno el río está muy tranquilo y parte se congela, entonces se ofrecen paseos por el agua para disfrutar el paisaje que ofrece el Cañón del Horcajo, una formación de origen magmático. $35.000 a $45.000 por persona, según el tipo de salida que se elija.Los Morrillos T: (264) 410-1553 @excursiones.barreal. Es la agencia de Luis González que organiza la salida a Los Morrillos. La propuesta incluye también Laguna Blanca y Tontal o Las Hornillas de Arriba, $95.000 por persona en base doble, $89.000 en base cuádruple y $83.000 por persona para grupos de 6. La agencia ofrece también la salida al PN EL Leoncito y al Arroyo Turquesa, así como transfer cordillerano y al aeropuerto.Nómades T: (264) 486-0733 (Elodie) T: (264) 621-1434 (Jairo) nomades.barreal@gmail.com. Elodie y Jairo organizan expediciones, trekking y salidas para escalar. Todas las propuestas son a medida. La salida al Arroyo Turquesa, u$s 300 para un grupo de dos personas.Bodega Entre Tapias Presidente Roca 6454 norte, Barreal. T: (264) 546-9266 @entre_tapias. En verano reciben de lunes a sábado de 9 a 12 y de 16 a 19hs. En invierno, de 15 a 18hs. La visita a la bodega con una pequeña degustación es sin costo. El sitio ofrece vinos a la venta de elaboración propia. No es necesario reservar, Rafael Astudillo, encargado de la finca es un todo un personaje y está siempre dispuesto a recibir visitas y contar la historia de la bodega mientras invita a probar las diferentes etiquetas.Ecos de mi pueblo En el Centro Cultural de Barreal, esta exposición busca revalorizar el quehacer de los artesanos locales. Tejidos en telar, trabajos en barro, en madera y artesanías en cuero realizados por vecinos de la localidad hilvanan una antigua tradición. Muchas veces es posible encontrar a los protagonistas en el sitio, entonces la visita cobra un atractivo extra. Doña Teresita Díaz teje en un telar igualito al de Doña Paula Albarracín, la madre de Sarmiento. Cuenta algunos secretos de esta antigua técnica que utiliza para hacer ponchos, jergones, alforjas, siempre con lana de oveja. La hila, la tiñe y luego arma la urdimbre para tejerla. Rosa Gómez hace cerámica ancestral. Aprendió de la gente de la zona, lugareños muy mayores que guardaban ese saber de sus antepasados indígenas. Trabaja con arcilla de los alrededores y hornea las piezas con guano de caballo, un recurso que le da un color particular. Arminda Suárez, Rosa Rojas, Norma Díaz, Raquel Roco, Osvaldo Fernández, Fernando Rosas, son algunos de los artesanos convocados en esta muestra.TAMBERÍASPASEOS Y EXCURSIONESCasco histórico T: (264) 458-6073/ 417-6180. El pueblo se ubica a 25 km de Barreal y ofrece un recorrido histórico por la calle principal a cargo de guías locales. Son unas 15 cuadras deliciosas para caminar. Varios edificios, los más antiguos, exhiben las fachadas remozadas. La joyita del paseo es la primera escuela del pueblo, hoy Escuela Museo Ejército de los Andes. Fue reconstruida con elementos modernos que reprodujeron la antigua modalidad de edificar en tres niveles de tapiales: una suerte de encofrado, donde se colocaba barro y un nivel superior hasta el techo con ladrillos de adobe. Todos los días de 10 a 13 y de 17 a 20. Parten desde la escuela museo.PEDERNALDÓNDE DORMIRBodega Graffigna Yanzón RN 53 s/n. T: (264) 405-7793 @bodegagraffignayanzon. Junto a la bodega se construyó una casona para recibir al estilo de las antiguas construcciones sanjuaninas del campo. Allí se ofrecen tres habitaciones ambientadas con muebles de época. El living con vistas a los viñedos es el lugar para descansar al final de la tarde. Además, cuenta con otra casa edificada en el terreno contiguo pensada para familias, separada del movimiento hotelero, pero con todos los servicios. Los huéspedes tienen las bicicletas disponibles para recorrer los viñedos. La también se puede visitar la bodega. La doble $145.000 con desayuno. El menú de tres pasos es maridado con vinos de la bodega. La carta reconoce la autoría Duilio Graffigna, uno de los dueños de la bodega, comida rica con un toque gourmet. Todos los días de 12 a 18. Cena con reserva previa. Abierto a huéspedes y visitantes curiosos de la bodega.